Revista Opinión

Kristallnacht, la noche gloriosa de Der Stürmer

Publicado el 10 noviembre 2013 por Miguel García Vega @in_albis68

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Hace exactamente 75 años, la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938,  un país presuntamente civilizado se volvió loco y protagonizó uno de los actos más indignos de la historia contemporánea. Cosa que no es nada fácil, con la propensión a los actos malvados que tiene la historia de cualquier época. Fue la Kristallnacht, la Noche de los cristales rotos. Por toda Alemania y Austria se desató la violencia contra los judíos. Las cifras varían pero se estima que hubo un centenar de muertos y más de 30.000 detenidos, que en su mayoría fueron deportados posteriormente a los campos de concentración. Para que nadie se confunda: los detenidos no fueron los linchadores sino las víctimas. Sus viviendas y comercios fueron saqueados,  las sinagogas incendiadas, así como las escuelas y hospitales judíos.

¿La causa? Según los nazis una reacción espontánea de ira antisemita en repulsa al asesinato en París  del diplomático Ernst von Rath a manos de un judío. En realidad una operación orquestada por la autoridades nazis. Incluso, con motivo del aniversario, estos días se publican nuevas informaciones por las que Hitler habría colaborado en la muerte del diplomático, negando la ayuda que le podría haber salvado, con el fin de tener la excusa para desencadenar la acción.

Pero la planificación por parte de las autoridades no absuelve de la vergüenza a una población que de repente atacó salvajemente a sus vecinos o que, en el mejor de los casos, miró hacia otro lado.  Bueno, lo de repentino no es del todo cierto.  El gigantesco y disparatado salto de castigar a toda una comunidad por el acto de uno de sus miembros no es producto de un mal momento.

Aquella infame noche debió ser una gran noche para Julius Streicher y la redacción de Der Stürmer. El fruto de un trabajo de años.

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Para llegar a esa noche de noviembre de 1938 se había recorrido previamente un largo camino. Desde el punto de vista legal, la legislación antijudía habían ido in crescendo hasta desembocar en las famosas Leyes de Nuremberg. Una leyes consentidas desde lo que hoy se llamaría la sociedad civil gracias a un ambiente hostil hacia la población de origen judío, a la que se consideraba no alemana, e incluso untermenschen. El estreno de la película Der ewige Jude (‘el judío eterno’), fue uno de los hitos. Con permiso de Goebbels, el gran arquitecto de la propaganda nazi, el periódico Der Stürmer (1923-1945), creado y dirigido por Streicher, otro de sus estandartes.

Uno de los primeros nazis

Streicher era un camisa vieja. Profesor de primaria, ingresó en el partido nazi en 1922 y participó, junto a Hitler, en el Putsch de Múnich, en noviembre de 1923. A principios de ese mismo año había fundado en Núremberg Der Stürmer, llamada a sí misma “Semanario en la lucha por la verdad”. Tras el golpe fallido de Munich fue prohibido, hasta que reapareció en 1925.

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En sus primeros años el periódico tenía una tirada de 6.000 ejemplares. A partir de 1933, con la llegada de Hitler al poder, alcanzó los 600.000. Nunca fue un medio oficial del partido, por mucho que lo pareciera, permaneciendo bajo la propiedad de Streicher. Seguro que se pueden hacer comparaciones con la actualidad, que evitaré mencionar para no caer en la indeseable reductio ad Hitlerum.

El centro de su línea editorial era acusar a los judíos de todos los males que aquejaban a Alemania, ya fueran reales o imaginarios. Con una retórica exacerbada y apoyándose en caricaturas llegaban a un público poco instruido y, por tanto, muy influenciable. Inventaban todo tipo de noticias descabelladas, como rituales secretos en los que los judíos utilizaban la sangre de niños cristianos. Un discurso primario, de lógica disparatada, que fue calando en el público alemán, con la necesaria ayuda de otros factores como el ambiente de coacción y miedo que alimentaba el régimen para favorecer la obediencia.

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Sus contemporáneos nos describen un Streicher casi paranoico, obsesionado con los judíos, convencido de que conspiran contra él. Autoritario, fanfarrón, arrogante, obsceno, amante de los placeres de la carne… Y a la vez un personaje con un discurso inteligente en privado, con una mirada aguda sobre la sociedad alemana de su tiempo. Es uno de los artífices de colocar el antisemitismo en el centro de la vida alemana, como un pensamiento que lo explica absolutamente todo.

Culpable de crímenes contra la humanidad

Personaje controvertido y odiado dentro de su propio partido, acumuló un gran poder en Franconia, y en su capital, Nuremberg, en gran parte por la protección de Hitler, que sentía una deuda con él por el apoyo de Streicher en los primeros años del movimiento.  En una de esas luchas internas entre jerarcas nazis en 1940 fue despojado de sus cargos, aunque se le permitió seguir dirigiendo Der Stürmer. Con una situación económica acomodada se retiró de la primera línea política, yéndose a vivir a su casa de campo.

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En mayo de 1945, acabada la guerra, se le identifica en Austria, y es detenido y juzgado en Núremberg. Al quedar apartado del poder en 1940 Streicher no participó en la planificación de la guerra ni del Holocausto. Pero fue tan importante su papel en la incitación del odio racial que se le consideró uno de los culpables del genocidio. Si no el arquitecto ni el planificador, sí que había sido uno de los hombres que había preparado el camino.  El 1 de octubre de 1946 fue condenado a muerte y el 16 del mismo mes ahorcado.

El trabajo de Streicher en Der Stürmer fue una de las herramientas más eficaces para la deshumanización de la comunidad judía, condición indispensable (junto al miedo o la obediencia debida)  para que una sociedad pretendidamente avanzada llegara a Auschwitz sin pestañear.  El proceso, como la Kristallnacht, no llega de la noche a la mañana. Se construye artículo tras artículo, viñeta a viñeta. Se va inoculando el racismo poco a poco. El discurso radical la primera vez escandaliza y provoca rechazo fuera del mundo extremista. Pero día a día va calando, deja de incomodar, y la critica al racismo se va anestesiando. Se ha roto la barrera y, sin alarmas, se van introduciendo detalles racistas en el discurso de los moderados, de la gente de orden. Poco a poco, hasta que la culpa del diferente, por serlo (o de todos los judíos por el acto de uno de ellos) entra en la lógica cotidiana de la gente de bien, ser normaliza. De ser un elemento extraño pasa a ser verdad cotidiana. Después, tras la tragedia, cuando se enseñan las imágenes de los crematorios, todo el mundo exclama ¿cómo pudo pasar?

Y no me digan que son cosas de alemanes antiguos, que nada de esto les suena familiar.


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