Granada en el siglo XVI pintada por Joris Hoefnagel.
No hay más que empezar a leer su último libro para darse cuenta de que el escritor Justo Navarro (Granada,1953) es un enamorado de la Historia y mucho más de la historia de su tierra. Con sencillez y cierta timidez es capaz de hablar de El país perdido.
La Alpujarra en la guerra morisca, un nuevo título de la colección
Ciudades andaluzas en la Historia, editada por la Fundación José Manuel Lara, con un entusiasmo que contagia a quien se sienta frente a él.En esta obra se descubre, entre otras muchas cosas, que hace 400 años, el tiempo al que se ha trasladado el autor para relatar a través de un recorrido histórico y geográfico, que
"el rey Boabdil fue engañado por los Reyes Católicos de forma miserable y que mediante intrigas el objetivo final era expulsar a los moriscos de la Alpujarra".El libro va acompañado de un cuaderno de imágenes, de
Ricardo Martín, que muestra
"un país rico y abierto al mundo a través de sus huertos y de los mercados de la seda, pero que acabó convertido en un campo de batalla por culpa de la guerra de la Alpujarra (1568-1571), que conllevó, tras tres años de asedio, la definitiva expulsión de los moriscos". Si al lector le interesa este periodo histórico de España puede seguir el curso de la guerra, desde el levantamiento en la Nochebuena de 1568 cuando un grupo de moriscos entra en el Albaicín, llamando a la rebelión, hasta el final.
"Si la guerra duró tanto tiempo fue porque siempre quedaba algún lugar en el que los moriscos se podían esconder y atacar a las tropas cristianas", puntualiza el escritor.En los años anteriores a la guerra, la Alpujarra poseía uno de los más importantes mercados de seda de España, hasta tal punto que cuando los moriscos habitaban esas tierras estaban registrados 4.000 telares y cuando son expulsados no quedan más de 25. Justo Navarro explica que
"la sublevación morisca fue una guerra determinada por las características del territorio, que se extiende por la vertiente sur de Sierra Nevada y las faldas de las sierras costeras hasta el Mediterráneo, entre los ríos Guadalfeo y Andarax. Vergel y tierra escarpada, la Alpujarra es un país incitante y a la vez hermético, encastillado en la naturaleza y con prestigio de irreductible frente a los invasores prerromanos, romanos, godos o árabes, Una zona que se extiende a lo largo de 90 kilómetros, de este a oeste”. Un recorrido por esas zonas te descubre la riqueza de una tierra que durante años fue abandonada y que derivó en grandes épocas de emigración a lo largo de los siglos.Para poder instaurar una verdadera monarquía en España, explica el escritor Justo Navarro,
"la Corona debía tener presencia social, económica y cultural en el reino de Granada y para ello necesitaban que los moriscos desapareciesen de España. La monarquía que instauraron los Reyes Católicos para la creación de un Estado moderno implicaba la existencia de una única ley, de una única religión muy ligada al sistema legal y de una sola cultura". La conclusión a la que llega Justo Navarro en su estudio es que
"la rebelión de la Alpujarra pudo ser un hecho provocado porque la zona en la que estaban ubicados los moriscos era un vergel y una fortaleza natural con fama de irreductible".Además, no se puede obviar que esa zona de España era una fuente de riqueza importante por la seda
"los ovillos que hilaban los moriscos era una fuente de ingresos muy importante que aportaba el reino de Granada a la Corona. Cada familia podía recoger entre 40.000 y 50.000 capullos de seda". ¿Qué provocaba todo ello?
"Que esta actividad era motivo de rivalidad económica entre los cristianos nuevos del reino de Granada y las ciudades que se dedicaban a esa misma tarea en otras zonas de Castilla". Navarro explica
"que los principales cabecillas del alzamiento pertenecían a familias dedicadas a la seda, un mundo netamente morisco, y una población muy rentable, que sostenía prácticamente el aparato, ya que se les hacía pagar los efectos derivados del especial cuidado que había que tener con ellos, por sus relaciones con el norte de África".La Corona tenía a los moriscos de la Alpujarra como rehenes que
"pagaban por mantener su manera de vestir, de comer, de disfrutar de sus fiestas y de sus ritos, aunque solo fuese en el espacio de su familia. Era como si permanentemente pagasen un rescate, un precio por que se les dejase vivir según sus costumbres y hablar como sabían hablar. Con dinero habían conseguido ir aplazando el cumplimiento de las leyes". Hasta que en 1568 se les prohibió todo.
"La intención de la nueva monarquía era extirpar a unos individuos que no se ceñían al modelo de súbdito que deseaban. Pero la eliminación definitiva de los moriscos estuvo precedida por un proceso de expolio continuado, ejecutado por los funcionarios judiciales y eclesiásticos. Las viejas relaciones de vasallaje habían pasado a la historia", continúa Navarro, quien no olvida que los tres cronistas de la rebelión –Mármol Carvajal, Pérez de Hita y Diego Hurtado de Mendoza–
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