La agonía del sanchismo está destrozando España y los estertores de muerte del sistema sanchista de corrupción y abuso de poder están produciendo el derrumbe legal del Estado y un ácido que también corroe y destruye la nación. Es probable que la agonía del sanchismo sea una enfermedad terminal que acabe con España. Las heridas son tan profundas que no será suficiente con cambiar de gobierno. Para iniciar un proceso de curación que durará décadas, España tendrá que tomar un purgante de caballo, expulsar del poder a tribus enteras de chorizos y delincuentes, redefinir su sistema político y erradicar partidos y fuerzas tan contaminadas y envilecidas que ya son carroña irrecuperable. Las instituciones ya no son fiables, la Monarquía desprestigiada, las Fuerzas Armadas dominadas por el sanchismo corruptor, la Justicia acuchillada y en proceso de asalto, las personas están podridas, los partidos son ya escuelas de corruptos y el sistema entero está lleno de minas, hasta el punto de que transitar por el resulta letal. ---
Los valores han huido del Estado y los mejores se alejan de la política, un verdadero nido de víboras, y lo público se ha convertido en lo peor de la nación. Se ha visto claro en la DANA de Valencia, donde todo ha fallado, menos el pueblo solidario y generoso. Los políticos han demostrado que son lo más sucio e inútil de la nación y los que gobiernan son los peores de la chusma política podrida.
La apuesta de Sánchez, perdedor de las elecciones, por gobernar en alianza con los peores delincuentes de la nación, partidos que odian a España y sueñan con destruirla, no ha sido inocua y ha terminado por convertir a España en una letrina que ha infectado toda la política y en la que sólo Sánchez y sus degenerados socios se sienten a gusto.
La letrina española es un espanto de asco y putrefacción que ha estropeado las instituciones, la convivencia, los valores, la autoestima, el prestigio internacional y el alma de la españolidad, además de inyectar oscuridad, mentira. tristeza y desesperación en la sociedad.
Los ladrones públicos han perdido el miedo al pueblo y a la ley, se creen dueños de todo y ya no importa de dónde sale el botín. Una prueba de la bajeza reinante: el Gobierno ha usado el fondo de catástrofes para subvencionar con 92 millones a los partidos políticos.
Los actuales escándalos socialistas, los de Begoña, Koldo, Ábalos. Aldama y del propio Sánchez y muchos de sus ministros y altos cargos, superan a todos los anteriores, incluso a los espantosos EREs de Andalucía, pero sólo son la punta del iceberg, la cúspide un inmenso bloque de hielo putrefacto sumergido que aterrorizará a los españoles y a todos los demócratas del planeta cuando salga a flote.
España es un país que molesta a la comunidad internacional y que es una carga para la OTAN y la Unión Europea. El sanchismo se ha encargado de aislarlo y desprestigiarlo, además de crearle enemigos nuevos y debilitarlo ante cualquier guerra, incluyendo a la que nos enfrentará pronto a Marruecos, un país que cuenta con alianzas internacionales diez veces más potentes que la destartalada España socialista.
El turismo está salvando la economía española, que respira bien gracias también a la inmensa deuda que contrae el gobierno sin prudencia. El sanchismo no para de pedir dinero y gasta como un manirroto, sin freno y sin pensar en la deuda con la que carga a las futuras generaciones de españoles.
El sanchismo es una máquina de destrucción masiva que entristece a los ciudadanos, expolia a los que producen, expulsa a las empresas, maltrata de a los autónomos y decepciona a todos los españoles honrados y decentes, obligados por sus corruptos gobernantes a vivir en una pocilga sin valores ni principios.
Más de media España, esa que abuchea y pita a Pedro Sánchez en las calles, sueña cada noche con ver al presidente detenido por la policía y sentado en el banquillo para que responda de sus destrozos y pague todo el daño que ha causado a España. El castigo de Sánchez y la regeneración son los dos grandes sueños españoles.
Francisco Rubiales
Revista Opinión
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