Revista Cine
Killer Joe es la historia de un gusano que se introduce en una manzana ya podrida y llena de larvas para tratar de organizar su estructura; o, lo que es lo mismo, la historia de un lobo feroz que se inmiscuye en el hogar de una familia desestructurada y repleta de chiflados; o, lo que es lo mismo, la historia de un detective que también trabaja como asesino y que no se va a conformar hasta recibir el pago del trabajito que le encarga esa familia. Y Killer Joe, también, es el regreso del mejor William Friedkin, el genio que, en los 70, dirigió obras rompedoras como The French Connection, El exorcista y Carga maldita, y, en los 80, nos trajo A la caza y Vivir y morir en L.A. Súmese a ellas alguna obra menor, y dos o tres que no he visto, y tendremos una carrera que empezó de la mejor manera posible y acabó dando películas flojas en las dos siguientes décadas. The Hunted (La presa), por ejemplo, tiene un pase, no está mal, pero carece de la potencia de los filmes citados. En Killer Joe, en cambio, Friedkin vuelve a ser un provocador, a traernos una propuesta que no es para todos los públicos, a darle giros al argumento que no podíamos haber imaginado. En líneas generales, la película cuenta la historia de un padre y un hijo que pretenden contratar a un asesino para que liquide a la ex mujer del primero y madre del segundo, creyendo que, cuando muera, el dinero de su testamento irá a las manos de la hija. Luego se repartirán el dinero. Pero las cosas, como suele ocurrir cuando los principiantes se meten en el mundo del crimen (recordemos Fargo, Un plan sencillo y Pain & Gain), se tuercen hasta extremos inimaginables. Killer Joe no se estrenó en salas comerciales en España y, tras verla, puedo entender por qué: es demasiado atroz, demasiado fuerte para quienes estén acostumbrados a lo que parece cine comercial. Pero para analizar punto por punto todas las perversiones y brutalidades que Friedkin pone en escena tengo que meter spoilers, así que el siguiente párrafo sólo deberían leerlo quienes ya la hayan visto. SPOILERS: Emile Hirsch interpreta a Chris, un muchacho impulsivo, traficante a pequeña escala y con la cabeza hueca, que debe dinero a unos mafiosos. Si no paga pronto, ya sabe lo que suele ocurrir en estos casos: un traje de madera y al hoyo. Así que se le ocurre contratar a Joe (Matthew McCounaghey, en otro de los mejores papeles de su vida), un tipo del que le han hablado: oficialmente trabaja como detective para la policía; pero en entornos clandestinos se sabe que también es asesino a sueldo. Chris convence a su padre, el redneck Ansel (Thomas Haden Church), para encargar a Joe que mate a la madre del chico y ex mujer de Ansel; le han dicho que, cuando muera, el dinero del testamento caerá en Dottie (Juno Temple), la hija. Toda la familia (salvo la ex) vive en una caravana junto a la actual pareja de Ansel, Sharla (Gina Gershon), de quien el espectador en seguida sabe que tiene un amante. Hasta ahí todo bien. Pero el asunto se complica porque Joe cobra por adelantado, sin excusas, y la familia no tiene el dinero. Tras ofrecerle el trato (cobrará cuando ellos cobren la pasta del seguro), Joe decide que lo hará con una condición: quedarse con una fianza, y la fianza será el virgo de la hija, de 12 años (aunque la actriz que la interpreta tiene casi el doble de edad). No dejará de ver a la chica (que está un poco loca, o al menos parece desequilibrada) hasta recibir su dinero. Una vez muerta la mujer, el caso se complica aún más: el dinero no va a parar a manos de Dottie, sino a las de Rex, que estuvo liado con la muerta y que, en realidad, es el amante secreto de Sharla, con quien se ha compinchado para venderle el cuento a Chris y que contrate a Joe. Pero esto lo desvelará Joe en el acto final, que transcurre en la caravana, con un interrogatorio brutal mediante el que el poli psicópata acorrala a Sharla, con la humillación de Ansel y de la propia Sharla (en una escena que pone los pelos de punta: Joe, tras partirle la nariz a la mujer, se coloca un muslo de pollo frito en la bragueta y la obliga a chuparlo, simulando una felación que deja en paños menores aquella paja que Harvey Keitel se hacía delante de dos chicas en Teniente corrupto). En USA, la película fue calificada R por la brutalidad de su violencia, por lo gráfico de sus desnudos, por el lenguaje y por emplear drogas en el argumento. Por eso me interesaba analizar el argumento: porque hay un ex marido y un hijo que matan por encargo a una ex y a la vez madre, porque hay infidelidad, un poli corrupto y psicópata, una especie de pago en carne por el que una muchacha pierde su virginidad (permitido por la familia), etcétera. Es curioso que, a pesar de lo grotesco de la situación del último tramo de la película, Friedkin se las arregle para introducir algunas pinceladas de humor negro que suavizan (sólo un poco) la tensión. McCounaghey también se merecía un Oscar por esta interpretación, no sólo por Mud. Su personaje es capaz de inspirar asco, miedo, respeto y aversión. Una gran película, y pronto será de culto. Al tiempo.