Revista Historia

La Akkermansia, la deseada bacteria adelgazante

Por Ireneu @ireneuc

Llega el veranito y, con él, el sol y la calor se hacen los dueños de nuestro maltrecho medio ambiente. Pero si maltrecho está nuestro entorno, en llegando estas fechas, nuestro armario y nuestro propio cuerpo no se encuentra en mejor situación. Y es que tanta caloría durante el invierno ( ver Y con Esteban, tres ) acaban por hacer mella en nuestros michelines y cualquier intento de entrar en aquel trapito que nos quedaba tan mono a finales de verano pasado, ha pasado a ser una auténtica misión imposible. Ensaladitas, verduras, ejercicio y pasar más hambre que un caracol en un espejo son las fórmulas mágicas para entrar en el bañador de turno, pero... hace tanta calor y está tan fresquita esa cervecita que resulta imposible adelgazar sin sufrimiento esos quintales de más acumulados... ¿o si? Recientemente, los investigadores han encontrado una bacteria que podría tener en su posesión el secreto que todo fashion-victim quisiera para sí. Se trata de la Akkermansia muciniphila y se la conoce como la bacteria adelgazante.

Comer hasta reventar y que después no se te ponga ni un kilito, ni un michelín, ni una piel de naranja, es el deseo secreto de la mitad de la población del planeta. Y digo medio, más que nada porque la otra mitad pasa tanta hambre que se come las chispas del afilador para tener algo caliente que llevarse a la boca. Es duro, pero así de bien repartido está este mundo, mira.

Es en esta situación en que hay capacidad de meterse entre pecho y espalda un rosbif de a kilo, pero no hay cojones de ir al gimnasio de la esquina porque queda muy lejos, que las clínicas de adelgazamiento hacen su particular agosto a base de liposucciones, dietas salvajes o by-pass gástricos a precio de oro -o de judía tierna, que para el caso cotiza igual- prometiendo que la gente adelgazará y tendrá un cuerpo esbelto atiborrándose hasta las orejas y sin menear ni una paja. No obstante, hasta ahora parecía que el adelgazar pasaba por ser uno de aquellos privilegiados a los que la comida no les engorda o bien ser del común de los mortales, a los que el sacrificio (en cualquiera de sus modalidades) es inherente a lucir un cuerpo esbelto, pero un grupo de científicos encabezados por la microbióloga francesa Muriel Derrien, en 2004 consiguieron aislar una bacteria en nuestra flora intestinal que tenía la capacidad de evitar que el cuerpo absorbiera los nutrientes.

La Akkermansia muciniphila es una bacteria de la familia de los verrucomicrobios, la cual no destacaría demasiado del resto de flora intestinal, si no fuera porque en 2015 se confirmo que esta bacteria participaba en la inflamación del intestino, en la apendicitis, en la diabetes y en la obesidad. Pero no produciéndolo como pudiera pensarse en una bacteria, sino al revés, evitándolo.

Esta bacteria, según parece vive en la mucosa que envuelve el intestino de los animales, viviendo de las secreciones mocosas que segrega. La sorpresa venía del descubrimiento que este tipo de bacterias interacciona hormonalmente con el intestino, controlando los niveles de inflamación del mismo (sobre todo en los casos de síndrome de intestino irritable) y controlando la gravedad de los casos de apendicitis, como se pudo comprobar en las investigaciones con ratones. Pero aún hay más.

Al vivir en la mucosa intestinal e interactuar hormonalmente con ella, se descubrió que eran capaces de equilibrar los niveles de insulina en sangre, limitando el metabolismo de las grasas e incluso de limitar la cantidad de nutrientes que eran capaces de absorber las vellosidades intestinales -el grupo de células encargadas de absorber las sustancias alimenticias en los intestinos.

Así las cosas, se cogieron dos grupos de ratones, uno con su flora intestinal normal y otro a los que se había eliminado esta flora a base de antibióticos, y se les alimentó con una dieta rica en grasas (a base de manteca de cerdo, más concretamente) durante un tiempo. Judiadas con los ratones a parte, los investigadores pudieron ver que a mismas dietas, los ratones que no tenían la akkermansia en su flora intestinal engordaban más que los que la tenían. Pero no solo eso, sino que los roedores que tenían la bacteria adelgazante, además de retener menos grasas, eran más resistentes al frío. Todo un verdadero descubrimiento que puede revolucionar las terapias de tratamiento tanto de las obesidades como las de la diabetes clase 2.

Las investigaciones en humanos han descubierto que la flora intestinal humana tiene entre un 3 y un 5% de Akkermansia muciniphila, por lo que sabiendo que el sistema digestivo es parte básica del sistema endocrino (el que controla las hormonas) se especula con la posibilidad de que este tipo de bacterias sean imprescindibles para el buen funcionamiento del cuerpo ( ver La milagrosa medicina llamada trasplante de cacas) . Ello determinaría que la eliminación de la flora bacteriana por efecto del consumo de antibióticos podría estar directamente relacionada con episodios de obesidad y de diabetes al haber eliminado las bacterias que naturalmente la controlaban.

Sea como sea, los médicos, mientras que desarrollan las técnicas basadas en la bacteria adelgazante, aconsejan que la mejor forma de mantener óptimos los niveles de Akkermansia municiphila es una dieta rica en prebióticos y frutas... y que para mantener los niveles de peso en vereda lo mejor es no atracarse de patatas fritas, ni de cervezas y hacer ejercicio de forma regular. Que ante los atracones pantagruélicos y el hacer menos ejercicio que un champiñón, no hay bacteria milagrosa que funcione.


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