Revista Cine
Director: Philippe Garrel
Si ésta se estrenó por acá ya no lo recuerdo, el caso es que, si lo hizo, no la vi, claramente. Ahora sí la veo. Es la segunda película que conforma esta trilogía completada con "L'Amant d'un jour", que comentamos ayer, y "La Jalousie", que comentaremos mañana si es que todo sale bien, tranquilo, como debe ser. La presente se llama "L'Ombre des femmes", o como le pusieron en español, "A la sombra de las mujeres".
Me ha sorprendido, y para bien, el tono doloroso y trágico que Garrel le imprime a "L'Ombre des femmes" (en comparación, claro, con la atmósfera más sencilla y, no sé, gozosa, "relajada", de "L'Amant d'un jour"), en donde, sin ponerse explícitamente oscuro y sombrío (la sutileza de esta película es uno de sus grandes rasgos), sí construye un espacio y unos personajes embargados por las mentiras, la hipocresía, la pusilanimidad, la amargura y la desolación, en donde ni por un segundo hay espacio para creerse las fachadas y las ilusiones que todos tienen para con el resto, incluso para consigo mismos. Con imágenes cargadas de una fuerza destructora, en "L'Ombre des femmes" solamente veremos ruinas y derrumbes, decadencia pura. Sí, Garrel lo filma todo con una exquisita transparencia formal que, por lo mismo, posibilita un tratamiento moral incisivo e incluso feroz, particularmente con respecto al personaje de Stanislas Merhar (qué guapo él, ¿ah?), el protagonista, de quien el director ofrece un retrato nada complaciente y sí muy crítico, rabiosamente crítico diría, sometiéndolo a un rotundo examen de consciencia y mentalidad cuyo resultado solamente arroja la imagen de un sujeto nefasto y prácticamente maldito, pero humano, o sea débil, casi como si no fuera una persona en su totalidad, sino que una sombra de ella. Una mera posibilidad inacabada.
La trama nos presenta a este taciturno director de documentales que vive prácticamente en la miseria, sobreviviendo apenas de trabajos esporádicos, con una esposa que, además de tener un empleo de medio tiempo en un colegio, es la camarógrafa, guionista y montajista de los documentales de él. Ella casi lo idolatra, él genera ese encanto en ella. Él la engaña, y más allá de los múltiples amoríos, aventuras e infidelidades, los secretos cruzados, Garrel nos sumerge en una suerte de fascinante ensayo sobre la naturaleza de la verdad (o la mentira) humana... Es difícil de explicar, en palabras al menos (porque, ya digo, la puesta en escena de esta película es devoradora), pero el concepto de verdad está implícito en todo el metraje y no sólo sale a relucir por las relaciones entre los personajes, sino que también por lo que podría entenderse por "documental", que es a lo que el protagonista se dedica (justo, mientras se desata a fuego lento esta crisis sentimental, él se encuentra filmando un documental sobre la resistencia francesa durante la ocupación alemana), a buscar la verdad en la gente, en sus historias, en las historias que no cuenta la gente, en las historias que son dueñas e independientes de la gente. Garrel arma un sutil pero complejo y sobre todo intenso juego de espejos, en donde se inserta perfectamente la lacerante banda sonora de Jean-Louis Aubert y la deslumbrante fotografía de Renato Berta.
A la luz, a la sombra... de uno mismo, de los demás... La vida, territorio de heridas, y Garrel, que las filma abiertas y cicatrizándose. Grandiosa película.