Revista Cine
La tercera jornada del Krakow Film Festival nos propone historias que cuestionan la confortabilidad de las grandes ciudades, que pueden ser también un escenario bélico como las zonas de guerra en las que se desarrollan otros argumentos. En realidad, pocos espacios parecen cómodos según la representación que nos hacen los documentales que vamos a comentar en nuestra crónica diaria. Acasa, my home (Radu Ciorniciuc, 2019) es una de estas películas que ponen en cuestión una sociedad marcada por las reglas y los límites. Al comienzo parece una historia más de una comunidad habitando espacios marginales. Algo así como una versión en Bucharest de la historia que veíamos en Punta Sacra (Francesca Mazzoleni, 2020), aquí centrada en una familia de gitanos que vive en el Delta de Bucarest, una zona abandonada que se ha convertido con los años en un espacio natural donde la desidia humana ha atraído a numerosas especies animales. Este lugar abandonado se convierte en un idílico espacio natural en el que los nueve niños que forman esta familia viven en libertad y sin preocupaciones. Pero cuya aparentemente bucólica existencia se ve alterada cuando las autoridades deciden recuperar el espacio para convertirlo en un ecosistema natural. Y es cuando la familia entra en el círculo vicioso de la burocracia y los servicios sociales. Premio a la Mejor Fotografía en el pasado Festival de Sundance, esta producción rumana describe con gran efectividad las contradicciones de una familia, representada en la figura de un padre testarudo, que no se adapta a las reglas marcadas por la sociedad. En una escena del documental, se habla de pájaros que no pueden vivir en cautiverio, y en cierta manera es una exacta representación de esta familia gitana, acostumbrada a vivir "en horizontal" (campos abiertos), pero obligada a vivir "en vertical" (pisos de los servicios sociales). La pregunta que se plantea gira en torno a de qué manera es posible mantener unas ciertas reglas y al mismo tiempo acoger a quienes tienen otra concepción de vida. La figura del padre está bien retratada, un hombre que decidió abandonar su trabajo para vivir de otra forma, un rebelde contra los márgenes establecidos. Pro al mismo tiempo su hijo mayor, el único que se acomoda a la vida reglada, le cuestiona su irresponsabilidad al negarse a dar una educación a sus hijos. Es un documental interesante, que plantea preguntas difíciles de responder. En The Foundation pit (Andrey Gryazev, 2020), el director ruso nos plantea una visión poco convencional de su país. El título está tomado de una novela satírica, "The foundation pit" (1987, Andrei Platonov) que tenía como protagonistas a un grupo de trabajadores que comienzan a excavar un pozo de cimientos sobre los que se asentará una gran casa. Pero conforme van excavando, día tras día, comienzan a olvidar el verdadero sentido de su trabajo, y el pozo se convierte en una fuerza misteriosa que los va engullendo mentalmente. Esta representación de un lugar que absorbe la capacidad de discernir de los que lo rodean es un símbolo de un país liderado por reglas censoras y una falta de libertad que en las últimas leyes promulgadas intenta también poner barreras a internet. Precisamente el trabajo del director ha consistido en recopilar cientos de mensajes grabados por ciudadanos rusos, mayormente dirigidos al presidente Putin, en los que se quejan, reclaman, protestan e insultan a través de videos colgados en YouTube, algo que de otra manera posiblemente no habrían podido hacer. Es una recopilación compleja que ha reunido unos 140 mensajes editados por Andrey Gryazev a lo largo de 70 minutos, y que estructura con sentido del ritmo todos estos mensajes de desafección y decepción. Es la Rusia que sí protesta, la que sí se rebela. No obstante, aunque resulta una propuesta interesante y valiente, se agota pronto, y al final la sucesión de discursos y reproches acaba siendo extenuante. FOCUS DINAMARCAEl Festival de Cracovia dedica este año su retrospectiva a las producciones que provienen de Dinamarca, país que viene ofreciendo en los últimos años interesantes trabajos en el género documental, como The cave (Feras Fayyad, 2019), nominado al Oscar. La participación de un grupo de productores en un coloquio ha dado paso a la programación de algunos documentales y cortometrajes relevantes de las últimas producciones danesas. Entre ellos, podemos ver en Krakow Film Festival Winter journey (Anders Østergaard, Erzsébet Rácz, 2019), esa multifacética narración documental protagonizada por Bruno Ganz que pudimos ver en el reciente Docsbarcelona. Otro de los documentales daneses presentados en esta Sección es Q's Barbershop (Emil Langballe, 2019) que se desarrolla exclusivamente en una barbería regentada por un emigrante africano que consigue tener un negocio próspero en el barrio de Vollsmose, una de las zonas de inmigración somalí más poblada de Dinamarca. Este microespacio es un lugar de encuentro en el que los jóvenes del barrio, algunos de ellos en prisión durante algún tiempo, se reúnen para cortarse o arreglarse el pelo. Es un micromundo en el que las reglas están marcadas por el joven Qasim, el dueño del local, y en el que se tienen conversaciones banales o profundas, sobre la inmigración, el arraigo, la violencia...
La violencia forma parte de la vida del fotógrafo Jan Grarup en Photographer of war (Boris Benjamin Bertram, 2019), que estará en la programación del festival español Atlántida Film Festival, cuyas fechas se han anunciado para el mes de julio. El documental acompaña a uno de los fotógrafos de guerra más famosos de Dinamarca a través de sus incursiones en Iraq o el Congo, pero sobre todo trata de acercarse a una visión más personal, en un momento en el que la ausencia de su ex-mujer debido a una grave enfermedad le obliga a cuidar de sus tres hijos. La influencia de las imágenes de la guerra en su vida es recíproca a la influencia de esta figura paternal que debe asumir con mayor dedicación, lo que también le provoca cierta conciencia de la vida que modifica asimismo su trabajo. El protagonista se encuentra más cómodo en un campo de batalla que en su propia cocina, y esta desubicación está retratada con inteligencia en la película. En las pocas intervenciones a cámara, Jan Grarup habla de su preocupación como padre, raramente de sus sentimientos frente a las escenas de violencia que ha vivido en Mosul o en otras zonas de guerra. Desgraciadamente, el documental tampoco profundiza demasiado, y aporta pocas novedades respecto a otras películas que experimentan la tensión de la guerra. Es un retrato honesto pero algo difuminado.
Para terminar nuestro repaso a algunos documentales daneses que se pueden ver en este ciclo del Warsaw Film Festival, nos detenemos en Fat front (Louise Unmack Kjeldsen, Louise Detlefsen, 2019), que aborda la rebeldía de varias jóvenes obesas contra la tiranía del cuerpo perfecto. Resulta curioso pensar que en los países escandinavos existe una preocupación notable por este tema, donde la obesidad no parece ser una de las problemáticas más destacadas. Por eso ver a estas chicas de Dinamarca, Suecia y Noruega convirtiendo su cuerpo en objeto de protesta resulta elogiable. El documental tiene una mirada optimista, resulta entretenido y divertido en la liberación de las protagonistas, que reivindican la palabra "fat" (gorda) como una expresión no peyorativa, que se enorgullecen de su imagen, que responden con inteligencia a quienes les acusan de promover un estilo de vida poco sano. Pero al mismo tiempo no es una visión superficial, sino que equilibra bien el drama de estas mujeres hasta llegar a ese estado de aceptación de sus cuerpos, historias de abusos y de insultos, de vergüenza y de ocultación. Photographer of war se estrenará en el Atlántida Film Festival.