Como sabéis desde hace tiempo trabajo con un taxi (si no lo sabías acabas de averiguarlo).
Una de las primeras personas que subía al taxi con cierta frecuencia era un retirado profesor de universidad que sufría Esclerosis Múltiple.
Solíamos charlar sobre política o comportamiento social, era una persona de fácil conversación.
Recuerdo que al principio utilizaba un bastón, después una muleta de las que se utilizan cuando te escayolan una pierna y las últimas ocasiones ya utilizaba dos muletas.
Me quedó grabado el día en que me pidió que cerrase la cerradura de su casa porque no podía girar la llave.
Era una persona culta y sabía perfectamente la enfermedad que padecía, pero últimamente le había dado por comprar libros y buscar soluciones desesperadas. Había leído un libro de algún iluminado que decía que con el poder de la mente se podía curar cualquier enfermedad y ya casi le daba crédito, era lo que quería creer.
El caso es que estaba muy bajo de ánimos y como no sabía ni que decirle se me ocurrió aconsejarle que imitase a un perro cojo.
Cuando un perro se lastima una pata le ves cojear, no apoya la pata que tiene dañada, pero eso apenas altera su vida, simplemente no apoya esa pata. Le llamas y viene, un olor le llama la atención y olfatea, come, juega... sigue haciendo su vida.
No hay duda de que siente dolor y sufre, pero no se viene abajo (pueden darse casos, no digo que no).
Para un perro cojo el mundo sigue siendo el mundo, no convierte la lesión en el centro de todo.
La última vez que coincidimos me dijo que le había ayudado más esta opinión que los libros de autoayuda que había leído.
Ignoro si existe alguna teoría de alguna persona del mundo de la psicología o los tan de moda "coach" que utilice la analogía del perro cojo, pero si no existe quizás debiera alguien desarrollarla.RSS del internauta de León.