Hong Kong es una de las ciudades con mayor concentración de población en áreas específicas, debido a que gran parte de su área es montañosa. Aún teniendo en mente las imágenes del fotógrafo Michael Wolf en su serie “Architecture of density” que muestra casi en formato de “Patterns” los complejos habitacionales y características de vida cotidiana en la ciudad, hay lugares que superan esas realidades y rozan la ciencia ficción, así como el límite de la dignidad y convivencia humanas.
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Un poco de historia y contexto:
La isla fue protagonista de las guerras del opio que libraron China e Inglaterra en el siglo XIX, cuya derrota para el país oriental concluyó en la anexión de Hong Kong y otros territorios al gobierno británico.
Desde 1600, la Compañía de las Indias Orientales ostentaba el monopolio del comercio con Asia, y el principal recurso que importaba era el té. El té se había convertido en un bien de consumo global y habitual , demandado en todos lados. Sin embargo, a finales del siglo XVIII sólo podía comprarse en un país: China. A partir de la independencia de EEUU (1783), la Compañía de las Indias Orientales tuvo que soportar la presión de la competencia americana en China.
Con su monopolio quebrantado, la Compañía de las Indias se vio obligada a sobrepasar en volumen de compras a sus competidores, doblando sus importaciones de té en los años que siguieron a la independencia. Sólo había un problema: los chinos, como el emperador Qianlong había hecho saber a Lord Macartney, (su primer enviado para establecer lazos comerciales) sólo aceptarían plata.
Hacia 1793 los británicos enviaron a Lord Macartney en un viaje de un año con una delegación de personal y ofrendas infinitas para el Emperador con el interés de obtener facilidades de acceso a los puertos chinos y colocar la mercadería de sus industrias. Fue conocida como la primera misión inglesa oficial a tierras orientales, la cual fracasó rotundamente por desconocimiento cultural y de percepción de la realidad de ese mercado. China estaba en su apogeo como potencia y es conocida la respuesta del Emperador Qianlong “Ya lo tenemos todo, no vemos el valor ni necesitamos objetos o posesiones que ofrecen vuestra industria y manufactura”.
Para hacer frente a esta crisis, los comerciantes ingleses introdujeron una nueva mercancía que los chinos comprarían, y que ayudaría a equilibrar la balanza de pago: el opio. El opio comenzó a intercambiarse en China a cambio de té, hasta el punto de que en 1836, Inglaterra consiguió volcar la balanza de pagos a su favor. En vísperas de la Primera Guerra del Opio de 1839, la droga se había convertido en la herramienta imprescindible de un sistema de intercambio global que financiaba la deuda pública de la India Británica, proveía las fábricas inglesas de algodón a bajo precio, mantenía vivo el comercio del té y daba un extra de capital en plata
Tan sólo la venta de té en Europa representaba una cifra equivalente al coste de la Armada inglesa. El opio alimentaba el entramado mercantil que hacía posible la Revolución Industrial, y que garantizaría la superioridad de Inglaterra y Occidente. De esta forma podría decirse que la Corona británica funcionaba como una suerte de cártel de narcotráfico para equilibrar su economía.
Hacia 1839, llega al país una avalancha de estupefacientes, importados por un grupo de contrabandistas eficaces y bien organizados.
Fue tal la adicción que generó que en esa época, que 12 millones de adictos en China trabajaban para destinar el 80% de su salario a la
compra del narcótico.
Luego de solicitar, infructuosamente, a la reina Victoria que cesara el ingreso de opio a China, el emperador Daoguang prohibió la venta y el consumo de opio en su país, lo que ocasionó que la Corona británica enviara una flota que finalmente derrotó a China.
Como consecuencia, el emperador hubo de firmar el Tratado de Nanking, por el que se obligaba a China al libre comercio -el del
opio incluido- con Inglaterra, a través de cinco puertos (el más importante de ellos, Cantón) así como a la cesión de la isla de Hong
Kong durante 150 años .
Así fue como Hong Kong se mantuvo bajo el gobierno británico hasta 1997, año en que se devolvió a China con la condición que se mantuvieran determinados lineamientos de gobierno y economía que mantienen por 50 años más, diferenciando la gestión de la isla del resto del país de política comunista.
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Kowloon City era una antigua fortaleza que con el aumento demográfico, comenzó a alojar una población desplazada de otros lugares y a crecer exponencialmente. El área si bien estaba dentro del control británico, era abandonada a su suerte e ignorada por el Municipio y la Policía salvo en ocasiones de fuerza mayor. Ello hizo crecer la delincuencia, el narcotráfico y la prostitución, ganándose el apodo de “Sin city”. No había servicios de saneamiento ni agua o electricidad, que directamente se robaba a la red pública y por precariedad generaba numerosos incendios. Se construían niveles enteros encima de los anteriores en forma clandestina, dejando calles de poco más de un metro de ancho, y una mayoría de viviendas que no accedían a luz natural en ningún momento.
A esta situación debía sumarse el pasaje por su espacio aéreo, de aviones rasantes en maniobra para aterrizaje hacia el aeropuerto Kai Tak, uno de los de mayor tránsito de Asia, a poca distancia (hoy desafectado por el nuevo Chek Lak Kok). Esa cercanía (tal que los niños jugando en sus patios podían literalmente saludar a los pasajeros en vuelo) fue la única causa de la limitación en altura del complejo Kowloon.
La causa de esa situación extrema de tener los aviones pasando en forma rasante por sus azoteas radicaba en la particularidad geográfica del aeropuerto. Hasta la inauguración del nuevo aeropuerto, Kai Tak era conocido como el terror de los pasajeros y el respeto de los pilotos al requerir una maniobra extrema, especialmente para aterrizajes que rozaban zonas residenciales densas, generando perspectivas surrealistas.
El aterrizaje en la pista 13 de Kai Tak era un truco de circo. No permitía acercarse a la pista directamente, ya que para ello era necesario violar el espacio aéreo de China y, en segundo lugar, este curso de aterrizaje pasaría en una proximidad peligrosa por los picos de las montañas rocosas. Ello obligaba a una aproximación no lineal sino con una maniobra en curva pronunciada que terminaba casi sobre la misma pista, que a su vez terminaba en el agua en el fin de su trayectoria.
Pese a su mala fama, el aeropuerto no protagonizó catástrofes serias a excepción de una en 1965, cuando un Hércules de la Marina estadounidense se estrelló inmediatamente después de despegar, cobrándose la vida de 59 de las 71 personas a bordo.
Siguiendo con el vecino Kowloon City, en 1987 un acuerdo entre británicos y chinos permitió alojar en otras viviendas a sus habitantes, y fue demolido en 1993.
Más tarde comenzó a construirse en su mismo predio el “Kowloon walled city park” en memoria a ese fenómeno, que conserva algunas de sus ruinas y una réplica a escala en bronce del complejo.
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