Con esta crónica terminamos nuestro repaso por la Sección Oficial de Documentales del Krakow Film Festival. En total, 15 títulos que tienen en general un buen nivel, y en los que la vida se describe a golpe de historias de supervivencia y de liberación. Los argumentos que son protagonistas hoy están relacionados sociedades que sobreviven en condiciones extremas, y con la relación del hombre y la naturaleza, ya sea en el Mar de Bering o en el Amazonas venezolano. La realidad de una sociedad como la rusa está presente en algunos de los documentales de los que hablamos en esta crónica. Y quizás la más representativa de esta realidad es Hey! Teachers! (Yulia Vishnevets, 2020), que habla de un sistema educativo obtuso y cerrado, a través de la historia de dos jóvenes profesores que comienzan sus carreras en una escuela regular y que se inician con el optimismo de poder cambiar una forma de educación imperativa, por un acercamiento más personal a los alumnos. El microcosmos que vemos en esta escuela refleja muy bien a la sociedad rusa. En las actitudes y los pensamientos de los jóvenes ya encontramos, desde su más temprana adolescencia, actitudes de racismo, homofobia y sexismo. A estos alumnos a los que les resulta difícil responder preguntas básicas como dónde está el Norte, ya se les ha inoculado el sentimiento nacionalista que repudia a los extranjeros y se mofa de los homosexuales.
El documental funciona bien, con buen ritmo, como el reflejo de una sociedad enferma. La pretensión de los dos jóvenes profesores de cambiar de alguna manera esa rigidez del sistema educativo choca con las directrices de la comunidad educativa, con la desidia de los padres y, sobre todo, con el desinterés de los propios alumnos. La apertura y la cercanía se convierten en armas de doble filo que se vuelven en contra de estos profesores idealistas y algo ingenuos. El sentimiento de impotencia se va apoderando de los maestros. ¿Es imposible cambiar el sistema establecido? ¿Son los jóvenes alumnos de esta escuela los perpetradores futuros de videos homofóbicos y leyes racistas?
Este sentimiento nacionalista está muy presente también en el abandono de lugares históricos como las islas Kuriles, un archipiélago que se extiende desde la localidad japonesa de Hokkaidō hasta la península rusa de Kamchatka. Estas islas fueron anexionadas en 1945 a la Unión Soviética, y sus habitantes japoneses fueron expulsados. Actualmente es una zona que administrativamente pertenece a Rusia, y que está habitada principalmente por rusos. Pero la política nacionalista del país, que pretende borrar todo rastro de otras culturas, ha provocado el abandono de esta zona, olvidada y condenada. Kounachir (Vladimir Kozlov, 2019) es un documental de producción francesa que describe esta situación a través de algunos de sus habitantes. El director ruso traza una estructura que se sostiene en diversas tramas protagonizadas por diferentes personajes y que muestra este abandono progresivo de las islas. Y también describe un sentimiento contradictorio en sus habitantes, que por un lado son repudiados por Rusia, pero por otro lado se niegan a cualquier posibilidad de que las islas sean devueltas a Japón. Mientras, se siguen descubriendo restos de la cultura japonesa sepultados en la arena. La isla se resiste a abandonar las huellas que dejaron los anteriores habitantes, como una especie de preservación de la cultura y la historia. Otro lugar prácticamente abandonado es Lorino, en el Noroeste de Siberia, cuya comunidad, los Chucotos, están afrontando su paulatina desaparición, en parte debida a la extinción de las ballenas, cuya pesca es su principal medio de subsistencia. The whale from Lorino (Maciej Kuske, 2019) es una producción polaca que fue seleccionada en el pasado IDFA. Festival de Cine Documental de Amsterdam y muestra la situación de extrema pobreza en la que vive la comunidad. El documental se inicia con una leyenda mitológica que explica el origen del pueblo Chucoto: la humanidad nació del matrimonio entre un hombre y una ballena, de los que fueron naciendo los hijos que iniciaron una coexistencia pacífica. Pero un día, uno de los hombres mató a un hermano ballena, y a partir de entonces el hambre y el sufrimiento se apoderaron de la comunidad. El documental muestra la vida de los residentes, muy ligada a la dependencia de la naturaleza, tratando de sobrevivir en un lugar remoto con temperaturas de hasta 50º grados bajo cero, en condiciones de pobreza extrema, comprando a crédito en la única tienda de abastecimientos que hay, y mirando al horizonte del mar para ver si atisban alguna ballena que puedan cazar, su único medio de subsistencia. Pero cada vez hay menos ballenas y las que hay parecen saber que acercarse a la costa es una posible sentencia de muerte. Es una realidad brutal que el director muestra con distancia, deteniéndose en pequeños detalles que subrayan el inevitable destino de una comunidad. El último documental que comentamos dentro de la Sección competitiva habla de cine dentro del cine. El father plays himself (Mo Scarpelli, 2020), Mención Esepecial en el Festival Visions du Réel, es una de estas historias curiosas que nos hablan de la pasión que provoca el rodaje de una película. Estamos ante una especie de Making of que contiene tanta sustancia dramática en sí mismo que se ha convertido en un interesante largometraje documental. El año pasado, el director venezolano afincado en Canadá Jorge Thielen Armand rodó La fortaleza (2020), película de ficción que fue seleccionada en el pasado Festival de Rotterdam. La historia está basada en la experiencia real de su padre, también protagonista de la película, cuando un día decidió adentrarse en el Amazonas. La idea de tener a su padre como protagonista fue arriesgada, porque desde hace años padece episodios de ira provocados en parte por el alcoholismo. Así que el rodaje, que se muestra en El father plays himself, se convirtió en un difícil equilibrio entre los momentos de lucidez del padre y sus borracheras. la directora convierte así su documental en una especie de psicodrama que explora la relación entre padre e hijo, éste último ejerciendo como domador de una bestia que puede dar al traste con su proyecto cinematográfico. En algunos momentos el documental nos recuerda a Burden of dreams (Les Blank, 1982), aquella película que mostraba el caótico rodaje de Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982). Y aunque la grabación de La fortaleza (Jorge Thielen Armand, 2020) no llega a esos niveles de absoluta locura, funciona como reflejo de una pasión casi enfermiza, que resulta al mismo tiempo fascinante y discutible.