No me queda la menor duda de que mis hijos tienen la mejor abuela del mundo. Acaba de ser su cumpleaños y como parte de sus celebraciones decidió incluir una fiesta de Kung-Fu Panda con sus nietos.
Verán, mi mamá ―alias, Abu― está muy motivada con sus clases de Tai Chi y quería compartir parte de estos conocimientos con mis hijos. Sin embargo, los conoce bien y sabe que para obtener su completa atención necesita el apoyo de algo como… no sé, tal vez como de un panda torpe y tragón. De ahí salió su idea de hacer esta fiesta.
Claro, hubo pastel. Claro, hubo piñata (pero, dado el tema de la fiesta, esta vez no le pegaron con un palo, sino que agarraron a la piñata ―alias, El Enemigo― a patadas karatecas). Sin embargo, lo más especial de este día fueron las pruebas de iniciación por las que tuvieron que pasar los niños. Y así, treparon hasta lo alto de un árbol, logrando superar su miedo. Aprendieron a confiar en el otro, saltando de la bardita con los ojos cerrados y dejando que alguien los cachara.
Por último, Abu les enseñó que todo en esta vida es relativo. Les pidió que fueran al jardín a buscar algo grande y algo pequeño; algo fuerte y algo suave… de ahí, les enseño que no hay absolutos: siempre habrá alguien más grande que tú, pero también, siempre habrá alguien más pequeño; siempre habrá alguien más fuerte, pero también, alguien más débil. Lo llamó: “La teoría de los no-absolutos del Tao”. Y no sé cómo, pero logró ligar todo esto con el tema del respeto.
Finalmente, los niños ganaron su cinta negra (bueno, Pía quiso una cinta rosa y Luca no quiso ninguna) y cada quién se llevó un bambú a casa para cuidarlo y verlo crecer.
Me encantaron las enseñanzas de Abu-Shifu; yo también aprendí a aplicarlas en la vida. Por ejemplo, con mi marido, el fin de semana pasado. Verán, había dos opciones:
1) Alguien tenía que quedarse en casa para ayudar a reforzar el potty training de Luca, llevándolo al baño a cada ratito. (Suena a un plan horrible, ¿verdad? Pero recuerden que todo en esta vida es relativo…).
2) Alguien tenía que llevar a Pía al estreno de la película de Barbie, “Escuela de Princesas”.
Cuando le di esta segunda opción a Beto, inmediatamente cambió su perspectiva de lo horrible que sonaba la opción #1 (a ver: quedarse en casa a ver el fútbol y de vez en cuando llevar al chamaco al baño o bien, estar rodeado de moños rosas, corazones, brillantina y coronas y tener que echarse toda la película completa… ¿qué hacer, qué hacer?). Enseñanza: puede que haya un mal plan para el sábado, pero siempre puede haber uno peor.
*Nota a Beto: Amor, recuerda que todo es relativo y por lo tanto, todo depende de cómo veas las cosas. Y por último, la próxima vez que te toque quedarte en casa con Luca, recuerda la última y la más importante de las enseñanzas de Abu-Shifu y Po, el sabio panda: “Paz interior, paz interior…”. Respira hondo y cuenta hasta 10. Por cierto, gracias por ser tan buen papá.