Krampus. Maldita Navidad es el segundo largometraje de Michael Dougherty, que después de Truco o trato. Terror en Halloween vuelve a demostrar su estimable idiosincrasia detrás de las cámaras. Seamos sinceros, no a todo el mundo le va a gustar... Si esperas sangre, misterio, elevaciones del sonido y sustos no es tu película. De hecho a uno de mis acompañantes, Krampus. Maldita Navidad le pareció, textualmente, un truño. No obstante, Dougherty sabe lo que hace y firma una cinta redonda, aunque es cierto que puede dejar sensación de no llenar.
Krampus. Maldita Navidad nos traslada al siglo XXI el folclore centroeuropeo, con la leyenda de Krampus, el antipapánoel, un ser, surgido no sabemos muy bien de qué profundidades demoníacas (quizás nuestras propias debilidades), que viene a cumplir los deseos de todas aquellas personas que, por uno u otro motivo, odian la Navidad. Dougherty no se mantiene neutral, y la secuencia inicial es una buena muestra de las impresiones que uno puede sacar de estas fechas en las que estamos inmersos, sin descender por ello a la condena más deflagradora y el mantenerse al margen. Krampus. Maldita Navidad no es un producto de marketing, guarda reflexiones, aunque fugaces, sobre la sociedad en la que vivimos; y todo ello lo hace con mucho estilo -especialmente si nos fijamos en los efectos especiales-, y con un buen pulso narrativo.
Lo que nos cuenta llega. Por suerte -los que se libran- y por desgracia -los que se ven inmersos en ella-, Krampus. Maldita Navidad nos sumerge de lleno en esa reunión anual que muchas veces se traduce en un continuo choque de pareceres con el resto de invitados; un choque de pareceres que muchas veces se camufla para que la sangre no llegue al río. Sin embargo, en Krampus. Maldita Navidad sí acaba llegando. El enfado de un niño invoca a esta figura aterradora y su séquito alocado, malvado y tétrico. Un punto fuerte de a historia es su atmósfera de resentimiento familiar, un resentimiento familiar que, sin embargo, permanece latente, hasta que se hace imposible contenerlo. Y ahí esta Krampus para solucionarlo... La imagen fresca y nítida, caliente y fría a la vez, del desenvolvimiento logra, no sin ciertos altibajos, que te mantengas atento al desenlace.
Cierto, muchos echarán de menos algo más de acción hemoglobínica, pero no es el estilo de Dougherty, que prefiere dejar paso a la insinuación y a la contemplación. A grandes rasgos, Krampus. Maldita Navidad es una película familiar de género de temporada, de temporada navideña, como lo puede ser Los fantasmas atacan al jefe o, incluso, las dos entregas de Gremlins.
Como decíamos, uno de los puntos fuertes de Krampus. Maldita Navidad son sus efectos especiales que se basan en la tradición sin olvidar la herramienta digital. La recreación del mito en imágenes es verdaderamente espectacular, con un detalle y un oficio que ya querrían muchos para sí. Pero también brillan las actuaciones, especialmente las de los componentes de la familia visitante, que logran hacer que, verdaderamente, los desprecies y te acuerdes de esos familiares tuyos que tendrás que arrostrar en las fiestas venideras, si es que los hubiere.
En definitiva, Krampus. Maldita Navidad es una cinta muy correcta y que, además, posee un brillo especial.
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