La entrada Kenny, el orangután que quería ser libre – Fugas de animales, escrita por Joseph de la Paz apareció por primera vez en Vitamina Vegana.
Las historias de fugas de animales suelen despertar en la gente cierto romanticismo. Hollywood no es ajeno a este fenómeno, como demuestran películas como Chicken Run en la que un grupo de gallinas lucha por escapar de la granja donde están presas. Pero en el mundo real, ¿hay animales que lo han conseguido? ¿Hasta dónde son capaces de llegar para poder ser libres?
Existen numerosos casos de animales cautivos que intentan escapar, a veces con éxito, del confinamiento que les imponemos en contra de su voluntad. Los más conocidos suelen tener lugar en parques zoológicos, pero también ocurren en la industria ganadera, principalmente en el camino al matadero.
Todas estas historias merecen ser contadas, y espero pronto publicar algunas de ellas. Pero por hoy, quiero compartir contigo la increíble historia de Kenny, el orangután que se fugó una y otra vez de la prisión en la que nunca debió estar encerrado.
La increíble historia de Kenny
Nuestra historia se remonta a 1985 en el zoológico de San Diego. Ken Allen, o Kenny, como se le solía llamar, era un orangután que había vivido toda su vida en cautividad.
El 13 de junio, Kenny se escapa del recinto donde estaba confinado y se pasea por el zoo hasta que lo atrapan y lo meten al calabozo. Aún así, según los testimonios, Kenny parece estar muy tranquilo en todo momento.
Lo que nadie entiende es cómo había logrado escaparse. Entonces alguien recuerda que mucho tiempo atrás habían visto que Kenny “jugaba” con unos palos de madera y comprenden que había improvisado una especie de escalera para escalar el muro y salir. Así pues, el zoo toma medidas para que no vuelva a suceder. Una de ellas consiste en colocar a guardias disfrazados de turistas que lo vigilaban. Pero según reconocen después, Kenny se da cuenta y los vigila a ellos de vuelta.
Al cabo de unas semanas, el 29 de agosto, Kenny se escapa de nuevo. Y otra vez, mientras se pasea, curioso y confundido, dentro del zoo, lo atrapan y lo meten en una celda aislada.
Los responsables del zoo, intrigados por la audacia del orangután, contratan a escaladores profesionales para entender cómo había podido trepar Kenny para escaparse. Alisan la parte interior del muro y también instalan cámaras de vigilancia para controlar sus movimientos.
Unos días después, ante la frustración y el asombro de los guardias, Kenny repite la jugada. El 13 de agosto, escala el muro del recinto, salta la valla y vuelve a pasearse por el zoológico, saludando a los incrédulos visitantes.
Esta vez, la dirección del zoo de San Diego decide no tomar más riesgos e invierte 40 mil dólares en evitar la próxima fuga de Kenny. Instalan una valla eléctrica, construyen un foso de agua a lo largo del muro y refuerzan la vigilancia. Además, traen al zoo 3 hembras de orangután, pensando que así reducirían su motivación por fugarse del recinto.
Curiosamente, esta última jugada les salió al revés de lo que pensaban. En vez de disuadir a Kenny de escaparse, fue más bien él quien influyó en las hembras, fortaleció su deseo de libertad y les enseñó lo que había aprendido . En los años siguientes, dos de las nuevas amigas de Kenny también lograrían fugarse…
“El Houdini peludo”
La prensa apodó a Kenny “el Houdini peludo” en referencia al famoso mago. Su ingenio parecía no tener límites.
Un día, los guardias detectan a Kenny con una barra metálica que al parecer habían olvidado recoger los servicios de mantenimiento. Inmediatamente salta la alarma y todos se preparan para detener al prófugo. Pero Kenny tira la barra a un lado y se dirige corriendo a uno de los límites del recinto. Mientras todos le siguen, Vicky, una de las nuevas hembras, recoge la barra metálica que le había tirado su cómplice y se va al lado opuesto, que queda sin vigilancia, e intenta abrir una de las ventanas de entradas al recinto usando la barra como palanca. Al parecer, lo que había hecho Kenny no era más que una maniobra de distracción, coordinada con Vicky, para que ella pudiera escapar.
De todos modos, Vicky no logra su objetivo y ambos son de nuevo confinados a celdas de castigo por unos días.
En cualquier caso, para Kenny, la instalación de la valla eléctrica resulta ser un verdadero problema. Su siguiente intento de fuga fracasa. Un día, nada a través del foso de agua (a los orangutanes no les gusta nadar) y trepa por el muro. Pero cuando llega a la valla y siente las descargas eléctricas, tiene que desistir.
Kenny: capturado tras 3 fugas (Montaje de LiveScience)Los responsables del zoo festejan lo ocurrido como una gran victoria. Ahora por fin ese tozudo orangután entendería que no había manera posible de salir de ahí.
Pero Kenny sigue pensando en cómo escaparse de nuevo.
Pasan dos años, y un buen día, mientras se realizan trabajos de mantenimiento en el zoológico, tienen que cortar la electricidad por unos minutos. Nadie sabe cómo, pero de alguna forma Kenny se da cuenta de que no hay electricidad en el recinto y aprovecha su oportunidad. Nada, trepa y salta la valla.
Esta vez, a diferencia de las anteriores, Kenny no se limita a pasear tranquilamente por el zoo. Parece agitado y se resiste a que lo atrapen de nuevo. Tardan 3 horas en hacerlo y durante la persecución Kenny queda herido. Es su última fuga.
El legado de Kenny
Kenny pasó el resto de sus días encerrado en el recinto de orangutanes del zoo de San Diego. Sin embargo, parece que su ansia de libertad era tan grande que, al no poder escaparse él mismo, enseñó e inspiró a los demás a hacerlo. 4 meses después de la última fuga de Kenny, una orangután de 9 años llamada Kumang, consiguió huir del recinto. Fue la primera de 4 fugas. Y no sería el último caso entre los orangutanes del zoo.
¿Cómo podían los responsables del zoo justificar el mantener a Kenny, o a cualquier otro individuo, encerrado en el zoo ante tantos intentos, ingeniosos y desesperados, por huir?
Ante la opinión pública, la versión oficial del zoológico de San Diego era que se trataba sólo de un juego. Decían que Kenny “simplemente disfrutaba del desafío de encontrar una forma de salir de su recinto”. La prueba, según ellos, era que Kenny no salía del zoo.
Pero Kenny había nacido ya preso. No sabía qué era vivir en libertad. ¿A dónde podía ir si todo lo que él conocía era el recinto del zoo? La teoría oficial de que sólo era un juego travieso se podía sostener únicamente gracias al comportamiento delicado y apacible de Kenny, quien a pesar de su enorme fuerza, no se comportó con violencia en ningún momento.
El zoo, por supuesto, tenía sus propios intereses y no estaba dispuesto a poner en duda la legitimidad de la existencia misma de los parques zoológicos. Pero fuera del zoo, Kenny se había hecho muy famoso gracias a las numerosas publicaciones de la prensa.
Su historia y su personalidad inspiraron no sólo a los otros orangutanes que vivían con él e intentaron escaparse, sino también a miles de humanos que se identificaron con Kenny y le apoyaron. Muchos habitantes de San Diego reclamaron su libertad. El eslógan “Free Ken Allen” se imprimió en camisetas, posters y pegatinas. Incluso el zoo, cínicamente, vendía camisetas de Kenny. Se creó un club de fans que publicaba una revista en su honor. Un médico y cantautor, Dennis Gersten, incluso escribió una canción en su honor: The ballad of Ken Allen.
Libertad para Kenny, libertad para todos los animales
Es triste. La ceguera voluntaria reina en nuestra sociedad. Vivimos en una civilización construida sobre la explotación, el sufrimiento y el asesinato masivo de otros animales sin que nadie se detenga a pensar en el infierno que hemos creado. Pero cuando aparece un caso como el de Kenny, es difícil no ponerse de su lado. ¿Cuándo entenderemos que todos y cada uno de los animales es como Kenny, como nosotras?
Es una buena ocasión para recordar el proyecto ZOOXXI que propone un plan práctico para transformar los zoológicos actuales en instituciones éticas que respetan y defienden la libertad de los animales.
Kenny enfermó de cáncer de próstata y fue eutanasiado el 1 de diciembre del 2000. Murió cautivo, frustrado y desesperado. Pero consiguió llegar al corazón de mucha gente que ya nunca más volvería a ver los zoos de la misma manera. Su historia nos recuerda que el ansia de libertad no es exclusiva de la especie humana. Y nos inspira a seguir luchando hasta la última jaula.
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