Los arquitectos nos quejamos de la arquitectura espectáculo, pero todos vivimos en un espectáculo total. Todo es espectáculo. ¿Cómo no iba a participar también la arquitectura en él?
Cada vez es más frecuente que en las noticias de la tele nos hablen de un "espectacular accidente", o de un "terremoto espectacular", o de un "atraco espectacular".
Es decir, esas desgracias (accidente, terremoto, atraco) nos son propuestas a todos nosotros como elementos de diversión. Todo es un espectáculo. La muerte y el hambre. La tragedia. La usura, la crueldad, la enfermedad, el mal. Todo.
A eso se reduce todo: a espectáculo.
Tal y como lo dicen en las noticias, se conoce que en tal país han muerto cientos de personas sólo para que nos divirtamos, ya que, según nos dice el pedropiqueras de turno, la matanza ha sido "espectacular".
"Espectacular" es lo propio del "espectáculo", y un "espectáculo" es una función o diversión pública.
(Sí, ya sé que el DRAE ha terminado por admitir también la desviación que yo estoy denunciando, pero el DRAE es un notario que va glosando -con retraso- los crímenes que se van perpetrando contra nuestra lengua).
Entonces, si hasta las matanzas, las guerras y los genocidios son ya espectaculares, ¿por qué no iba a serlo la arquitectura, que tiene muchos más motivos y más razones para ello?
Como ya comentamos hace poco, Frank Gehry se enfadó porque le dijeron que su arquitectura era espectáculo. Pues claro que lo es. ¿Cómo no iba a serlo?
Así se puso Frank Gehry cuando le hablaron de arquitectura espectáculo
La gente va a Oak Park a ver las Prairie Houses, o a Sidney a ver la ópera, o a Ronchamp, o a Nueva York o a Barcelona para ver edificios y plazas. ¿Por qué no iba a ser un espectáculo la arquitectura?
Claro que lo es. Es una fuente de diversión, de alegría y de placer. Pues qué maravilla y qué bendición.
Otra cosa es cuando la arquitectura es sólo espectáculo, y además malo: del nivel de "Humor amarillo" o "Sálvame de Luxe".
Puesta a ser un espectáculo, podría ser uno mejor.
El problema no es que la arquitectura sea espectáculo; el problema es que cuanto peor espectáculo es a más gente gusta.
Claro, que eso no le pasa sólo a la arquitectura. Lo mismo sucede con la novela, con la canción, con el cine... Lo malo es constatar que la aceptación popular va en sentido contrario a la calidad de las obras.
Señor Ghery: Cuando alguien hace esto
Frank Gehry, Clínica mental en Las Vegas
(Por si necesitabas una temporada de reposo: Pues te fastidias)
no puede pedir respeto después, ni enhestar el dedo corazón de la mano derecha mientras lanza miradas de monja cabreada a quien, honradamente, le ha preguntado por su arquitectura espectáculo.
Es curioso: Si te dicen que tu arquitectura es espectáculo te cabreas, pero si te dicen que es espectacular te sientes muy honrado.
-Señor Gehry: Ha hecho usted una clínica espectacular.
-Muchas gracias. (A ti no te levanto el dedito).
Incluso salvadores de la patria que propugnan una nueva sociedad ideal y revolucionaria acaban cayendo ante el espectáculo.
El rey desnudo y su sastre
Y en países que tienen serios problemas de abastecimiento y donde se nos cuenta (seguro que son insidias imperialistas) que carecen incluso de papel higiénico (por ejemplo) a sus dirigentes no les tiembla la mano para encargar arquitectura espectáculo. (O, si lo preferís y lo veis mejor, arquitectura espectacular).
El cine es puro espectáculo. El problema es que alguien considere espectacular Pepito Piscinas. Y también que valore la calidad de una película sólo por el número de helicópteros y aviones estampados.
Ese desvío de criterio y de interpretación lleva al kitsch. Un amigo mío ha llegado a una opinión extrema y brutal: "Si algo le gusta a la gente masivamente, entonces es kitsch". Es como una prueba del nueve (y una falta absoluta de fe en la Humanidad): ¿Tal cosa gusta? Kitsch.
Cristiano Ronaldo, Gaudí, Sinatra, Spielberg, Messi, Gehry, Antonio López, Torrente, Pérez Reverte, J. K. Rowling, Belén Esteban, Murakami, Zaha Hadid, Joaquín Torres, ochoapellidosvascos, David Bisbal... son kitsch.
Para mi amigo sólo se salvan del kitsch los malditos, los que están encerrados con su tragedia sin que nadie les conozca.
Yo no estoy de acuerdo con él, pero ahí lo digo por si lo queréis pensar. Algo de razón tiene. Tal vez más que la que yo le concedo.
Frank Gehry, Zaha Hadid, Norman Foster, Rem Kolhaas... empezaron siendo auténticos, investigando, penetrando en problemas arduos y encontrando algunas soluciones brillantes y algunas propuestas provocativas. Pero tuvieron éxito y el éxito los transformó. Es natural. El éxito transforma, por definición, a quien toca. No es lo mismo crear contra viento y marea, en el sufrimiento, la pobreza y la soledad, echando la vida por la boca, que hacer tu trabajo entre el aplauso y el dinero, los halagos y las oportunidades de lucimiento por doquier.
Por una parte, el exceso de facilidad lleva a la autocomplacencia y a la bajada del listón de exigencia. Por otra, cada vez tiene uno más encargos y no los puede atender personalmente, y se rodea de un ejército de colaboradores, que para poder trabajar necesitan un estilo y una maniera. Hay una especie de "sello de estudio" y de "piloto automático", de modo que el arquitecto estrella recibe los mejores encargos de su vida justo cuando está en las peores condiciones para afrontarlos.
Aparte de la propia arquitectura, el gran arquitecto kitschpectáculo tocado por los dioses está en condiciones de componer sonetos, diseñar zapatos, tocar el clavicordio, hacer esculturas o lo que se le ponga en las narices, siempre con éxito y con aplauso.
Y, sobre todo, el gran arquitecto es siempre un gran polemista y exhibe ideas interesantísimas. Entre creación y creación tiene unos momentos de reflexión y estudio. Igual hace un rascacielos retorcido que escribe diagnósticos sobre la ciudad.
El editor, los lectores, los admiradores... todos están encantados porque esas sabias palabras las ha escrito ÉL. Es más: son sabias porque son suyas. Lo único que importa es el autor. Su nombre se imprime en un tipo mucho mayor que el del título, y la portada, de una manera borgiana, enlazando puntos, tramando redes y superponiendo capas termina por dibujar su propia cara. ÉL. ÉL. Oh, es ÉL.
¿Cómo no va a ser espectacular la arquitectura de toda esta gente si ya hasta sus opiniones e ideas se celebran kitschpectacularmente por ser ellos quienes son, y se proponen como espectaculares porque sí?
Igual que no hay debates serios sobre esta arquitectura en los medios-espectáculo que la ensalzan, tampoco hay opinión, ni crítica, ni enseñanza, ni nada, sobre todas esas ideas-espectáculo de usar y tirar, de moda, de ocurrencia, que publican los editores-espectáculo. Y los alumnos desorientados (a menudo por profesores frívolos), lectores-espectáculo por imperativo estructural, carentes a menudo de información y de apreciación sobre libros más sensatos, más profundos, más certeros, consumen toda esta hojarasca-espectáculo ávidos de tener alguna revelación, pero sobre todo ávidos de tener algún contacto, algún contagio con el éxito, algún vislumbre del triunfo, del tan ansiado kitschpectáculo.
Arquitectura espectáculo, urbanismo espectáculo, pensamiento espectáculo. A veces me siento muy saturado, muy cansado. A veces me dan ganas de borrar el "espectá" y dejar el término en su justa medida.
(Otra salida de pata de banco. Si no te he fatigado demasiado te agradeceré que cliques el g+1).