Revista Cultura y Ocio
Espero que desde el primer día y durante estas reuniones seamos muy serios. Temo que la mayoría de nosotroshayamos venido con un espíritu de vacaciones a contemplar las colinas y las montañas, los verdes valles y losarroyos que fluyen; a estar tranquilos, a encontrarnos con los amigos y a divertirnos un poco, todo lo cual está bien; pero si hemos de sacar algo que valga la pena de estas reuniones, tenemos que ser muy serios desde el principio... acceder al libro completo
Más sobre Krishnamurti
LOS COMENTARIOS (2)
publicado el 09 septiembre a las 09:33
Sólo decirte gracias por compartir este libro.
publicado el 09 septiembre a las 01:40
Jiddu Krishnamurti y Nitya. Mi hermano ha muerto; éramos como dos estrellas en un cielo desnudo. Él era igual que yo: la piel tostada por el cálido Sol en la tierra de suaves brisas, oscilantes palmeras, y ríos de agua fresca; donde son innumerables las sombras, y hay cotorras y papagayos de vivos colores. Donde las copas verdes de los árboles danzan bajo la refulgente luz del Sol; donde hay dorados arenales y mares de color verde azulado: donde el mundo vive bajo el peso del Sol, y la tierra cocida es marrón mate; donde el arroz verde centellea cautivador en las aguas limosas, y los cuerpos tostados, desnudos, brillan libres en el resplandor deslumbrante. La tierra de la madre que amamanta a su hijo al borde de la carretera; del devoto amante que trae en ofrenda vistosas flores; del santuario a la orilla del camino; de intenso silencio; de paz inmensa. Murió; lloré en soledad. Allá adonde iba, oía su voz y su risa alegre. Buscaba su rostro en cada caminante y a cada uno preguntaba si había visto a mi hermano; pero ninguno de ellos podía darme consuelo. Rogué, recé, mas los dioses guardaban silencio. No me quedaban ya lágrimas; no me quedaban sueños. Lo busqué en todas las cosas, en todos los países. Lo oía en el susurro unísono de los árboles llamándome a su morada. Y luego, en mi búsqueda, apareciste Tú, Señor de mi corazón; sólo en Ti vi el rostro de mi hermano. Sólo en ti, mi eterno Amor, veo los rostros de todos los vivos y de todos los muertos.
El Canto de la Vida, 1931. Krishnamurti 100 años de Sabiduría, Evelyne Blau.