Revista Viajes
Kristiansand, debido a su emplazamiento en la zona más meridional de Noruega, se ha convertido en la ciudad preferida por los noruegos para pasar sus vacaciones de verano. Su situación ofrece los atractivos de los fiordos cercanos, islas e islotes donde disfrutar de una relajante navegación y de una jornada de pesca, o por qué no, de un refrescante baño en una de sus playas. Nosotros llegamos de rebote a esta pequeña ciudad, ya que poco antes de iniciar nuestro viaje nos llegó un correo electrónico de la naviera Cunard comunicándonos que suspendían la escala en Aarhus (Dinamarca) y la sustituían por Kristiansand. Claramente salimos perdiendo con el cambio, pero como no estaba en nuestras manos...
Llegamos pronto, casi con las primeras luces de la mañana. Sabíamos de antemano que esta ciudad del sur de Noruega no daba mucho de si, por lo que nos tomamos nuestro tiempo desayunando tranquilamente. Aún así, la compacta imagen y el relativo atractivo que ofrecía Kristiansand desde las cubiertas más altas del Queen Mary 2, junto al soleado y luminoso día, nos hizo desperezarnos y desembarcar dispuestos a explorar cada rincón. Lo primero que te encuentras nada más poner los pies en tierra es un vanguardista y bello edificio recién acabado que se va a convertir en el Centro de Artes Escénicas. Y a sólo un corto paseo el pintoresco y colorido barrio de casas de madera. Ahí se junta la lonja donde desembarcan los pescadores sus capturas y el mercado del pescado, además de una variedad de restaurantes y bares pensados para el esparcimiento y el disfrute de la gastronomía local. La visita del mercado de pescado es una de las cosas que más me agradaron ese día, y el poder disfrutar del sabor de las afamadas gambas del Mar de Noruega. Mención a parte requiere el salmón salvaje, que daba color y alegría al hielo sobre el que reposaba. Su sabor y su textura son verdaderamente espectaculares....¡Qué sabor prolongado dejaba en la boca! Una delicia. Es una de las cosas que no puedes dejar de hacer cuando visitas Kristiansand.
Continuando con nuestra exploración llegamos a través de puentes y a lo largo de un cuidado parque a orillas del mar hasta la Fortaleza de Christiansholm, un edificio de forma circular construido en el siglo XV, y que ha servido para contener invasiones durante siglos. El precioso y luminoso día soleado había sacado a toda la población de Kristiansand a la calle, y junto al campeonato europeo de voley-playa que se celebraba en esas fechas, concursos de castillos de arena, música por las calles, daban un ambiente brutal a la ciudad. Nuestra siguiente parada fue la Catedral de Kristiansand, en pleno centro de la ciudad, en lo que es una sorprendente y perfecta ciudad lineal, una especie de ensanche al estilo nórdico. En los bancos de la plaza de la catedral pudimos descansar y cambiar algunas impresiones con unos simpáticos e infatigables ingleses que habíamos conocido en el Queen Mary 2, y con los que irremediablemente coincidíamos en cada una de las escalas. Una serie de casas blancas de madera bien conservadas, con algunas pequeñas galerías, es otro de los no muy numerosos atractivos que presenta en centro urbano de Kristiansand, junto a algún pequeño museo como el de la II Guerra Mundial o el zoo, ambos a las afueras de la ciudad.
El tiempo fue pasando y nosotros teníamos que regresar al barco. Pero antes teníamos que dar un buen repaso al mercado de pescado. Nuestra intención era subir a bordo unos lomitos de salmón y unas estupendas gambas noruegas, o unas descomunales patas de cangrejo real, pero el control que lleva a cabo el personal de seguridad del QM2, y el temor a que nos lo quitaran nos hizo desistir. Eso si, el interior del mercado está preparado con mesas y taburetes para que puedas degustar allí mismo la compra de marisco que hagas.
Nuestro tiempo en Kristiansand se había agotado, y el Queen Mary 2 zarpaba rumbo a Hamburgo, nuestro destino final, donde desembarcaríamos al día siguiente con gran pena, en lo que había sido una inolvidable aventura escandinava en un no menos inolvidable barco. A una pareja de japoneses les debió parecer poco el tiempo de la escala, y no llegaron a tiempo a embarcar. La gran suerte que tuvieron es que el Queen Mary 2 paró maquinas al rato de zarpar en medio de la bahía, y esperó a que una embarcación de recreo les acercara hasta el muelle del barco en medio de silbidos, gritos, mofas y risas del resto del pasaje, que les hizo pasar unos momentos bochornosos.
El yacht harbour
Escenas de Kristiansand
Casas blancas de madera perfectamente conservadas
El recuperado barrio de pescadores casi parece un pequeño parque temático. Es un rincón encantador
Un paseo por la lonja de Kristiansand
Las afamadas gambas noruegas, cocidas al instante en los propios barcos pesqueros con agua de mar
Momentos previos al embarque, una última foto con nuestro querido Queen Mary 2
La embarcación particular que acercó a los despistados pasajeros (con camisa amarilla él y azul ella)
Enfilando la bocana de la bahía