Revista Opinión

La adversidad en un instante

Publicado el 18 mayo 2021 por Manuelsegura @manuelsegura
  • La adversidad en un instante

Supongo que me acordé de aquella película de Sydney Pollack, estrenada en los cines mediados los setenta, cuando mi amigo me contó el calvario que había pasado en la UCI a causa del coronavirus, por su probada devoción hacia los coches, a través de la que ha edificado parte de su vida. En ‘Un instante, una vida’, Al Pacino hacía el papel de un piloto de carreras que se enfrentaba a las adversidades del destino y a la enfermedad terminal de un ser cercano. Mi amigo se contagió de Covid hace unos meses durante un viaje y hasta los tres días la enfermedad no le dio la cara. Un fuerte dolor en el pecho, dificultad para ingerir alimentos, cansancio y flojedad generalizada… Su médico de cabecera, al contarle estos síntomas, lo derivó al hospital donde, tras un reconocimiento en urgencias, le diagnosticaron la fatal enfermedad. Su capacidad pulmonar era la mitad de la habitual, por lo que ingresó en la UCI donde vivió posiblemente sus días de mayor intensidad emocional. 

Me contó que uno de los pasajes más terribles por los que tuvo que atravesar en esas horas cruciales fue cuando, acostado y entumecido en la cama de cuidados intensivos, escuchó a uno de los médicos decir a otro que estaban a punto de perderlo. Mi amigo vio morir a otras dos personas en camas próximas a la suya y fue testigo de cómo sus cuerpos eran envueltos para ser llevados a la morgue del hospital. Para agudizar más la situación, su madre había fallecido semanas atrás de la misma patología pandémica, sin posibilidad de que él y sus allegados la pudieran despedir como sin duda aquella mujer mereciera.

Sumido en el trance en el que se encontraba, y consciente de lo que le estaba pasando, me aseguraba que estuvo todo el tiempo pensando en los suyos y haciendo balance de lo que había sido su vida. Sobre si todo lo hecho había merecido la pena. Intuyo que concluyó que sí. Por supuesto que lo que más le dolía era tener que dejar a su familia y, en especial, a uno de sus hijos, el más joven, que quedaría huérfano de sus frecuentes consejos y apoyo paternal. Fue cuando se propuso firmemente pelear con sus menguadas fuerzas y no arrojar la toalla. Pasaron los días y el trabajo denodado de los médicos y demás sanitarios fue dando su fruto, hasta que lo trasladaron a planta y, ya en una habitación, inició su lento proceso de recuperación y rehabilitación física. Todavía dice que arrastra un agotamiento casi perenne, ante el que los facultativos solo aciertan a vaticinar que sobreponerse será cuestión de tiempo.

Cuanto rodea a la muerte sigue siendo uno de los grandes enigmas del ser humano. Mi amigo no me habló del famoso túnel que muchos dicen ver a las puertas del final, con ese ser indistinguible que te reclama desde el fondo luminoso, por lo que intuyo que cada uno debe de tener sus propias visiones en trance semejante. Sí es cierto que enfrentarte a él ha de marcar un antes y un después en tu existir, aunque la memoria humana sea a veces tan flaca como aquel esmirriado rocín quijotesco. Recuerdo que siendo niño visité con mi padre, en su casa, a un conocido suyo al que habían operado de corazón e implantado un marcapasos. El hombre, de mediana edad, nos dijo que para él la vida estresada y la actividad física se habían terminado. Apenas unos meses después lo vi, para sorpresa mía y con incredulidad, descargando sacos de un camión. Le conté esta anécdota a mi amigo cuando me dijo lo que le había cambiado su visión de la vida tras su trascendental episodio hospitalario. Y recordé que, como dijo aquel sabio pensador nacido en Algezares, rendirse ante la adversidad siempre supondrá mostrarse de su parte.

[‘La Verdad’ de Murcia. 18-5-2021]


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