Revista Opinión
Zachary Karabell, WSJ
En medio de todo lo que se dice sobre los problemas de Grecia y sus consecuencias para la zona euro, hay otra moneda que presenta problemas igualmente profundos: el dólar estadounidense. El dólar es, como todos saben, la moneda de reserva mundial, y se considera ampliamente un beneficio y un ancla para el sistema económico mundial. También es lo único que se interpone entre Estados Unidos y su propio juicio final, y eso no es bueno.
La evolución del dólar como la moneda de reserva mundial avanzó a la par del surgimiento de EE.UU. como un poder dominante. El acuerdo de Bretton Woods de 1944 designó al dólar como la moneda de último recurso porque EE.UU. representaba un porcentaje significativo de la producción fabril mundial y poseía gran parte del oro mundial en Fort Knox y otros depósitos. Al principio los británicos se opusieron pero se vieron obligados a aceptar la supremacía del dólar en 1946 cuando se enfrentaron a la opción de ceder ante el dólar o caer en cesación de pagos con sus préstamos porque los estadounidenses no estaban dispuestos a prestarles dinero de otra forma.
Bretton Woods obligó a los países que lo suscribieron a determinar sus tasas de cambio y el valor de sus monedas en relación al dólar, con el oro como respaldo. Luego, en 1971, el presidente Richard Nixon inauguró la era de la moneda no convertible cuando anunció que el gobierno estadounidense ya no permitiría que países extranjeros cambiaran sus dólares por oro.
La medida se tomó en respuesta a la creciente inflación en EE.UU. también respondió a la presión competitiva de Alemania y Japón, que comenzaban a socavar las manufacturas estadounidenses, un declive que ha continuado sin cambios desde entonces y sólo puede atribuirse a China si se olvida un legado de muchos otros competidores de bajo costo a lo largo de los últimos 40 años. Para principios de la década de los 70, EE.UU: importaba mucho de los nuevos centros de manufactura en el extranjero (aunque aún no tenía déficits presupuestales) y se veía forzado a entregar cantidades cada vez mayores de oro a cambio de dólares.
Luego de 1971, las monedas comenzaron a flotar unas contra otras. Este sistema no convertible es lo que existe hoy, con notables jugadores por fuera del sistema como China, que continúa con su política de mantener fijo el valor de su moneda respecto al dólar. Lo hace principalmente porque cuando Beijing comenzó a liberalizar su economía a principio de la década de 1980, el dólar era la avenida de acceso más importante a EE.UU., la economía más vital y dinámica del mundo.
Durante la última década, la posición relativa de EE.UU. cambió. Ya no es un acreedor mundial sino más bien un gran deudor. Es un importador neto de bienes manufacturados, aunque su sector manufacturero sigue siendo bastante grande a pesar de que emplea menos trabajadores. Su economía nacional es la mayor del mundo pero es superada por la zona euro, conformada por varios países. Y la economía de China, mientras aún no representa mucho más que un tercio del tamaño de la de EE.UU., crece de tres a cuatro veces más rápido y acumula dólares a un ritmo acelerado.
Sin embargo el dólar sigue siendo la columna vertebral del sistema global. La crisis financiera causó quejas globales sobre la moneda estadounidense, sobre la toxicidad del sistema financiero de EE.UU. y sobre la necesidad y el deseo de una moneda global alternativa. Los chinos fueron explícitos para expresar su deseo de encontrar una nueva referencia, y los europeos se hicieron eco junto a otros. Pero las palabras son fáciles de pronunciar. Incluso los chinos, quienes han tomado medidas para fijar el valor al yuan a una canasta de monedas, aún se encuentran en una posición en la que al haber atado su sistema al dólar simplemente no pueden alejarse porque prefirieran que las cosas fueran distintas.
El dominio del dólar ha traído beneficios a corto plazo para EE.UU. A diferencia de Grecia o de casi cualquier otro país, cuando el gobierno federal estadounidense quiere vender más deuda tiene la ventaja de un mundo que debe comprar dólares. Debido a que gran parte del comercio mundial se realiza en dólares, en especial el comercio chino, los gobiernos y las instituciones de todo el mundo no tienen muchas opciones más que invertir en activos estadounidenses. El gobierno de EE.UU. también tiene la capacidad de imprimir esa moneda de reserva global cuando una situación apremiante lo demanda. Eso le da a EE.UU. una flexibilidad considerable para usar el gasto como fórmula para salir de una crisis sin enfrentar desafíos estructurales reales.
Grecia se ve forzada a adoptar políticas fiscales más austeras, como Letonia y muchos otros países más pequeños. Al tener que acudir a los mercados globales con un límite es difícil pero podría obligar a realizar reformas que eventualmente dejarán a esas economías en gran forma. EE.UU. pudo evitar reformas profundas porque tiene al dólar.
Pero mientras la presencia del dólar mantiene el flujo de dinero ingresante y al sistema bien aceitado, ya no refleja el orden económico mundial. Respecto a todo lo que se dice sobre la manipulación monetaria de Beijing, es igualmente cierto que la cotización fija del yuan frente al dólar actualmente apuntala una economía estadounidense que si no tambalearía. Los chinos se convirtieron en el último banco extranjero para el capital estadounidense, y no hay evidencia de que lo utilicen para un beneficio menor para los estadounidenses que el de los estadounidenses. El gobierno chino invierte de forma conservadora en bonos estadounidenses, y gasta grandes sumas en una economía doméstica que produce bienes para consumidores de EE.UU.
El gobierno estadounidense usa sus dólares —y la capacidad de imprimirlos y tomarlos prestados— de forma que deja mucho que desear. Grandes cantidades de deuda financian el consumo de bienes y cobertura médica. Mientras las necesidades actuales son importantes, sin la inversión suficiente esos dólares se disiparán. Usted le prestaría dinero a alguien para lanzar una empresa o para inventar una nueva fuente de energía, pero no para ir a cenar y ver una película en el cine. Sin embargo debido al dólar, EE.UU. tiende a obtener el dinero que quiere. Y entonces el dólar como ancla del sistema financiero global evita una crisis fiscal en EE.UU. mientras permite una decadencia gradual de la economía estadounidense.
Esto puede continuar durante muchos años. El mundo necesita una moneda de reserva para reducir costos y permitirles a los jugadores del mercado que evalúen el valor en diferentes países y economías. Pero esa necesidad del dólar no debería ser confundida con fortaleza estadounidense.
India sigue usando el idioma inglés como lengua común, más de 60 años después de que se fueron los británicos, no porque Gran Bretaña siga siendo un imperio mundial sino porque India necesita un idioma común y el inglés ya se usaba. Hoy el dólar cumple la misma función en el mundo. La ubicuidad del dólar les permite a los estadounidenses creer que su país retendrá automáticamente su lugar por derecho como líder económico mundial. Ese es un sueño peligroso, un opio económico del cual los estadounidenses haríamos bien al dejarlo de lado.
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—Zachary Karabell es presidente de River Twice Research y el autor de “Superfusión: cómo China y EE.UU. se convirtieron en una economía” (Simon & Schuster, 2009).
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Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización