La alfabetización de los indios del Perú en el S. XVI
Dra. Noelia Pizarro, Universidad de Salamanca
Conferencia en la UCSS, Lima, 6-XI-2007
PIZARRO JUÁREZ, Noelia. «Colonialismo y educación en Perú. Escuela y evangelización en la sociedad virreinal (s. XVI)». Salamanca: Universidad de Salamanca, 2011. Director: Dr. Leoncio Vega Gil. Publicada en el 2013
El gobierno de Carlos V y Felipe II obedeció a una política centralista que permitió el dominio de varios territorios, entre ellos los del Nuevo Mundo. Fueron numerosas las empresas en las que se sumieron estos dos monarcas a lo largo del siglo XVI, con tres finalidades fundamentales: la imposición de su soberanía, la defensa de sus tierras y de la limpieza de la fe cristiana, ya que protestantes y musulmanes supusieron una gran amenaza para la integridad de la misma.
Desde un punto de vista económico se trataba de una potencia bien abastecida, sobre todo a partir del descubrimiento de las Indias. Sin embargo, su participación en varias guerras, las ansias de lujo y derroche, y las malas gestiones fueron debilitando ese armazón inicialmente bien constituído.
En la sociedad española del siglo XVI sobresalían la nobleza y el clero por su desahogado estado económico. La primera demostró su fidelidad a la Corona y en todo momento intentó mantener, e incluso mejorar, su status dentro de la sociedad. Con respecto al clero, se mejoró su nivel intelectual y formativo, y como consecuencia, pronto se convirtió en uno de los focos de mayor irradiación cultural, mediante la difusión de conocimientos científicos por parte de sus diferentes miembros y la fundación de centros educativos, entre otras muchas actividades.
La educación en el siglo XVI fue un claro reflejo de la situación política, económica e ideológica imperante en estos años. Se dio gran importancia a la educación por considerarla algo fundamental para el desarrollo integral del hombre y un efectivo instrumento de reproducción del modelo de sociedad que en aquellos momentos se perseguía, donde la fidelidad a la religión católica y el apoyo a las directrices que emanaban de la monarquía ocupaban un lugar relevante. Existía una gran preocupación por el perfeccionamiento cultural de la población, y sobre todo se insistió en ello, en cuanto a lo que la población eclesiástica se refiere. Fueron distintos los agentes que se encargaron de la propagación de las escuelas. Los niveles educativos estuvieron al alcance de todas las clases sociales, siendo más restrictivo el acceso de los sectores menos pudientes a las enseñanzas superiores. Así, los altos grados de la intelectualidad fueron un privilegio de las clases más adineradas. Las enseñanzas humanísticas y teológicas acapararon mayormente la atención de los educandos.
Cumpliendo con los fines perseguidos, la monarquía española se decidió a ampliar aún más sus límites a través de los descubrimientos, con el objetivo inicial de encontrar nuevas vías de comercio que engrosaran los ingresos del país. De esos nuevos hallazgos se encargará el almirante Colón, cuya actuación, permitiría el contacto entre culturas desconocidas hasta el momento, como la azteca y la inca, y la cultura española.
A partir de esos primeros hallazgos que acapararon la atención y el interés de los descubridores y de la Corona española, llegará un momento en que ésta última necesitará de la máxima autoridad eclesiástica para afianzar sus derechos sobre las Indias. Así, a través de las bulas expedidas por el papa Alejandro VI a finales del siglo XVI, se concede a los monarcas españoles todas las tierras descubiertas hasta el momento y otras que hallaran, siempre que no se entrometieran en los espacios pertenecientes a otros reyes, y con la máxima finalidad de transmitir a la gente de las nuevas tierras descubiertas la fe cristiana. Por lo tanto, ahora a los propósitos económicos se unen los religiosos, de relevante interés y especial preocupación para la Corona, dada su gran defensa del catolicismo dentro de los límites de sus dominios.
Cuando los españoles se dirigieron hacía el sur del continente americano se encontraron con una cultura de grandes dotes militares, arquitectónicas y organizativas, que coincidía con la española en que su rey o máxima autoridad de aquella sociedad, el Inca, ejercía también sobre sus súbditos un gobierno centralista. Igualmente, la nobleza era la clase más privilegiada y los campesinos o clases más humildes aquellas que sustentaban al país a través de sus múltiples trabajos, gran parte de ellos colectivos. De igual manera, los niveles educativos superiores estaban reservados a las clases altas, a los futuros dirigentes del país, aquellos que ocuparían cargos de importancia y responsabilidad. La utilización del quechua como lengua oficial, la práctica de una religión politeísta muy arraigada así como la resistencia a verse dominados por otras culturas, serán algunos de los aspectos contra los que tendrán que luchar los españoles para asimilar la cultura inca a la española.
Una vez que las autoridades, tanto eclesiásticas como civiles, fueron conscientes de la riqueza y del tipo de gente que habitaban aquellos territorios, sus objetivos se fueron ensanchando, y ahora además de descubrirlas, también querían habitar con ellas. Ello lo harán a través de las conquistas, una forma que provocó la alarma no entre pocas sino varias personalidades, que veían en esta actuación una manera injusta e ilegítima de ocupar las tierras indianas. Dos de los teóricos más importantes de la época que reflexionaron acerca del tema fueron Francisco de Vitoria y Ginés de Sepúlveda.
Esa crítica social fue en aumento cuando una vez conquistados los territorios se adoptaron ciertas formas de organización y trabajo, como fue el caso de las encomiendas, donde los indios eran los más perjudicados, pues éstos al servicio de los españoles eran víctimas de la avaricia de sus patrones. La Corona no permaneció impasible ante tales actos e intentó legislar de forma adecuada un tipo de organización que no creara tantos prejuicios en los indios, a pesar de que los planteamientos iniciales de las encomiendas en ningún momento persiguieron el aprovechamiento del indio si no la búsqueda de un sistema que facilitara el aprendizaje de la fe cristiana y la educación en ciudadanía. Sin embargo, la avaricia de algunos españoles, como ocurrirá en tantas ocasiones, desvirtuó esas intenciones iniciales.
A pesar de los muchos atropellos que, los españoles civiles, y aún eclesiásticos, dominados por grandes deseos de riquezas, cometieron contra los indios, las autoridades españolas en ningún momento descuidaron su cuidado y protección, misión que se encomendará especialmente a los misioneros presentes en aquellas tierras.
Los monarcas para asegurarse del buen funcionamiento de sus posesiones diseñaron todo un cuerpo administrativo-político, a imagen y semejanza del español, en el cual un gran número de autoridades harían cumplir sus órdenes y mantener el control de todo lo que ocurría en aquellas tierras, siendo la máxima autoridad el virrey, al que se definiría como el otro ego del monarca español, sólo que dentro de la vastos territorios que constituían el virreinato del Perú.
Por otro lado, el clero regular y secular, con una misión tan importante como era la evangelización de los indios, también se encargará de organizar su ámbito de actuación, trasladando las formas españolas a las Indias. Así, se alzarán obispados y arzobispados que, junto con la celebración de los concilios y sínodos, velaran por la buena marcha de la Iglesia en tierras peruanas.
Las relaciones Iglesia- Estado obedecieron a los preceptos que el Regio Patronato Indiano imponía, de tal manera que las autoridades civiles llegaron a inmiscuirse demasiado en asuntos pastorales, gracias a los privilegios que en materia eclesiástica les habían sido concedidos, y que no pocas veces serán la causa de varios conflictos entre estos dos tipos de autoridades.
A pesar de las restricciones de funciones eclesiásticas provocadas por el Regio Patronato, el sector religioso ocupó un papel muy importante en el Perú, ya que fue a él a quien se le encomendó la ardua tarea de enseñar en la fe cristina a unas personas que hablaban distintos idiomas y que además veneraban a una gran cantidad de dioses. Sin embargo, su tenacidad les llevará a desarrollar distintas medidas y estrategias con las que enseñar a los indios los preceptos de la fe cristiana.
Algunas de las medidas que se adoptaron fue el aprendizaje del quechua por parte de los misioneros, el conocimiento acerca de su cultura, la adaptación de la misma a las cosas que se les quería enseñar, siempre que éstas no fueran en contra de la doctrina cristiana, la perseverancia en sus enseñanzas, la persuasión y repetición de las mismas, con la finalidad de alejarlos de sus antiguas creencias y convertirlos en fieles devotos de la fe de Cristo.
Los tres Concilios limenses que se celebraron en el siglo XVI serían decisivos en la regulación de estas enseñanzas, así como en el comportamiento que todos los doctrineros debían adoptar y cumplir de cara al éxito de las mismas. De esas tres asambleas, la de mayor alcance y envergadura sería la convocada y presidida por Santo Toribio de Mogrovejo, con la ayuda y colaboración de otros grandes teólogos e intelectuales de la época, como fue el caso de José de Acosta.
En este tercer Concilio se consiguió algo que ya venía siendo perseguido desde los tiempos del arzobispo Loaysa, y que no era otra cosa que la consecución de la uniformidad de doctrina, catecismo y lengua, en las enseñanzas con los indígenas. Prueba de ello fueron la elaboración de la doctrina, confesionario y tercer catecismo compuesto en las tres lenguas mayoritarias del virreinato, el castellano, el aymara y el quechua, cuyo objetivo era facilitar la enseñanza de los doctrineros, no siempre muy desenvueltos en la nueva lengua, y el aprendizaje de los neófitos de las verdades de fe.
Junto a esta labor evangelizadora los misioneros desarrollaron una importante labor educativa y civilizadora, acciones que llevaron a cabo de un manera conjunta y paralela, aunque siempre los principios de la doctrina cristiana eran quienes marcaban la marcha de las mismas, algo que a la vez no parece extraño dada la trascendencia que tenía la fe cristiana en la sociedad española del siglo XVI.
El contenido de esa educación abarcaba además de los propios de la religión cristiana, la lectura, la escritura, el cálculo, y también en ocasiones enseñanzas profesionales que fueran de gran utilidad al indio en su vida diaria y laboral. Existieron algunos colegios donde también los religiosos impartieron estudios superiores, destinados a la educación de los jóvenes hijos de caciques o de la alta nobleza, principalmente, ya que éstos eran los destinados a ocupar los puestos más importantes dentro de la sociedad colonial, y porque con sus actuaciones constituían un ejemplo con respecto al resto de la población.
La labor educativa de los religiosos alcanzará su punto culminante con la creación por parte de un grupo de dominicos de un estudio general, más tarde conocido como la Universidad de San Marcos de Lima.
Estas acciones educativas y evangelizadoras permitían una mejora de los usos, prácticas y costumbres de los indios, y por lo tanto su civilización, a través de una modelación de su persona lo más parecida posible a la española.
Autoridades civiles y eclesiásticas se preocuparon por el cuidado, la promoción, educación, civilización y evangelización del indio. En el primer caso, un ejemplo de ello será la labor desarrollada por el virrey Toledo en el Perú, el cual, como ocupante de un cargo político importante y como gran conocedor del territorio peruano por el número de visitas que realizó por distintos lugares del mismo, elaboró unas ordenanzas que regulaban la vida cívica y laboral del indio, con la finalidad de que no se cometieran agravios contra los mismos y que lo que se potenciará fueran sus habilidades y educación.
En el caso de personalidades eclesiásticas, fueron Santo Toribio de Mogrovejo y José de Acosta quienes ocuparon un lugar preeminente en la educación, humanización y evangelización de los indígenas. Ambos se preocuparon de conocer la realidad en la vivían los naturales del Perú, así como de la adopción de medidas que potenciaran sus capacidades y habilidades intelectuales. El arzobispo de Lima realizó tales intereses a través de la celebración del III Concilio, donde se adoptaron medidas importantísimas que afectaban de manera directa a la educación y evangelización de los indios, y en las cuales también colaboró el jesuita José de Acosta.
José de Acosta fue una de las personas que más se preocupó por una buena educación, cristianización y humanización de los indios. A través de las visitas que realizó por el virreinato observó que eran varios los errores cometidos por religiosos y civiles, y especialmente en los métodos de evangelización, no siempre acertados, y por otra parte cuando su mal ejemplo afectaba sobremanera al comportamiento de los indios y a su buena predisposición para la recepción del evangelio y otras actividades educativas. Así, decidió reflexionar acerca de qué medidas favorecerían el desarrollo educativo de los indígenas, con la finalidad de que la adopción de éstas permitieran un mayor éxito en las labores de enseñanza llevadas a cabo por los misioneros.
Su aportación incluye importantes métodos educativos que se caracterizan por la persuasión y la perseverancia, así como la comprensión de la cultura indígena y el aprendizaje de la lengua quechua, todas ellas planteadas con el objetivo de conseguir una mayor efectividad en las labores de educación y evangelización desarrolladas con los indios. Tuvo un papel fundamental en la elaboración castellana del catecismo compuesto en el III Concilio, así como en la aprobación de las medidas adoptadas en el mismo, ante el rey y el papa.
En definitiva, a lo largo de toda mi investigación he podido corroborar que los posibles intereses exclusivamente económicos que pudo tener la Corona en un principio al descubrir, conquistar y colonizar las tierras peruanas fueron evolucionando, afortunadamente, hacía fines de tipo educativos y no exclusivamente económicos.
Como es propio de la época, los contenidos de la doctrina cristiana ocuparon un lugar relevante en las enseñanzas que se llevaron a cabo con los indios, pero también se abrieron colegios o centros en los que se les impartía otro tipos de enseñanzas como la lectura, el cálculo y la escritura, en el caso de la enseñanza elemental, mientras que en los superiores se dedicaba una gran atención al cultivo de las humanidades.
Algunas personalidades de la época, tanto civiles como eclesiásticas, se ocuparon del cuidado y la protección de los indios, así como también influyeron a través de sus cargos, formación y pensamiento en la mejora y perfeccionamiento de la educación, civilización, evangelización y humanización de los mismos. Por tanto, me atrevo a afirmar, que pensar que la acción de los españoles en el Perú en el siglo XVI, sólo obedeció a fines lucrativos, como muchos afirman, constituye una opinión sesgada y extremista, pues resulta mucho más justo, veraz, equitativo y fructífero adoptar una postura más global y dialéctica donde se plasme no sólo las actuaciones y hechos negativos sino también aquellos que partieron y se efectuaron con las mejores intenciones y resultados positivos.
Así pues, tras la realización de mi investigación y formulación de mis conclusiones he podido corroborar que las hipótesis planteadas en un primer momento se han cumplido, así como la satisfacción de mis objetivos.