Alex Proyas vuelve por los fueros de la ciencia-ficción en esta superproducción apocalíptica muy acorde con los tiempos inciertos en los que parecemos encontrarnos. Señales del futuro recupera la función atemorizante de la ciencia-ficción más clásica y se presenta como un toque de atención a nuestra conducta respecto al planeta y el entorno que nos rodea.La película nos lleva a 1959 donde los alumnos de una escuela enterraron una cápsula del tiempo con lo que ellos pensaban que sería el futuro. De ahí nos traslada a 2009 para descubrir que entre esas fantasías infantiles se encuentra una carta llena de números que esconden terribles profecías sobre el fin del mundo.El director hace gala de su talento para envolvernos en una atmósfera terrorífica y, a veces, desconcertante que lamentablemente, a medida que avanza el metraje, se va apagando sin que nadie pueda hacer nada para evitarlo. Y es que a pesar del realismo con el que logra inquietarnos y de unas secuencias (como la del accidente de avión) que hacen que nos agarremos a las butacas, lo enrevesado y confuso de la historia lo tira todo para atrás.Destellos de filmes como Dark City, numerología y profecías a mansalva, seres que parecen sacados de Hellraiser, algunos visos bíblicos y una sorpresita que otra, aderezados con los dramas familiares que no pueden faltar en los taquillazas de este tipo, así como sus dosis de terror y acción, terminan por conformar un revoltijo demasiado espeso para no sufrir una indigestión. El intento ha sido bueno, pero se ha quedado ahí: visualmente sobrecogedora, pero dramáticamente floja hasta caer en el aburrimiento y la previsibilidad. Se le quiere dar un peso emocional equivocado y vacío a la relación padre e hijo; demasiado sentimentalismo, que como bien muestra la cara de Nicolas Cage durante toda la cinta, no se cree ni él. Y es que las cosas como son: la cara de miedo, de dolor o de amor profeso hacia su hijo, son sospechosamente muy similares. Aquí no se discute la capacidad interpretativa del actor (sobradamente demostrada con filmes como El ladrón de orquídeas, The Weather Man o Living Las Vegas), sólo que en la película que nos ocupa abusa de sus malos hábitos.
En definitiva, cinta para engordar los bolsillos de la industria del cine y de las palomitas, pero con un mensaje diseminado entre sensiblería vacua y grandes efectos.