Érase una vez, allá a finales de los años 80 e inicios de los 90, cuando las cosas comenzaban a ir mal en Venezuela debido al modelo rentista -que ya hacía aguas- y al alto índice de corrupción que minaba la estructura del gran Estado y de los partidos políticos (si es que no eran lo mismo) cuando la alta sociedad venezolana hizo una siembra de gran extensión de anti política. El producto estrella era la idea de que la política era muy sucia, era asquerosa y que las mentes más brillantes del país no se metían en ese mundo abyecto, las mentes más brillantes trabajaban en la industria petrolera, la gente de bien, pues.
Algún dueño de canal de televisión que en el pasado reciente fue vapuleado por su propia cosecha, hizo montones de programas dominicales en horario estelar para difundir su gran idea, a pesar de ser un entrevistador mediocre. Algunos dueños de periódicos que hoy lloran en Europa en congresos de libertad de expresión, en su momento pusieron sus rotativas a disposición de militares golpistas con la intención de seguir teniendo su mano sobre el nuevo poder emergente.Aunque la verdad es que nuestra reciente realidad política no es más que el resultado de la siembra de la aversión a la política, es el resultado de dejarle la política a los peores, es el resultado de creer que cuando alguien sirve para hablar pero no para trabajar tiene futuro como político.
Por esto, es que cuando hoy veo en la Asamblea Nacional a personas como José Guerra y Tamara Adrián, me convenzo de que ha habido un cambio, creo que estas personas en lugar de ver como el país se desmorona han decidido no ver los toros desde la barrera y participar, como deberíamos hacerlo todos los que podamos hacerlo. José Guerra podría estar en cualquier sitio del mundo siendo valorado y apreciado por su conocimiento, pero ha tomado el riesgo de ser criticado, de tener que legislar con contrincantes que tratarán de deshumanizarlo como persona, para quienes la lealtad sin crítica es el único valor.
Tamara Adrián es noticia constantemente por su transexualidad, y su lucha por los derechos de la comunidad LGTB, sin embargo, que sea el primer transexual en llegar a la Asamblea Nacional es casi lo de menos, al lado del curriculum que tiene y de sus conocimientos. En su caso, también podría estar en cualquier lugar del mundo haciendo uso de sus conocimientos y su inteligencia, pero ha decidido postularse a un cargo donde obviamente no ganará el dinero que podría ganar, para hacer algo por un tema que cree importante.
José Guerra y Tamara Adrián son solo dos casos entre muchos jóvenes y personas preparadas que están apostando a que las cosas sean distintas. Ese es el verdadero cambio, que los más preparados no vean la política como un sitio oscuro donde seguro se les insultará y se les llamará vendidos a las primeras de cambio. Por supuesto, para ello hay que elegir a los más preparados y no a los más simpáticos o a los más carismáticos. Lo que hemos tenido hasta el momento, no ha sido mala suerte ni casualidad, lo hemos elegido, lo hemos buscado.
Ahora que la situación límite que vivimos hace que algunos añoren a Marcos Pérez Jiménez, debemos entender que el hecho de que la democracia no sea perfecta no es razón para optar por una dictadura opresora, criminal y ladrona. Así como, el hecho de que la política y los políticos tengan sus defectos no es razón para abandonarla en manos de militares o canallas.
Pinochet no es el responsable del Chile de hoy, lo son los años de concertación y el tiempo de reflexión y maduración de la izquierda como oposición después de Allende. Pérez Jiménez o la cuarta república no son la solución, de hecho en buena medida, son la causa del último período vivido. La única solución es saber que la política es imperfecta pero es la única opción para establecer puentes y entendernos, porque lo contrario es la violencia y la intolerancia, y en ese juego perdemos todos. El otro lado, el oponente tienen que existir en la política porque existen en el país, la idea de desaparecer al chavismo es tan peregrina como lo fue la idea de pulverizar a la oposición por dos razones: la primera, mientras ambas tendencias tengan afectos en la población deben tener derecho a su representación; la segunda. a cada tendencia la definen sus ideas y sus contrincantes, sin un lado el otro no existe. Por supuesto, las reglas del juego deben ser restablecidas.