Revista Opinión
No es un ocioso ni-ni descerebrado; aunque lo parezca. Se trata de Kim Schmitz, 27 años embutidos en 146 kilos, millonario ad absurdum, incriminado por el gobierno estadounidenses por pirateo y malversación de fondos. Kim, the bad kid, pasó de ser un ned hacker a venderse como consultor de seguridad informática, y hasta hoy era considerado el Steve Jobs del intercambio de materiales audiovisuales, creador del famoso portal de descargas Megaupload. Kim es hijo de su tiempo, la antítesis del hombre americano hecho a sí mismo. Simplemente tuvo la astucia y el ingenio de prever los signos de los tiempos. Kim mira la vida, como el resto de su I-generación, a través de una pantalla, a la que está permanentemente enchufado. Su Facebook revienta de amigos virtuales y manda mensajes ininteligibles a través de Whatsapp. Prefiere la red-alidad que la vida al otro lado del ciberespacio, la de carne y hueso, donde la información no vuela y un gesto importa más que un emoticón. La red es un cálido útero en el que abandonarse; tiempo y espacio quedan en suspenso, la amistad es un axioma y todo es de todos.Kim aún no acaba de creerse su calvario con la justicia. ¡Él, que tanto bien ha hecho a la Humanidad, que tantas horas de ocio feliz y gratuito ha generado! Debieran condecorarle en vez de arruinar su obra. ¡Ya me echarán de menos, ya!, se dirá en la fría oquedad de su celda, aislado, sometido a la cruel tortura de no poder estar a más de 100 metros de un gadget digital.Kim es en verdad san Kim bendito, mártir en vida, patrón de los grupis de la nube, benefactor de la especie humana, azote del monoteísmo capitalista aventado por Sony, Warner, Disney y demás iglesias. Kim, ora pro nobis, allí donde estés. Vuelve, te necesitamos.Ramón Besonías Román