En ocasiones para relajarnos y olvidarnos por un rato del ruido de la vida cotidiana basta con una taza de té, una lectura ligera y poco más. Y desde luego, Kitty of the roses hace perfectamente esta función de bálsamo, un bálsamo algo edulcorado, eso sí.
Los que os pasáis con cierta asiduidad por esta bitácora sabéis bien que no encontraréis por aquí literatura romántica; o quizá debiera decir, para ser más precisa, literatura romántica actual. Porque a un romance corto, ingenuo, naive hasta el extremo como Kitty of the roses, con el sabor de antaño- se publicó hace más de un siglo, en 1904-, que nos transporta a otra época, que nos muestra otro modo de pensar y nos acerca otros estilos y modos de vida hace tiempo ya caducos, a este tipo de historias no le dijo yo que no.
¿Hondura psicológica? ¿Intrincada línea argumental? ¿Complejo vocabulario? ¿Originalidad del planteamiento? No, la verdad es que no. La historia de Kitty of the roses, funciona como plácido sedante por la cadencia de su ritmo, por la fragancia de las rosas que se nos impregna durante todo el relato, por el suave discurrir de este cándido amor a primera vista entre los protagonistas y que iremos siguiendo durante apenas 174 páginas.
Un exitoso arquitecto de Nueva York, Stephen Burton, está pasando unos días del mes de junio en Belle Harbour, un pequeño pueblecito tranquilo y alejado del bullicio y el progreso, para terminar el proyecto que ha de entregar en breve. Desde su mesa de trabajo y a través de la ventana, abierta a la brisa del verano, puede admirar el frondoso jardín de la casa en la que se aloja y el de la casa colindante. Un buen día una joven, Kitty, aparece en el jardín a coger algunas rosas...
Kitty of the roses es una novela corta del prolífico autor americano Ralph Henry Barbour- escribió además de algunas breves historias de temática similar a esta, muchas novelas juveniles para muchachos- que podéis leer en inglés en este enlace de Internet Achive. Podréis disfrutar de la cute edición con ilustraciones de Frederic J. von Rapp.
"Through the wide-open window floated in a fragance of dew-drip-ping flowers."
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