Revista Economía

La aceleración del efecto invernadero.

Publicado el 23 julio 2016 por Jordi Mulé @jordimule

La Humanidad ha podido contemplar desde tiempo inmemorial una estrella muy brillante que se puede observar en el cielo poco tiempo antes del orto y también poco tiempo después del ocaso; de hecho, brilla tanto que a menudo se le denomina " el lucero de la noche" o también " el lucero del alba". Pues bien, esa "estrella" tan brillante no es en realidad una estrella, sino un planeta, conocido hoy en día como Venus. El planeta Venus es muy similar al nuestro por varios motivos, el primero, por su tamaño, masa y gravedad, casi iguales a los de la Tierra; en segundo lugar, porque, al igual que nuestro planeta, orbita al Sol dentro de la llamada "zona habitable", es decir, la zona en la que, teóricamente,las condiciones que se dan serían las óptimas para el sustento de la vida.

Debido a que Venus también es el planeta más cercano a la Tierra, fue observado con avidez por los astrónomos desde la invención del telescopio sin conseguir nadie llegar a observar ningún detalle de su superficie debido a la espesa capa de nubes que cubren ese planeta. Por este motivo, y hasta que Venus no fue explorado de cerca, proliferaron múltiples conjeturas sobre cómo podía ser su clima, que se suponía tropical, o sobre si albergaba vida. Las nubes de Venus se presuponía que eran de agua y que, por lo tanto, Venus debía ser un tormentoso planeta de clima tropical. La realidad saltó en el año 1962 cuando la sonda norteamericana Mariner 2 consiguió arribar a Venus y transmitir con éxito los primeros datos nunca antes recogidos sobre otro planeta; al principio, los científicos no dieron crédito, pero la información recogida por la sonda era inequívoca, Venus no era clarísimamente ningún paraíso tropical, la temperatura de su superficie es superior a los 400 grados centígrados, su presión atmosférica a ras de suelo excede de las 90 atmósferas de presión y sus nubes son de ácido sulfúrico, no de agua. En pocas palabras, si consiguieras aterrizar en Venus la única duda sería qué sería lo primero, morir achicharrado, morir aplastado, o una macabra combinación de ambos; nada más ni nada menos.

"Más que un paraíso, Venus es lo más parecido al infierno" Carl Sagan, astrónomo (1934-1996)

Estas terribles condiciones reinantes en Venus se deben a la composición de su atmósfera; al contrario de la composición de la atmósfera terrestre, la venusina está compuesta mayoritariamente de dióxido de carbono, el CO2 y, como es sabido, el CO2 es uno de los gases responsables del llamado efecto invernadero; es decir, que Venus es el ejemplo del efecto invernadero llevado al extremo. Para entender de manera fácil en qué consiste el efecto invernadero decir que normalmente cualquier cuerpo que se caliente tendirá a igualar su temperatura con el entorno, por lo que el calor que ha absorbido tenderá a irse disipando en el ambiente, eso ocurre así siempre. No obstante, en nuestra vida cotidiana todos conocemos métodos para evitar que ese calor se disipe; por ejemplo, en invierno al dormir nos cubrimos con mantas que evitan la disipación de ese calor y, por tanto, nos protegen del frío nocturno.

El efecto invernadero, de alguna manera, seguiría el mismo principio de las mantas y las camas durante el invierno. Durante el día, el Sol calienta la Tierra y durante la noche ese calor acumulado tiende a disiparse, es por ello que las noches son normalmente más frías que los días. Ahora bien, entre la superficie de la Tierra y el Espacio Exterior existe una fina capa, la atmósfera terrestre, que actúa de alguna manera como la manta de nuestra cama, ralentizando la disipación de ese calor solar acumulado durante el día. De igual manera que una manta es más efectiva dependiendo de su composición, nuestra atmósfera será más efectiva reteniendo el calor diurno dependiendo de qué gases y en qué proporción la compongan, así de simple.

O así de complicado, resulta que hay ciertos gases que también causan efecto invernadero pero que son más eficientes causándolo que otros; de igual manera que un nórdico es más eficiente reteniendo el calor que una manta de lana, de igual manera actúan estos otros gases de la atmósfera. Se habla mucho del CO2, pero el CO2 no es el gas que más produce invernadero sino que hay toda una de lista de gases especialistas en ello, entre ellos, el Metano ().


Durante estos últimos días hemos podido leer las noticias aparecidas en prensa y en las redes sociales sobre ciertos enigmáticos agujeros que están apareciendo en el suelo de Siberia, y también, otras sobre zonas del suelo de esa vasta región donde parece que se esté andando sobre terreno no firme, como si deandar sobre burbujas se tratara. Primeramente, hay que tener en cuenta qué es realmente el suelo de esa zona ártica, el suelo de Siberia es en su mayor permafrost. El permafrost es un tipo de suelo típico de zonas de temperaturas medias anuales muy bajas, tan bajas que la mayor parte del año éstas permanecen por debajo de la temperatura de congelación del agua excepto en el período estival, en el que aparentemente se descongela; aparentemente porque siempre permanece congelado en profundidad. Es decir, que bajo un suelo aparentemente "normal" subyace una gruesa capa de suelo permanentemente congelado que contiene multitud de restos vegetales y animales cuya descomposición se ha parado debido a la congelación.

Ahora bien, debido al actual calentamiento global el permafrost se está empezando a derretir, liberando en la atmósfera ingentes cantidades de metano, el temido CH4, producto de la descomposición de los restos orgánicos aculados durante milenios en el congelado suelo que ahora se está empezando a derretir. Éste es el motivo de los curiosos agujeros y burbujas que aparecen en Siberia por doquier. El metano, señores, es una auténtica bomba para el efecto invernadero, se trata de un gas veintitrés veces más potente que el CO2 en lo que se refiere a producir efecto invernadero. Es decir, que en la vasta región siberiana se están liberando a la atmósfera ingentes cantidades de CH4 que acelerarán a largo plazo el efecto invernadero, produciendo más recalentamiento global que, a su vez, provocará la liberación de mucho más metano a en la atmósfera. Todo un círculo vicioso en el que, al final, perderemos todos.

Alguien puede decir qué pinta un post sobre ecología en un blog que habla normalmente sobre temas económicos. La respuesta es clara, señores, si queremos un mundo sostenible a largo plazo debemos empezar a no mirar tanto el corto plazo y a mirar el beneficio a largo plazo que tendría parar el proceso de calentamiento del planeta. Si queremos continuar en él durante mucho tiempo (de hecho, no tenemos otro sitio al que ir), debemos ir pensando en variar la utilización que hacemos de sus recursos; no se me ocurre nada más "eficiente" y "económico" que salvaguardar a largo plazo nuestro modo de vida, y evitar que nuestro planeta se pueda acabar convirtiendo en algo parecido a Venus. Si ello llegara a suceder, todo habría terminado, incluso la Economía, y nada habría servido para nada; por lo tanto, no es broma, va muy en serio, debemos actuar entre todos cuanto antes y variar nuestra concepción sobre la explotación de los recursos naturales, frenar las emisiones de CO2 y frenar el efecto invernadero, antes que la bomba siberiana en forma de CH4 se libere en la atmósfera, haciendo irreversible el proceso de calentamiento global. Ahí queda.

Carl Sagan, 1934-1996, in memoriam.

Jordi Mulé.

Economista C.E.C. núm 13147.


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