Revista Cultura y Ocio

‘La abuela civil española” narra la vida de una mujer fuerte en un periodo histórico complicado

Publicado el 29 abril 2016 por Delecturaobligada @DelecturaOblig

“No aconsejaría nunca la autoedición”, asegura la escritora Andrea Stefanoni

Por: Tania Baeza
la abuela civil¿Cómo surgió La abuela civil española?

La idea surgió casi sin darme cuenta, de las largas horas de diálogo con mi abuela en las que las historias que contaba iban hilando una historia de vida que naturalmente parecían converger en una novela. Era una historia de guerra, de pobreza, de migración, en síntesis, de supervivencia vivida con cierta naturalidad, sin sobreactuaciones ni queja. Un día, simplemente, me decidí a plasmarla en una novela.

Se trata de una historia real, pero ¿se ha permitido introducir elementos ficticios?
Claro. Como toda novela, aunque tenga una base histórica, incluye recursos de la ficción. La guerra civil de la que habla el libro no es la guerra civil, sino la guerra que libró mi abuela Consuelo. Pero en lo esencial la historia remite a la memoria de ella a sus 90 años.

Pese a lo duro de la historia, enmarcada en un contexto histórico difícil, la portada está ilustrada con una mujer que sonríe. ¿De quién fue esa propuesta? ¿Por qué la eligió?
La elegí y se la propuse a la editorial porque, como decía, se trata de una historia de tristeza pero también de resistencia y esperanza, sin sensiblerías. Y esa foto me parece que transmite ese espíritu del libro. Reír, en ciertos contextos, es una forma de resistir.

¿Qué puede desvelar a nuestros lectores de la trama para tratar de conquistarles?
La trama es una guerra, que desborda la Guerra Civil en sí misma y que se entreteje con la biografía de una mujer nacida en una aldea de León, en el Bierzo, que trabajó en las minas de carbón, vivió la guerra en el bando republicano, se casó con un exprisionero y más tarde migró a la Argentina con su marido y su hijita de seis años, y se asentó en un territorio muy particular: una isla en el Tigre…de una mujer que, pese a todo, sigue siendo española. Aunque coma pastas los domingos, aún cocina tortillas o callos y su acento sigue intacto.

Uno de los lectores a los que ha conquistado es María Dueñas. ¿Qué se siente cuando alguien como ella recomienda públicamente su libro?
Incredulidad primero y mucha alegría después. Me escribió un mail tan lindo que lo releí mil veces. Ojalá nos crucemos algún día.

Una novela de este tipo debe llevar un duro trabajo. ¿Cuánto tiempo tardó en quedar satisfecha? ¿Hubo muchas correcciones?
Nunca quedás del todo satisfecho, creo. Siempre pensás que hoy lo harías diferente. Pero por suerte uno no relee sus propias obras y eso es una gran ventaja.

Después de todo ese proceso llegan las primeras lecturas. ¿Tiene un primer lector de confianza o lo deja en manos de los editores profesionales?
Claro, siempre hay lectores de confianza, para esta etapa me gustan los malos, esos que no te perdonan una.

La parte más desmotivadora para muchos autores es la travesía hacia la editorial. ¿Cómo llegó usted a Seix Barral?
Llegué por una novela anterior, Tiene que ver con la furia (Emecé 2012), escrita en coautoría con Luis Mey, esto en Argentina, con quienes trabajamos la novela. A Seix Barral España llegó tiempo después de la mano de Elena Ramírez, su directora, y eso

furia
fue lo más lindo, Elena es de ese tipo de personas que, con suerte, uno se cruza una o dos veces en la vida. Soy afortunada por eso. Ella ama su trabajo, y su trabajo no termina al salir un viernes por la tarde de la oficina, no, sábados y domingos se lleva manuscritos a su casa y LOS LEE. Sí, es una editora que lee todo. Algunos le temen. Yo la amo.

¿Se atreve a dar a algún consejo para quienes se ven obligados a la autoedición por falta de interés hacia sus obras?
Creo firmemente en que alguien (además de uno mismo) tiene que confiar en el texto. No aconsejaría nunca una autoedición, no solo por esto que acabo de decir, sino porque también tiene sentido entrar en un circuito en el que tus lectores consigan los libros, y en general, cegados por el entusiasmo, los que se autoeditan, no evalúan muchas cosas importantes, una de ellas es la distribución. Y editarse uno mismo para venderle por email a los amigos o tener una habitación en la casa con cientos de ejemplares apilados, no me parece el mejor camino. Y sí, alguien podría retrucar mi opinión diciendo que Borges se autoeditó. Pero eran otros tiempos, y Borges, después, terminó siendo Borges. Las excepciones no sirven como ejemplo, por lo menos no para analizar el mercado editorial.

Y en su opinión, ¿por qué cree que las editoriales rechazan obras que después en las plataformas digitales o en autoedición acaban siendo éxito por las excelentes campañas de promoción de los autores?
No lo sé, también sucede al revés: hay textos que solo podrían funcionar en determinados ámbitos digitales. No es la primera vez que llevan un éxito de la web al papel y termina siendo un fracaso.A esos millones de seguidores, por alguna razón, les interesa seguir a su autor en la web y no en los libros.

Nos gustaría conocer también un poco de usted. ¿Cómo llegó al mundo de la literatura?
Cuando iba al secundario admiraba profundamente a mi profesora de literatura, su forma de hablar, su cabeza. A ella le gustaba mucho la poesía. Entonces empecé a escribir poemas para conquistarla, para ganarme su respeto, para sorprenderla. Escribía unos poemas horrendos que solo a ella le gustaban. Realmente eran espantosos. Ya lo dijeron otros: uno escribe para que lo quieran.

Y una vez dentro, en su opinión, ¿qué es lo más fascinante de ese mundo?
Lo más fascinante de la literatura, tanto escribiendo como leyendo, es llegar a lugares que antes no existían.

Como todo tiene una parte negativa, ¿cuál es, para usted, la parte mala del mundo literario?
No veo especialmente una “parte mala” o, en todo caso, si hay algo de malo, es eso mismo con lo que uno se cruza en cualquier ámbito de la vida.

Visitando su página de Facebook hemos visto que este año también ha sacado la edición alemana de una obra. ¿Qué tal la experiencia allí?¿Cómo fue su trabajo con el traductor y equipo editor de allí? ¿Hay diferencias respecto a la forma de trabajar aquí?
Hay diferencias porque los alemanes son muy perfeccionistas, algo que a mí me encanta. Tuve la suerte de trabajar con Birgit Weilguny, una traductora que, además de ser una profesional, le puso mucho amor a la traducción: nunca voy a olvidar el día en que desplegó en la mesa del bar un mapa de las Islas del Delta en el que había marcado con una cruz la casa de mis abuelos. Vino a conocer las islas antes de traducir el libro, Die erinnerte Insel, en alemán, (La isla recordada). Eso,para mí, es todo.

Para acabar nos gustaría que recomendara un libro que considere de lectura obligada para los amantes de la literatura.
Claus y Lucas, de la húngara Agota Kristof. “Para decidir si algo está “bien” o está “mal” tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos. Por ejemplo está prohibido escribir: “la abuela se parece a una bruja”. Pero sí está permitido escribir: “la gente llama a la abuela “la Bruja”. Está prohibido escribir: “el pueblo es bonito”, porque el pueblo puede ser bonito para nosotros y feo para otros. Del mismo modo, si escribimos: “el ordenanza es bueno”, no es verdad, porque el ordenanza puede ser capaz de cometer maldades que nosotros ignoramos. Escribimos, sencillamente: “el ordenanza nos ha dado unas mantas”. Escribiremos: “comemos muchas nueces”, y no: “nos gustan las nueces”, porque la palabra “gustar” no es una palabra segura, carece de precisión y objetividad. “Nos gustan las nueces” y “nos gusta nuestra madre” no puede querer decir lo mismo. La primera designa un gusto agradable en la boca, y la segunda, un sentimiento. Las palabras que definen los sentimientos son muy vagas; es mejor evitar usarlas y atenerse a la descripción de los objetos, de los seres humanos y de uno mismo, es decir, a la descripción fiel de los hechos”. (Claus y Lucas, Editorial El Aleph).


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