Revista Comunicación

L’allegro il penseroso ed il moderato

Publicado el 07 marzo 2017 por Universo De A @UniversodeA

Toda música es danzable

L’allegro il penseroso ed il moderato

Sinopsis y ficha técnica

Georg Friedrich Händel (1685-1759): L`Allegro, il Penseroso ed il Moderato.

Coreógrafo: Mark Morris.

Escenógrafa: Adrianne Lobel.

Figurinista: Christine Van Loon.

Iluminador: James F. Ingalls.

Soprano: Sarah-Jane Brandon y Elizabeth Watts.

Tenor: James Gilchrist.

Bajo: Andrew Foster-Williams.

Directora musical: Jane Glover.

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real (Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid).

El Teatro Real comienza el verano con el primero de los tres espectáculos que marcan la recta final de su actual temporada, L’Allegro, il Penseroso ed il Moderato, con coreografía de Mark Morris para su compañía, sobre la oda pastoral de George Friedrich Händel (1685-1759) del mismo título, basada en poemas de John Milton y con arreglos de Charles Jennes.

Se cuenta en este espectáculo con la prestigiosa presencia de las sopranos Sarah-Jane Brandon y Elizabeth Watts, el tenor James Gilchrist y el bajo Andrew Foster-Williams, quienes, junto al Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, interpretarán la bella partitura de Händel bajo la dirección de la maestra Jane Glover.

Juntos pondrán en pie esta producción, dividida en dos actos, en la que el coreógrafo recrea 32 escenas inspiradas en pinturas de William Blake. En esta creación predomina la presencia del grupo, la estructura coral, marcada por pasos vitales y espontáneos. Trazados básicos que caminan desde la melancolía inicial hacia una energía contagiosa, donde el colectivo predomina sobre el individuo, convenciendo a este de la alegría plena que el ser humano siente cuando es parte de algo.
Estrenada en el Teatro de la Monnaie en 1988, L’Allegro, il Penseroso ed il Moderato, está considerada una de las coreografías más interesantes de Mark Morris.

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Comentario previo

Tarde llega esta crítica, no me dio tiempo a publicarla en su momento (y es que las largas con su análisis detallado siempre cuestan más… aunque irónicamente luego quedan necesariamente reducidas, porque no siempre me acuerdo de todos los detalles a la perfección), pero no creo que tenga mayor importancia, puesto que deseo que sea un reflejo de lo que es un espectáculo de Mark Morris, ya que no pude ver la temporada pasada otro anterior a la obra de esta crítica (que fueron las “Mozart dances”), pero decidí no perderme bajo ningún concepto el que ahora comento, y así poder ver quien era y como trabajaba el famoso coreografo. De ese modo, esta crítica será útil también para todo aquel que se esté pensando o quiera decidirse acerca de conocer si al Mark Morris group o no.

Y la verdad, independientemente de la función en sí, el resto fue un auténtico desastre. Es cierto que el teatro Real tiene la mala costumbre de programar conferencias únicamente para la ópera dejando a la danza un tanto desolada, lo cual no está bien, es una especie de extraño desprecio carente de sentido.

Pero en este caso fue incluso peor; a todo esto había que unir un programa de mano realmente malo que no decía absolutamente nada (al contrario de lo habitual en el Real, cuyos programas suelo alabar por su calidad)… todo esto es medianamente, y digo sólo medianamente, pasable por una vez, pero el colmo, lo ya absolutamente inadmisible, es la desaparición de los subtítulos y su sustitución, por una traducción en una hoja de mano (imaginaos a los espectadores utilizando las linternas de sus móviles para leerla)… completamente patético, no me explico en que se supone que estaban pensando. A ver si la fundación Loewe, que tanto presume de potenciar la danza, tanto se anuncia en el programa del Real, y tanto cuelga grandes estandartes en el teatro cada vez que hay un espectáculo de ese tipo, se ocupa de arreglar todos estos desastres, puesto que me parece algo inaceptable y vergonzoso.

La única ventaja en estas ocasiones… que los salones Goya no quedan exclusivamente para los patrocinadores y cualquier simple mortal puede acceder a ellos.

Crítica

Aún llegaré más lejos en la afirmación del subtítulo, pues yo siempre he creído que todo lo que tiene ritmo se puede bailar, al fin y al cabo, como definió un profesor de música una vez “la música es la ordenación de los sonidos con el tiempo”, es decir, que cualquier sonido acompasado puede ser música (como bien demuestra cualquier paso por una discoteca, donde muchas veces cuesta distinguir una melodía).

Pues bien, Mark Morris parece estar dispuesto a probar mi teoría, puesto que de una música (la de un oratorio) para nada pensada para el baile, él consigue convertirla en un espectáculo de danza.

Ahora bien, entendámonos, de ahí a que, como ha dicho algún crítico, los bailarines parezcan unidos a las cuerdas de la orquesta… hay mucho trecho.

La verdad es que hay que reconocer que todo espectáculo de danza con orquesta en directo gana mucho en caché, y esta es la ventaja que tiene este caso.

Por lo demás, reconozco que no me acabó de convencer en absoluto en otros aspectos, puesto que la coreografía sólo se limita a seguir el ritmo más o menos bien, es decir, no expresa realmente nada; bueno, sí que expresa algo como toda danza y como todo arte, pero no tiene absolutamente nada que ver con la música que oímos y con lo que dice su letra (de ahí, quizás, el no querer subtitulárnoslo jajaja); o sea, no hay coordinación, coherencia entre la danza y la música, ambas van por libre, cada una se dedica a lo suyo. En ese aspecto reconozco que me desilusionó, pues hubiera sido mucho más eficaz, y probablemente una obra maestra, si la danza consiguiera reflejar las letras del oratorio, eso sí que tendría mérito.

Por lo demás, aunque estéticamente bella, la coreografía (una mezcla de danza clásica y contemporánea) tampoco me impresionó demasiado; no me parece que realmente estuviera tan unida a la música, y como ya digo, a pesar de que resultaba agradable contemplarla, siempre sentí que podría haber sido mucho mejor por lo arriba comentado.

Por su parte, orquesta, coro y solistas, aunque relegados, estuvieron bien e hicieron su papel. Sin embargo, uno acaba echando mucho de menos el oír todas las piezas enteras o el oratorio al completo, pues te das cuenta de que sólo estás ante una selección y te apena el no poder disfrutar de la obra completa… bueno, difícilmente se le puede hacer una recriminación en ese aspecto, pues no era la misión de “L’allegro il penseroso ed il moderato”, ni promete nada parecido, al fin y al cabo, es un espectáculo de danza y esta es la protagonista (y a pesar de la música en directo, se aseguran bien de que así sea).

Sin embargo, quizás una de las cosas más destacables de la función sea precisamente la estética: muy agradable, colorista, optimista, alegre… es un estilo pensado para dar ganas de vivir, lleno de colores pastel y brillantes, y con una iluminación a juego que realzan el espectáculo y magnifican su belleza. Sin duda, el bello aunque simple vestuario, nos trae esa idea de la idealización de una vida sencilla y despreocupada, y a la vez permite realzar la danza sin distraernos demasiado de esta, lo que, claramente, es la misión principal del espectáculo.

Pero finalizando, ¿merece la pena este espectáculo o otro del estilo de Mark Morris Group?, yo creo que sí merece la pena ver esto al menos una vez, porque es algo distinto y arriesgado (bailar lo que no ha sido creado para tal cosa); es bonito, está cuidado estéticamente y es agradable de ver… ahora bien, también lo digo, no es en absoluto una obra maestra, no es un imprescindible absoluto, aunque realmente podría haberlo sido planteado de otra manera, pero aún así, ¡es tan agradable de visionar y te deja tan buena sensación!, sólo por eso, ya es recomendable.

L’allegro il penseroso ed il moderato
L’allegro il penseroso ed il moderato
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