LA ALHONDIGA DE TOLEDO
Las alhóndigas, también llamadas alholíes, que en su origen islámico eran al tiempo mesones y lugares de venta, pasan a ser casi todas ellas, a partir del siglo XVI, locales para exclusivo almacenamiento y comercio de trigo, terminando por convertirse en centros oficiales casi siempre municipales.
Posiblemente sea la alhóndiga o pósito toledano uno de los que se remontan a fecha más antigua, pues ya en el año 1117 se usa la expresión de «Alhóndiga del Rey. para designar al barrio donde estaba, próxima a la Catedral y a la calle de la Trinidad (1).
La expresión «del Rey. podría indicar que había otras particulares o, quizá con mayor probabilidad de acierto, que procedía del monarca musulmán, adquiriéndola Alfonso VI por derecho de conquista, como sucedió con los topónimos «Huerta del Rey» o «Barrio del Rey», que todavía se usan y forman parte oficial del calle;ero toledano, pese a haberse ena;enado por el monarca hace muchos siglos.
En fecha que no hemos podido determinar se trasladó la institución a las inmediaciones de Zocodover, precisamente en la plazuela triangular que existe frente al hospital de Santa Cruz de Mendoza,- sitio más adecuado que el anterior, por su proximidad a los molinos y, sobre todo, a la salida de la ciudad, ya que el trigo almacenado en ella, y que se prestaba a los agricultores, lo era para sembrar, y por tanto del campo venía y al campo volvía.
No debía ser muy crecida su dotación, o pasar por un mal momento económico, cuando el cardenal Jiménez de Cisneros la hizo un espléndido donativo en 1507: veinte mil fanegas de trigo (2), que vinieron a constituir una considerable ayuda a sus fines benéficos de prestar simiente, en las épocas de escasez, con un bajo interés, inutilizando así las operaciones, más gravosas, que realizaran los particulares.
Se trata de una construcción de planta rectangular, sencilla y eminentemente funcional; es más bien cerrada hacia el exterior, por la cuestión del almacenaje de granos. Una serie de recios pilares, de sección cruciforme, compuestos de sillares de piedera en sus bases, distribuyen el espacio interior del edificio en una serie de naves, de alzados enjalbegados.
Exteriormente, sobre un pétreo zócalo se levantan los muros, de aparejo mixto, ladrillo-mampostería, siendo las rafas de este último material verdaderas cajas, de distribución uniforme en los paramentos.
El edificio, sin embargo, debía ser poco adecuado, cuando el buen corregidor toledano don Juan Gutiérrez Tello hizo construir, bajo el Miradero y con su fachada principal a la calle que hoy llamamos de Gerardo Lobo (y que entonces pasó a llamarse calle del Pósito o de la Alhóndiga, un amplio y fuerte local, que aún perdura, aunque destinado a almacén de enseres municipales y otros usos diversos.
Compró para ello la mancebía y el hospital de San Leonardo o de los Desamparados y, bajo proyectos de Antonio Gracián (3), se levantó la Alhóndiga que ahora vemos, funcionando sin interrupción hasta 1808. En tal año, y a sus finales, entraron en Toledo 10.000 soldados franceses, al mando del mariscal Víctor, duque de Bellune. Hallaron entonces 1.512 fanegas de trigo, sobrantes sin duda de la sementera efectuada pocos meses antes, y se incautaron de ellas para su tropa.
Quedó así sin capital el pósito, al que posiblemente no se reintegraran tampoco los préstamos, por los trastornos bélicos de aquellos años. Deseoso el Ayuntamiento de ponerlo de nuevo en funcionamiento, adoptó diversos arbitrios en 1832, recaudando con tal fin 20.052 reales.
El primitivo edificio, construido entre 1575 y 1582, se vino abajo por completo en 1593.
En 1594, Nicolás de Vergara el Mozo trazaba un sistema de contención para el Miradero, procediéndose después a la reconstrucción de la Alhóndiga, que concluyó en 1536.
Suprimidos los pósitos por decreto de 20 de enero de 1834, se invirtió lo recaudado en construir un cementerio en la Vega Baja, alquilando el antiguo edificio construido por Gutiérrez Tello (4). No conocemos las normas por las que se rigió desde su fundación, aunque 1ógicamente debiera tenerlas.
Pero en el Archivo municipal toledano existe, o existió hasta 1936, el reglamento acordado por la ciudad el 2 de marzo de 1562, que por su indudable interés publicamos a continuación. Conocemos de él s610 su transcripci6n, efectuada por su escrupuloso archivero don Buenaventura Sánchez Comendador, con vistas a su publicaci6n por la Academia toledana, y que qued6 inédito en su archivo.
En cuanto al funcionamiento de los pósitos en general nos remitimos al interesante estudio de Gonzalo Anes Alvarez, recientemente publicado, centrado especialmente en las causas de la decadencia de estas útiles instituciones en los siglos XVIII y XIX. Como colabaraci6n parcial a este valioso trabajo publicamos este reglamento del de Toledo, posiblemente uno de los más antiguos de España.
Las dos portadas del edificio fueron acopladas al mismo en 1960, procedentes del que fuera convento toledano de los Trinitarios Calzados; son portadas platerescas, adinteladas; una de ellas con tímpano sobre el dintel y ambas con la cruz de la Orden Trinitaria
JULIO PORREShttp://www.realacademiatoledo.es/files/anales/0007/02.pdf
Revista Cultura y Ocio
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