Ana Vela, una costurera nacida en Còrdoba y vecina de Barcelona, cumple 110 años
La mujer que cumple 110 años, la màs longeva de Catalunya y la tercera de España, la persona para la que han montado todo esto, han colgado globos en las paredes, han traìdo una tarta, han convocado a las càmaras, a los polìticos y a la prensa, està dormida. De vez en cuando abre los ojos, levanta la cabeza y tiene un instante de lucidez, de reconocer lo que la rodea, pero la mayor parte del tiempo està con el mentòn sobre el pecho, los ojos cerrados, descansado la fatiga de su siglo largo y dejando que los demàs celebren por ella.
En general, resulta frustrante. En el comedor de la primera planta del Hogar La Verneda, en el distrito de Sant Martì (Barcelona), se han congregado unas 50 personas para la fiesta de cumpleaños, y todas quieren y se esfuerzan para que sepa que esto ocurre y que ocurre por ella. El que màs insiste es su hijo: «Levanta la cara, mamà, levanta la cara». Varias veces intenta èl mismo levantàrsela, pero no hay manera. «Abre los ojos, mamà, abre los ojos». Juan tiene 81 años y ha viajado ex profeso desde Màlaga para el festejo. Al final insiste tanto y le levanta tantas veces la cara que interviene su hermana: «Dèjala, que està cansada...». Se llama Ana, como su madre, y se apellida Vela, tambièn como ella. Tiene 84 años.
Ana, la madre, naciò el 30 de octubre de 1901 en Puente Genil, Còrdoba. Se hizo modista desde joven y en los años 40 viajò a Catalunya y consiguiò trabajo en el sanatorio de tuberculosos de Terrassa. Tuvo cuatro hijos -una niña a la que el tifus matò a los 10 años, los dos que aùn viven y otro hermano que muriò hace poco, con 82-, cuatro nietos y varios biznietos. Cuando les preguntan còmo era, Juan y Ana dicen que trabajadora, activa, con caràcter, buena madre, de naturaleza recia: «Siempre trabajò con la aguja, y siempre le gustò». Al Hogar La Verneda llegò por primera vez hace siete años; entonces caminaba, oìa bien y tenìa la cabeza tenìa intacta. Ahora està en silla de ruedas, para que oiga le hablan alto y padece demencia senil.
«En la primera y la tercera planta estàn los que tienen mejor nivel cognitivo -explica un trabajador del centro-. En la segunda, los que son un poco màs dependientes, los que necesitan màs ayuda. En la cuarta se encuentran los que sufren de alzhéimer o demencia».
Allì arriba. Allì està Ana Vela.
El centro de atenciòn
Parece en cualquier caso que es mala suerte que justo hoy la anciana estè apagada, que apenas abra los ojos, que no diga nada. «Estos dos ùltimos días, mientras hicimos los preparativos, estuvo despierta y alegre -explica David Gonzàlez, director del centro-. La verdad es que no sabemos hasta què punto es consciente de todo esto, pero lo que sì sabe es que es el centro de atenciòn. El problema es que hay unos dìas en que està màs despierta, y de repente tiene momentos de apatìa, como este...»
La abuela en cierto modo està ausente y eso obliga a sus dos hijos a hablar por ella, a dar las gracias, a hacer lo que su madre no puede como soplar las velas, abrir los regalos, sostener las flores. Él, Juan, aventura en un rapto que su madre vivirà aùn cuatro o cinco años, y explica enseguida que la ve «muy bien». En el festejo hay representantes del ayuntamiento y de la Generalitat y este ùltimo al parecer ha venido a hacer política, o eso piensan algunos cuando le toca hablar y decide soltar un discurso. «Este viene a lo que viene...», susurran atràs.
Para entonces ha tenido ya lugar el momento puede ser que cumbre de la fiesta: Ana hija abre un regalo y resulta que es un mosaico de fotos de su madre. Se emociona, y quiere que su madre se emocione, que vea de què se trata. «Mamà, mire, què bonito...» Una vez. «Mamà, mire...». Dos veces. Mueve el mosaico, le toca la cara, lo intenta como puede. «Mire, mamà...» Y en ese momento ocurre. Ana Vela abre los ojos, parece que entiende de què se trata, toma aire y lo deja escapar: