Revista Viajes

Khao San Road

Por Noeargar
Raley, Tailandia. 26 de octubre 2011Khao San Road
Hay ciertas cosas que por un motivo u otro, no se sabe muy bien por qué, se quedan grabadas en la memoria y otras en cambio desaparecen sin dejar rastro. De nuestro primer viaje a Tailandia hace ya una década conservamos muchos recuerdos borrosos y otros con clara nitidez. Entre los claros guardamos con especial cariño aquel primer día en Bangkok, nuestro primer contacto con Asia. Al igual que ahora, viajábamos sin rumbo, sin tener definido el siguiente destino, dando tumbos 5 amigos con la mochila a la espalda, unas más pesadas que otras. La capital tailandesa nos apabulló desde el primer minuto, una humedad insoportable, su polución y el tráfico caótico, la suciedad, los cientos de cucarachas, los sabores y los olores. Todo era nuevo y reclamaba nuestra atención, alucinábamos con exóticas frutas, puestos callejeros y majestuosos templos, nos volvíamos locos comprando recuerdos a precios ridículos y nos las deseábamos para cruzar el mar de coches que eran las calles. Era la primera vez que veíamos un tuktuk, que nos intentaban timar, que éramos acosados por cientos de insistentes vendedores o que nos veíamos sorprendidos por los fugaces aguaceros del monzón.En medio de aquel caos se levantaba Khao San Road, el lugar de reunión de todos los viajeros independientes del mundo, el vibrante oriente concentrado en pocos metros cuadrados, un lugar desde donde parecía posible empezar un viaje a cualquier parte del mundo, una pequeña calle repleta de minúsculas tiendas con imitaciones por doquier, vendedores ambulantes y luces de neón, todo en un ambiente de caos controlado, un rincón exótico y decadente a partes iguales, hostil y extrañamente acogedor donde resultaba sencillo imaginar aquella escena inicial con Leonardo de Caprio en busca de “La playa”.Rememorar aquel viaje de buenos recuerdos, regresar a las calles de Bangkok era uno de los muchos objetivos de este viaje, para recordar sensaciones, olores y calores y sobre todo por su significado para nosotros, una especie de vuelta a los orígenes. Muchas cosas que parecían borradas en la memoria volvieron a resurgir arrancándonos más de una sonrisa, pero la realidad es que apenas fuimos capaces de reconocer aquel lugar que nos apabulló 10 años atrás; ni el calor nos pareció tan sofocante, ni las calles tan sucias, ni sus olores tan marcados, ni los vendedores tan insistentes, y Koh San Road aunque flanqueada por los mismo edificios parecía despojada de su antiguo sabor convirtiéndose a nuestros ojos en un lugar banal, repleto de bares y grandes televisiones mostrando partidos de futbol a todas horas. Un lugar totalmente distinto al que teníamos idealizado en nuestra mente mezclado con recuerdos borrosos. Sin duda muchas cosas habían cambiado; había desaparecido nuestro miedo a lo desconocido, la curiosidad de lo nuevo y posiblemente gran parte de nuestra capacidad de sorpresa, un don que se tiene tan solo una vez, pero que una vez perdido nos permitía ver cosas que seguramente siempre habían estado allí y hasta ahora permanecían ocultas tras las brillantes luces de neón de Khao San Road.

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