Cuando Marciano Capella describe sus alegorías de las siete artes liberales en las Nupcias de Mercurio y Filología (siglo IV), el atuendo de las damas es una parte esencial de su simbolismo: cada arte se representa por lo que porta en las manos, la decoración de su vestido y los sabios que la acompañan.
Durante el Medioevo se respetaron en gran medida las estipulaciones de Capella. El Renacimiento cambiará la representación: las alegorías femeninas que decorarán los palacios van perdiendo ropaje hasta llegar a la pura verdad desnuda como esta bella pintura del Museo de los Frescos de Verona.
La mujer con un compás en un idílico paisaje está catalogada como Arquitectura, atribuida a la escuela de Giulio Romano, el discípulo predilecto de Rafael y proviene del Palacio Tielli de Mantua. Romano es precisamente el autor de los frescos del Palazzo Te de Mantova, una de las cumbres del manierismo y casa de placer papal.
No parece que catalogar la alegoría como “arquitectura” sea acertado pues las opcionesen de la época eran otras: geometría, astronomía, urania o prudencia. La falta de más atributos la hace Geometría.