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La advertencia del ciudadano Norton

Publicado el 23 marzo 2011 por Jlmaldonado
La advertencia del ciudadano Norton

Estamos en la era de la web 2.0 entre otras cosas. Facebook, twitter, blogs, correos electrónicos y un sin fin de aplicaciones se dan la mano (virtualmente, cero contacto) para crear una comunidad de millones de usuarios. Seguramente usted conoce a más de una pareja que halló el amor por esa vía y que son de lo más introvertidos en la realidad, pero un mar de sociables frente al teclado. Son de aquellos que dicen, al mejor estilo de Roberto Carlos, tener un millón de amigos. También sabrá de casos en donde el plagio se ha colado tras la red.

¿Qué pasaría si por un descuido o desconocimiento absoluto, un escritor no protege su texto, mejor aún, su más reciente novela, y cae en manos de un hacker cuando ya estaba lista a pasar por los labios de la imprenta? Eso está en La advertencia del ciudadano Norton, y le sucede al escritor Max Moro. Un hombre hábil con la palabra, tricoronado en divorcios y ex estudiante del Colegio Humboldt.

Comienza así el chantaje entre el pirata electrónico y Max, trazando una estupenda dialéctica epistolar convertida en correos electrónicos que dan constancia de la audacia retórica, tanto del Jack Sparrow literario y el incauto narrador que no protegió como era debido su creación: “Recuerde que sin el antivirus, usted corre peligro, le había recordado el ciudadano Norton advirtiéndole sobre los virus ciberespaciales y las intrusiones de los delincuentes de la realidad virtual”, pero en su arrogancia digital se dijo a sí mismo: “...será cuando yo quiera...soy un hombre libre y un poeta”.

Nace así el blog http://comandomapuche.blogspot.com, en donde víctima y victimario hallan otro lugar de encuentro para proseguir en la dura negociación en pro de que Max se haga nuevamente de su codiciado archivo “Nueva Novela”. Con argumentos que saltan de la ficción y extraídos de la realidad,el hacker antiglobalizador y férreoanti imperialista, le increpa diciéndole: “...te estamos dando en la madre quitándote tu noveleta. ¿Qué clase de personajes has creado, todos extraviados en sus prejuicios de clase...? La literatura no puede estar al margen de los grandes problemas sociales de nuestro tiempo, especialmente en nuestro país tradicionalmente explotado por el capital internacional y sus cipayos locales”.

Con argumentos bien pensados, Max Moro va en contraataque y así se va la tónica beligerante en la novela entre agresor y agredido: “Tengo la impresión de que usted debe llevar a cuestas una suerte de hedentina ideológica que debe estar como su seguramente deshilachada y roída franelita del Che (a ese sí que le vendría bien lo de salvaje: sólo en uno de sus días “gloriosos” a cargo del paredón, presidió el fusilamiento de 600 cubanos, una bicoca pues. Pobre Ernesto, terminar convertido en T-shirt)”.

También La advertencia del ciudadano Norton, incorpora en paralelo dentro de su historia, la vida de Delfina, una joven junguiana argentina, hermosa, de esas que llevan a pensar si existe un ejemplar así en la realidad, la cual trata de desempolvar la historia de su familia. En su búsqueda de la verdad y mientras Max lucha por conseguir de nuevo su novela, entran en juego el oscuro pasado del Tercer Reich, la Gestapo y las vergonzosas implicaciones en la era peronista.

La novela está muy bien equilibrada en cuanto a la entrega de la intriga, aderezada con una prosa bien elaborada y pletórica de referencias culturales como Karl Krispin suele utilizar y distribuir con inteligencia a lo largo del corpus ficcional de la historia. Vale la pena preguntarse si al propio autor le sucedió algo similar a lo vivido por Max Moro, y si La advertencia del ciudadano Norton es una reflexión de algún gazapo similar.Hay algo de sátira a ese mundo virtual al cual más de uno ha sucumbido y que por una u otra razón, cada vez se va metiendo más y más en nuestro día a día. Lo delicioso del texto, amén de su final inesperado, tiene qué ver con la cabida de las voces opuestas, de lo ecléctico en cuanto a los pensamientos antagónicos, que aquí, hallan espacio para el debate.


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