Revista Opinión

L’homme fidèle: Ese oscuro objeto del deseo

Publicado el 14 noviembre 2019 por Carlosgu82

L’homme fidèle: Ese oscuro objeto del deseo

Con solo 75 minutos L’homme fidèle no pierde el tiempo estableciendo su premisa: el director Louis Garrel interpreta a Abel, un joven periodista que una mañana cualquiera, es interpelado por su novia, Marianne (Laetitia Casta), quien impertérritamente le anuncia que está embarazada, pero que el futuro bebé, pertenece al mejor amigo de Abel, Paul, con quien planea casarse lo antes posible. Abel apenas reacciona, aceptando la noticia sin discutir, aunque su voz en off deja claro que nunca dejará de amarla.

Garrel, actor en películas como Les amants réguliers, film de una agudeza melancólica incansable, ahora, actúa, dirige y coescribe al más puro estilo del neoyorkino Allen. Junto a él estampa su impronta narrativa, ni más ni menos que Jean-Claude Carrière, uno de los más grandes guionistas del cine francés, autor de pelis como Belle de Jour  o The Unbearable Lightness of Being, una novela que muchos consideraban imposible de adaptar.

A los pocos minutos de metraje, la narración salta abruptamente nueve años después. Paul está ahora muerto, y Abel asiste al funeral como una oportunidad para volver a contactar a Marianne. No obstante, el funeral también sirve para presentar a una inusitada rival, la hermana menor de Paul, Ève (Lily-Rose Depp, sí hija de Johnny), que era sólo una niña la última vez que la vio. Ahora, después de haberse convertido en una joven sexualmente segura, Ève decide que es el momento de hacer su jugada. ¿Cuáles son las probabilidades? Abel no tuvo amor en su vida durante casi una década, y ahora puede elegir entre estas dos opciones, eminentemente atractivas y, además, no tiene que hacer nada: ambas están dispuestos a luchar por él.

Aunque no es un acto de narcisismo por parte de Garrel, el dilema de Abel se siente asombrosamente alejado del tipo de intrigas dramáticas que cautivan a la gran audiencia, y sin embargo, ese podría ser su atractivo para un cierto tipo de público culto y francófono, especialmente cuando Abel escoge su antiguo amor, mudándose con Marianne y su hijo Joseph (Joseph Engel), que no está tan entusiasmado con la intrusión de otro hombre en la vida de su madre, ¿complejo de Edipo?.

L’homme fidèle: Ese oscuro objeto del deseo

Posteriormente el guión de Carrière y Garrel hace una cosa interesante: cambia el punto de vista de Abel a Ève, y de repente, nos vemos empujados a su historia de fondo, la forma en que ha estado obsesionada con Abel desde que era una niña pequeña, casi acechando a la amiga de su hermano. Su enamoramiento precoz es bello, pero también algo espeluznante, y en la «guerra» (en términos de Ève) que sigue a Marianne por los afectos de Abel, la mujer más joven está dispuesta a luchar sin tregua.

Pero la perspectiva cambia una vez más, esta vez privilegiando a Marianne, quien tiene una idea inesperada: En lugar de prohibirle a Abel que vea a Ève, lo anima, empujándolo a sus brazos.

L’homme fidèle: Ese oscuro objeto del deseo

Este triángulo amoroso que toma ribetes sicológicos inesperados nos evoca de manera arquetípica al cine francés y el amor fou. Truffaut, Rivette, Godard marcaron una época escarbando en un existencialismo propio donde el amor gatillaba un devenir de la vida con sombras y luces, con felicidad y melancolía. Acá el punto de vista como recurso guionístico es evidente, las perspectivas (voces) de los personajes van marcando un ritmo interior que propaga un relato alegórico en segundo plano donde la figura del niño-hombre es esencial.

Este ensamble da tejido a algo que solo Carrière hace en su cine, que lo consolidó de manera radical con Luis Buñuel en varias películas emblemáticas, y que aquí se presenta a través de una alegoría que se va articulando gradualmente hasta terminar con ese plano final donde las partes recogen el símbolo, ya no surrealista como en Le charme discret de la bourgeoisie sino más bien cercano al sicoanálisis (Comédie de l’innocence, Ruiz) a través de la figura del hijo, tal vez la del verdadero hombre fiel.

Toda la película está teñida de un oscuro objeto del deseo que va refractando en los personajes cual pulsión inacabada, y eso lo hace atractivo, a ratos enigmático, a ratos buñueliano, a ratos Nouvelle Vague, pero siempre cine.


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