Querido lector que aún no se ha cruzado con el talento literario del autor de cuya novela le hablaré hoy, me veo en la obligación de avisarle que voy a intentar por todos los medios a mi alcance que añada usted a su lista de libros pendientes de leer, ocho más. Sí, ha leído bien, ocho. No se asuste y, sobre todo, no lo pague conmigo, al fin y al cabo yo no soy culpable de que usted haya vivido ajeno al panorama literario de este país y ahora tenga tanto trabajo por delante, le aseguro que será una faena que realizará con sumo placer. Es más, le diré que me da envidia por tener ahora la oportunidad de entrar por primera vez en este universo gellidista, un viaje que nunca olvidará. Al resto sé que no os digo nada nuevo así que, sin más preámbulos, hoy os hablo de Konets.
Sinopsis
Olek Opiozcenek no es únicamente un nombre más en el extenso listado de víctimas que conformaron la «Obra» de uno de los más crueles asesinos en serie de la historia. Aquel niño nacido de la perversa simiente de Augusto Ledesma ha crecido bajo los cuidados de sus abuelos maternos y con el respaldo económico de una peculiar hada madrina: Rusalka. Sin embargo, Olek está empeñado en desenterrar esos secretos del pasado exprimiendo sus habilidades como hacker; pero, en ocasiones, descubrir el punto de partida condiciona el itinerario y, consecuentemente, el destino.Konets («fin» en ruso) es un thriller frenético, un tratado sobre la maldad estructurado en cuatro movimientos y desarrollado en dos escenarios temporales: la adolescencia de Olek y su madurez, o, lo que es lo mismo, el antes y el después de los sucesos que se narran en Khimera. Ambas novelas conforman el engranaje conclusivo entre las dos aclamadas trilogías «Versos, canciones y trocitos de carne» y «Refranes, canciones y rastros de sangre» que han atrapado a miles de lectores en el inabarcable universo gellidista.
Mi opinión
Hoy es complicado hacer el pequeño resumen del argumento con el que normalmente comienzo mis reseñas y no solo porque Konets abarca un espectro temporal amplio, sino porque su estructura se basa en cuatro movimientos autoconclusivos con un nexo argumental que dota de coherencia a la novela mostrando al lector el antes y el después de Khimera, engranaje de las dos trilogías publicadas, y poniendo el final necesario para entenderlas.
Echo la vista atrás, releo lo que ya he escrito sobre las anteriores novelas y constato, una vez más, que César Pérez Gellida, sin dejar de sorprendernos nunca, se mantiene fiel a las señas de identidad con las que ha conseguido un estilo propio inconfundible con el que sitúa a sus lectores en el núcleo de la trama gracias a una prosa audiovisual con la que proyecta imágenes, especialmente en las escenas de acción que nos hace vivir, y con la que nos hace navegar por temas tan complejos como lo ha sido para mí el metaverso, ese mundo virtual que con conceptos de física teórica el autor ha intentado hacernos tangible. Me ha supuesto todo un reto adentrarme en ese universo, son nociones que me resultan realmente complicadas de entender y que solo con la dosificación del que ha debido ser un exhaustivo proceso de documentación ha conseguido el autor que me hiciera una idea general y más que suficiente de lo que nos está contando, así que no os asustéis porque aunque Konets no es una novela fácil, me atrevería incluso a decir que es una novela arriesgada, hasta las partes más densas de la lectura, que realmente son pocas, las disfrutaréis como las he disfrutado yo.Konets es una novela escrita a ritmo de thriller y como tal una vez que empiezas a leer es realmente difícil encontrar el momento de parar, aunque solo sea para dormir un rato y hacer algo de vida fuera del universo gellidista. Este ritmo, que por momentos se torna trepidante, no impide que el autor vuelva a demostrar su capacidad para crear grandes personajes y en esta nueva novela nos ofrece uno de los mejores, Olek Opiozcenek, al que conoceremos en la adolescencia, esa etapa trascendental en la vida en la que tantas bases se sientan, y con el que viajaremos hasta su madurez, esa otra etapa en la que somos el producto de aquellas bases y de nuestras decisiones. Un personaje con una evolución coherente que el autor ha sabido plasmar de tal forma que como lectora me he sentido acompañando a Olek, personaje poliédrico donde los haya, sufriendo con él y viajando del amor al odio y viceversa cada vez que una de sus muchas aristas me arañaban o acariciaban.
Konets es pura ambición literaria y con ella, demostrando cuánto ha crecido como autor, César Pérez Gellida hace gala de una capacidad narrativa indiscutible no solo porque engarza con naturalidad todas sus novelas anteriores y da respuesta a incógnitas que pudieron quedarnos, sino principalmente porque como lectores nos lleva por donde quiere y nos crea la ilusión de tenerlo todo controlado para en cualquier momento dar un giro inesperado y sorprendente que relega a un puro espejismo el control que creíamos tener sobre los detalles y es que no en vano son muchas las novelas que llevamos a nuestras espaldas y yo al menos me enfrento a las suyas con la firme intención de que no vuelva a colármela. Nada más lejos de la realidad. Me la cuela de nuevo y lo hará mil veces más. ¿Sabéis que es el autor que más tacos e insultos, siempre desde el cariño, me arranca conforme leo?
Memento mori, Dies irae, Consummatum est, Khimera, Sarna con gusto, Cuchillo de palo y A grandes males, y todos los grandes personajes que en ellas vivieron y que tanto me hicieron sentir y sufrir no podían tener mejor colofón que Konets, con un desenlace colosal que me dejó sin aliento. César Pérez Gellida ya ha escrito de su puño y letra, o tecla, la palabra fin. Yo necesito unos días más para despedirme de estos intensos cuatro años.