Que únicamente dos empresas conocidas de las las casi mil que han huido de Cataluña, hayan escogido Andalucia como destino constituye un fracaso para el gobierno andaluz y la constatación de que la economía andaluza repele a los empresarios y a los inversores. El gobierno andaluz debería reconocer una verdad ante la que cierra los ojos y los oídos: la economía andaluza es un auténtico fracaso. El dinero recela de Andalucía y se resiste a llegar a una autonomía gobernada con ideas del pasado, inmersa en mareas de corrupción, con impuestos más altos que en el resto de España y con un gobierno tan denso y poderoso como lo eran los de las antiguas repúblicas comunistas de la URSS. La última demostración del drama económico y fiscal andaluz es la escasa cantidad de empresas fugadas de Cataluña que han decidido establecerse en Andalucía. La negativa del grupo Planeta a aterrizar en Andalucía, tras de su huida de Barcelona, ha sido especialmente dolorosa para la Junta. ---
Pastas Gallo anunció el 17 de octubre se trasladaba de Cataluña a Córdoba. Es la segunda empresa importante de Cataluña que aterriza en Andalucía, después de la fuga masiva de empresas provocada por el independentismo desatado. Antes, el grupo cervecero San Miguel había anunciado que se establecería en Málaga. La cosecha es exigua, como corresponde a una autonomía escasamente atractiva para los negocios y la economía libre.
La Junta de Andalucía desplegó toda su influencia para conseguir que algunas empresas catalanas, sobre todo el grupo Planeta, aterrizaran en tierras andaluzas después de su reciente huida de la insegura y desestabilizada Cataluña, pero csi todas dijeron "NO" y los directivos del primer grupo editorial de España creyeron que establecer su sede en Andalucía no ofrecía suficientes garantías de estabilidad y calidad.
Me dicen que algunos miembros de la alta dirección del grupo Planeta, al rechazar que la nueva sede de la empresa se estableciera en Sevilla, argumentaron que Andalucía no es Cataluña, pero que en algunos aspectos es peor. Sin duda se refería a la excesiva influencia y poder del gobierno andaluz, demasiado presente en una sociedad que está próxima a la asfixia por causa de muchos factores, entre los que destacan tres: los impuestos más elevados de España, la corrupción, que infecta a muchas actividades en la comunidad, y las dificultades que padecen las empresas para desarrollar sus actividades y negocios en una tierra con estructuras anticuadas, estancada en su ruta hacia el progreso, con su sociedad civil renqueante y con un gobierno demasiado fuerte e intervencionista.
Y eso que el Grupo Planeta tiene sus raíces en la provincia de Sevilla, concretamente en la localidad de El Pedroso, donde nació el fundador de la primera editorial de España, José Manuel Lara, el cual habría dicho varias veces en vida que si algún día su empresa saliera de Cataluña, podría establecerse en Sevilla.
El atraso y la escasa competitividad de Andalucía como destino del dinero ha quedado demostrada por el hecho de que sólo una de las empresas importantes que escaparon de Cataluña eligiera Andalucía como sede. Fue el grupo cervecero San Miguel, cuya sede estaba en Cataluña, pero al que todo el mundo consideraba un grupo malagueño, donde la cerveza San ;Miguel es casi un mito y un signo de identidad, como en Sevilla lo es Cruzcampo.
La voracidad fiscal de la Junta, la corrupción generalizada y el excesivo poder intervencionista del socialismo andaluz son como un moro que impide el desarrollo empresarial. Hay impuestos, como el denostado de Sucesiones, conocido en Andalucía como el "Impuesto a los muertos", que ha provocado la negativa a establecerse en Andalucía de cientos de altos directivos y técnicos cualificados, temerosos de que si morían en Andalucía, sus familias quedarían sin herencia por causa de la veracidad fiscal de Susana Díaz y sus fieles y ambiciosos socialistas.
El gobierno andaluz que preside Susana Díaz tiene que reflexionar y rediseñar su política, si quiere gobernar un día una región pujante y moderna que sea capaz de abandonar el furgón de cola del tren europeo, un puesto que ocupa tozudamente desde hace décadas. Tiene que liberalizar la economía, abandonar la voracidad fiscal, facilitar la vida empresarial y el impulso de los emprendedores y dejar de asfixiar la sociedad y la economía con su excesivo poder intervencionista y con sus impuestos injustos, agobiantes y desmesurados.
Francisco Rubiales
Revista Opinión
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