La leyenda de King Kobra no lleva demasiado bien el paso del tiempo. Cierto que nunca fueron súper-ventas ni lograron sobresalir del pelotón glam-metalero de serie B, pero otras bandas con un éxito, en su mejor momento, todavía inferior han logrado un status de culto que la apuesta ochentera del eterno Carmine Appice no posee. O al menos, a la hora de buscar acompañante para su show, reconocidos hard-rockeros de la ciudad me soltaron pretextos del estilo "nos lo controlo" o "en su momento se me pasaron por alto".
Para que vamos a engañarnos, yo tampoco soy un experto en la carrera de esta banda, pero lo escuchado en las semanas previas no sonaba nada mal y, además, me apetecía una primera cita con músicos del calibre de Paul Shortino (a falta de Mark/Marcia Free, bueno es uno de los vocalistas de más caché de la década prodigiosa del metal), Johnny Rod (demente compañero de juergas de Chris Holmes en W.A.S.P hasta que Blackie dijo basta), David Henzerling (alma de los infravalorados Big Cock) y, por supuesto, el mostacho más reconocible del rock (con permiso del de Freddie Mercury), Mr. Appice. Lástima que Mick Sweda, a quien tengo gran aprecio por su trabajo con Bullet Boys, no forme parte de esta gira. En definitiva, tres quintas partes de la formación original (en el lugar de Sweda, un púber con un look a semejanza del Ted Nugent más cavernícola y edad para ser el nieto de alguno de sus compañeros) + un Shortino que lleva prestando sus servicios toda la presente década. Sobre el papel, alicientes de sobra.
A la hora de la verdad, si restamos importancia a las puntuales desconexiones mentales de Shortino, la impactante -por desastrosa, de afable señor mayor que ha bajado a comprar el periódico- imagen de Henzerling y a la atropellada ejecución de clásicos como "Hunger", "Ready to Strike" o el "Wild Child" de W.A.S.P, el concierto fue resultón y divertido -ni más ni menos-. ¿Podrían sonar más conjuntados? ¿Pecan de cierta falta de profesionalidad? Afirmativo, pero dudo que nadie del público -formado en su mayoría por caballeros metálicos de talla XXXL- pasara un mal rato. Henzerling y el nieto clavan sus partes de guitarra, Shortino conserva una garganta prodigiosa, Rod es un chimpancé fuera de control que garantiza que el aburrimiento nunca hará acto de presencia mientras él esté encima (o debajo) de un escenario y la banda interpreta un set-list razonablemente sólido (que combina a partes iguales las piedras angulares de sus dos primeros trabajos con los mejores temas de sus dos recientes y recomendables trabajos para Frontiers, más un bonito homenaje a DIO en forma de "Heaven & Hell"), así que mis pulgares van hacia arriba. Curiosamente, la, a priori estrella de la función, Appice, sepultado en el fondo del escenario por su kit de batería y amargado por los problemas con el micro -tras un par de intentos arrojó la toalla comunicativa con el público-, tuvo un papel más secundario de lo esperado. Su estrella sólo fulguró en el imprescindible, tratándose de quien es, solo de timbales. A pesar del sabotaje de su bajista-primate.
En definitiva, como reza el tema escogido para cerrar el sarao, en un show de King Kobra todo hijo de vecino "Have a Good Time".
Por cierto, que no se me olvide: buen trabajo por parte de Tabü, encargados de calentar la velada con su hard melódico de muchos kilates. Tabü