La agonía

LA AGONÍA
 De tres a doce, semanas de agonía,
perdura el final, de una triste vida,
es el trance, en que la gente adulta,
ve a su lógica muerte, ya se acerca.
Edúcate y jamás, tú menosprecies,
la suficiencia, que tiene una persona,
para progresar, en sus sentimientos,
en el tiempo que, acontece su agonía.
 Ciertas permutas, son admirables,
cada uno de ellos, lo comprobará,
 una gran diversidad, de emociones,
 es manera, de aguardar la partida,
temores, furias y arrepentimientos,
 al término, más la negativa tolera.
 Sin embargo en su agonía, sí encuentran,
la paz antes de marchar, cada uno de ellos,
si les preguntas, de que sí, se arrepienten,
si algo temen, o no volver hacer que cosas,
de diferente manera, la respuesta te legan,
asoman una y otra vez, los temas comunes. 
 Ojalá no hubiera trabajado, tan duro,
 de sexo masculino, son más agonizantes,
 que de sus hijos, la juventud se perdió,
ni tuvieron, la compañía de sus parejas.
 Ojalá, hubiera tenido las agallas,
de poder lograr, expresar mi afecto,
lo suprimieron, muchas personas,
 con el fin, de que este sentimiento,
 permaneciese, la paz con los demás,
y con ese gesto, deshacer mi aprecio. 
 Como consecuencia, se conformaron,
con una subsistencia, muy regular,
 y nunca alcanzaron ser, lo que eran,
 realmente capaces, de ascender a ser.
 Muchos de sus padecimientos,
se incrementan, por rendimiento, encadenado, con esos sinsabores,
que lastran, por el resentimiento. 
 Me hubiese satisfecho, haber mantenido,
contacto con mis, antiguos compañeros,
 no alcanzas al recuerdo, muy de seguido,
sucede realmente, que estos beneficios,
de los viejos amigos, incluso un tiempo,
no asiduamente, es posible descubrirlos.
 Muchos de ellos, ya habrían llegado,
 a ser atrapados, en sus propias vidas,
y las amistades, que acontecer dejado,
se debilitaron, con el paso de los años. 
 Proporcionarme, me hubiese gustado,
ser más feliz así mismo, es más común,
hasta el final, el conjunto no se percató,
que atesorar felicidad, es una elección. 
 Ellos se habían, quedado apresados,
en las pautas y hábitos más arcaicos,
el llamado, “bienestar” de las familias,  volcar en su vida física, las emociones. 
 El pánico a la permuta, les había hecho,
estar ocultando a los demás, para su yo,
estaban encerrados, pero muy a dentro,
 desear vivir de verdad, su vida de nuevo.
 Cuando alguno, está en su lecho de muerte,
 lo que piensan de ti, está lejos de su mente,
se la trae “al pairo”, hablando vulgarmente.
 ¡Qué maravilloso, es ser capaz de sonreírte,
de nuevo, aunque ya estés, extinguiéndote!.

Tanto el contenido literario como los vídeos son propiedad literaria
y visual de su autor Francisco Pelufo Martínez, alias Kokoro
y están protegidos por © Copyright.


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