Kubrick y la infinitud del deseo
Por David Porcel
Como es sabido, las interpretaciones que hacen los espectadores de una película obedecen a criterios y puntos de vista muy diversos, siendo en ocasiones incluso contradictorios. Diríamos que cada espectador construye su propia película. Ello es especialmente visible en películas que, por su estilo y desarrollo argumental, son esencialmente ambiguas. Es el caso de la obra póstuma del cineasta Stanley Kubrick, Eyes Wide Shut (1999), basada en Relato soñado de Arthur Schnitzler. Este hecho es lo que mueve el propósito del estudio que he titulado Eyes Wide Shut: a las afueras de la transparencia y de la oscuridad: distanciarnos de la predominancia hermenéutica y pensar la obra de Kubrick como una aproximación a la comprensión de uno de los asuntos más graves y acuciantes de la filosofía. Veremos que esta película ahonda en la comprensión del conocimiento humano en su íntima conexión con conmociones fundamentales como el misterio o el asombro.
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Como habéis sido varios los amigos y compañeros que al leerlo habéis recibido alguna enseñanza, lo comparto aquí para otros posibles lectores interesados.
El trabajo se integra en el XIV Boletín de estudios de filosofía y cultura Manuel Mindán, que generosamente publica la Fundación Mindán Manero.