Desde hace cuatro años, la recordada actriz Nancy González interpreta el que ella considera es el mejor papel de su vida, en una película que nadie está filmando, que no tiene guión ni fecha de culminación aparente, y en la que la protagonista vive en su carro junto a su hijo, sus dos perros, mucho temple. Y nada más.
Ya en 1989, la talentosa mujer había interpretado a una mendiga apodada La Reina en la telenovela María María, producción que Marte TV hizo para Venevisión. Pero aun así nada se compara con este reto que asumió detrás de cámaras desde 2008. Sobre todo porque, como ella misma aclara tajantemente, ahora es “una ciudadana de la calle, pero no una indigente”.
“El hecho de que viva en una casa de cuatro ruedas no quiere decir que perdí mis hábitos o lo que me enseñaron mis padres.
Aunque
la calle te cambia”, explica con esa voz pausada y firme que conserva
el carácter fuerte de muchos de sus personajes anteriores.
La situación de Nancy
es el resultado de una serie de desafortunados eventos. Al no ser
contratada en ninguna otra producción, no tenía ingreso de dinero. Con
el cierre de Rctv, el compás laboral se cerró aún más para los
artistas y fue cuando los dueños del apartamento en el que vivía la
desalojaron, ya que no tenía para seguir pagando el alquiler.
El primer día sin hogar durmió en una plaza en la que debió pelear un espacio con los indigentes que ya “habitaban” el lugar.
Cuando
su carro salió del taller, arrancó sin rumbo fijo y hoy en día ve lejos
la posibilidad de estacionarlo en su propio garaje, hacer la cena, y
acostarse a dormir en una cama.
Sobreviviendo. Su auto es de los pequeños. Tiene la pintura rasgada y una abolladura importante que le causó un motorizado imprudente. El asiento del chofer y el de copiloto se turnan los cuerpos de ella y uno de sus dos hijos
(el otro no especificó en dónde se encuentra), pero ambos están
vencidos y ya la goma espuma cede su espacio a tubos o resortes. En la
parte de atrás viven sus dos perros, que los protegen de los malandros
que ya han intentado robarlos.
“Cuando uno vive en la calle no puede estar parado”, dice Nancy. Por eso, cuando el automóvil presenta fallas, gasta el poco dinero que percibe de la pensión del Estado para reparar el desperfecto y seguir de nómada por esta ciudad de contrastes.
No
pasa mucho tiempo en el mismo lugar. “Tengo que estudiar la zona para
poder estacionar, sobre todo por la inseguridad. Casi siempre lo hago
cerca de un módulo de efectivos policiales”, indica. En un
espacio reducido pernocta y hace sus necesidades “de mil y una formas”,
pasa frío y calor. Para beber agua va a la Cota Mil y se baña en casa de un amigo. Pasa días sin comer.
“Quizás
me tocó vivir esto para aprender a ser más humilde. Lo he tomado todo
como un aprendizaje. Yo estoy hecha de madera, de garra”, sentencia como
si se tratase de la idea de algún guionista, pero en esta historia ella
es la única que puede escribir sus propias líneas.
Nancy no habla de su familia.
Dice que tiene a un padre muy mayor como para ponerlo a padecer su
situación. No obstante, cree que los artistas conforman una gran familia
y ha recibido espaldarazos de gente como el productor Nelson Lamardo, Renato Gutiérrez, Henry Galué, los comediantes Joselo, Er Conde del Guácharo y la Casa del Artista, entre otros.
Pero como en toda familia, hay una oveja negra. En 1986 Nancy González y Pedro Lander protagonizaron la película Colt Comando 5.56, de César Bolívar.
Cuando la desgracia tocó la puerta de la actriz, entró sin invitación y
la sacó de su casa, ella llamó a su excompañero de fórmula (entonces
diputado de la Asamblea Nacional) para pedirle ayuda. Él prometió llamarla. “Hasta el sol de hoy sigo esperando”, ironiza.
Cuenta ella que un amigo le comentó que Lander le reclamó a sus allegados por darle su número de teléfono.
Con 36 años de carrera, quisiera volver a hacer TV o cine, para trabajar y pagar su casa, pues no quiere “nada regalado”. Hace un llamado al Presidente, al que considera “inalcanzable”, para que trabaje por los artistas en situación de calle “que son varios”, y algunos han muerto.
Y
se permite llorar por ellos, ni siquiera por ella, que incluso camina
con dificultad luego de que se lastimara un nervio por la posición que
adopta para dormir.
Sin embargo, Nancy González se
mantiene en pie con bastante humor negro. Antes de comenzar un nuevo día
de escenas impredecibles, se arregla como toda mujer coqueta, dibuja
una sonrisa y enciende el motor de su carro. Sabe que de esta
interpretación depende su vida.
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