Revista Cultura y Ocio

Krishnamurti; la libertad interior...,

Publicado el 31 agosto 2010 por Jscoach
Krishnamurti; la libertad  interior...,
Espero que desde el primer día y durante estas reuniones seamos muy serios. Temo que la mayoría de nosotroshayamos venido con un espíritu de vacaciones a contemplar las colinas y las montañas, los verdes valles y losarroyos que fluyen; a estar tranquilos, a encontrarnos con los amigos y a divertirnos un poco, todo lo cual está bien; pero si hemos de sacar algo que valga la pena de estas reuniones, tenemos que ser muy serios desde el principio... acceder al libro completo
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LOS COMENTARIOS (2)

Por  Icíar
publicado el 09 septiembre a las 09:33
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Sólo decirte gracias por compartir este libro.

Por  Guzmán
publicado el 09 septiembre a las 01:40
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Jiddu Krishnamurti y Nitya. Mi hermano ha muerto; éramos como dos estrellas en un cielo desnudo. Él era igual que yo: la piel tostada por el cálido Sol en la tierra de suaves brisas, oscilantes palmeras, y ríos de agua fresca; donde son innumerables las sombras, y hay cotorras y papagayos de vivos colores. Donde las copas verdes de los árboles danzan bajo la refulgente luz del Sol; donde hay dorados arenales y mares de color verde azulado: donde el mundo vive bajo el peso del Sol, y la tierra cocida es marrón mate; donde el arroz verde centellea cautivador en las aguas limosas, y los cuerpos tostados, desnudos, brillan libres en el resplandor deslumbrante. La tierra de la madre que amamanta a su hijo al borde de la carretera; del devoto amante que trae en ofrenda vistosas flores; del santuario a la orilla del camino; de intenso silencio; de paz inmensa. Murió; lloré en soledad. Allá adonde iba, oía su voz y su risa alegre. Buscaba su rostro en cada caminante y a cada uno preguntaba si había visto a mi hermano; pero ninguno de ellos podía darme consuelo. Rogué, recé, mas los dioses guardaban silencio. No me quedaban ya lágrimas; no me quedaban sueños. Lo busqué en todas las cosas, en todos los países. Lo oía en el susurro unísono de los árboles llamándome a su morada. Y luego, en mi búsqueda, apareciste Tú, Señor de mi corazón; sólo en Ti vi el rostro de mi hermano. Sólo en ti, mi eterno Amor, veo los rostros de todos los vivos y de todos los muertos.

El Canto de la Vida, 1931. Krishnamurti 100 años de Sabiduría, Evelyne Blau.