Revista Belleza
Hola, amig@ lujurios@
Hoy me vas a permitir que me salga de la actualidad y hable sobre un asunto que me tiene, cuando menos, inquieta. Y es lo mal que últimamente lo están haciendo en algunos sellos de romántica en cuanto a las traducciones de sus novelas, y especialmente de aquellas escenas que en nuestra jerga privada llamamos hots. Sí, ya sé que este tipo de escenas son difíciles de escribir, e incluso de traducir, ¡y si no que me lo digan a mí! —no en vano, cada una de las que yo detallo me cuestan unas cuantas canas—, pero es que, hoy por hoy, incluso en romántica adulta al uso, no existe novela que carezca de varias escenitas de este tipo, aunque ni siquiera se trate de una novela erótica. Y, como soy muy consciente de ello y sé de antemano que si quieres que alguien te mire a la cara, o a la página —porque en caso contrario no hay editor ni lector que quiera saber nada de ti—, es por eso por lo que no dejo ni un día de «documentarme». Ése es el motivo por el que, últimamente, y por exigencias del guión, prácticamente no leo otra cosa que no sea romántica; más que nada para ver si aprendo algo de las profesionales de este negocio; de esas que habitualmente llamamos «las grandes». Porque no sólo con práctica y documentación se escriben los libros, también hay que hacerlo con estudio… Y, aunque ya sé que «perro no come carne de perro» y además está muy mal visto, una es, sobre todo y en primer lugar, lectora. Por lo tanto, y como tal, me queda el derecho al pataleo, que para eso me dejo una pasta cada mes en las librerías... Precisamente esa inversión y las prebendas que este hecho me proporciona, recogidas legalmente por la OCU, son las que me incitan a hacer hoy esta entrada. Porque, lo cierto es que, después de los últimos sinsabores, no sé si tirarme al metro o, dada mi naturaleza pecadora, al metrero. Os explico… Ya es triste que los editores de romántica seamos poco exigentes y nos valga todo —especialmente desde la explosión de las famosas 50 sombras de Grey—, en cuanto al subgénero erótico y a las escenas subidas de tono se refieren. Que sí, que está mal que elevemos a categoría de best-sellers alguna que otra pésima novela que, para más inri, reciben toda clase de premios y parabienes en su propio país de origen aunque el grueso de lectoras dudemos en un momento dado si la protagonista está haciendo el amor con Shreck o con míster universo, pero lo que de verdad es lamentable es que novelas realmente buenas, bien escritas por sus autoras, sean traducidas de cualquier forma. Cualquiera que esté metido en este mundillo sabemos que un buen traductor hace bueno un mal libro y viceversa, pero que a las editoriales les importe un rábano que esto suceda, permitiendo que se desgracien algunos originales, es de juzgado de guardia. Últimamente han caído en mis manos algunas publicaciones con conversaciones y exposiciones dignas de… alabanza. Pero no temas, amig@, no voy a lanzar la piedra y a esconder la mano. Como me conoces, ya sabrás que ése no es mi estilo. Por eso, me explayaré sobre algunos casos que recientemente me han puesto los pelos de punta. El último, ayer mismo para no ir más lejos, ha sido el detonante para que me tire a la piscina con esta queja. Y quede bien claro que, en lo que respecta a erótica romántica, no he leído apenas nada de mis compañeras de pluma nacionales, así que nada de lo que aquí digo va contra ellas, si bien les deseo que tengan la suerte de dar con un traductor que haga mejor labor con ellas que como lo han hecho los encargados de versionar a las dos anglosajonas que últimamente han caído en mis codiciosas zarpas, y que aquí pongo de ejemplo. Cuando hace algunos meses leí Llámame Irresistible (Call me irresistible) de Susan Elizabeth Phillips, pensé que me daba un jamacuco... ¡Por Dios, si incluso al pobre Dallie su traductora le hizo un cambio de sexo por el artículo 33, sin anestesia ni nada (para el lector, por supuesto), y me lo convirtió en mujer... Yo, que para aquellos entonces ya había leído Fancy Pants en su versión original, casi me caigo de la silla. Pero bueno, pasé por alto aquel atajo de «horrores», pensando que el mejor escribiente echa un borrón y que posiblemente enmendarían aquel entuerto en próximas ocasiones.
Pero lo cierto es que la continuación de esta novela, La gran fuga (The Great Escape), me resultó todavía más frustrante y me juré no repetir con más fiascos de este estilo porque, sin darme cuenta, acababa de perder todas mis esperanzas en SEP. Su traductora se había cargado de un plumazo el espíritu narrativo de la autora.No obstante, como sólo la mujer capaz de tropezar alegremente dos veces en la misma piedra, sucumbí a la tentación de leer Amor o chantaje (Lady Be Good) y me compré el libro en castellano. ¿Quién me mandaría? Porque, cuando abrí la primera página me quedé como de pasta de boniato. La primera novela la terminé, horrorizada a ratos e indignada a otros; la segunda la leí en diagonal, por aquello de que como no había leído la versión original tenía curiosidad, pero ya la tercera... ¡Ah no, por ahí sí que no paso! En esa ocasión cerré el libro y, directamente, lo saqué al mercado de segunda mano, que andan mal los tiempos para la lírica…El motivo, muy simple. Si un traductor no sabe cuándo utilizar el verbo ser y el verbo estar, no quiero saber cómo habrá traducido esas escenas hot a las que antes hacía referencia. Por suerte había tenido la oportunidad de leerLady Be Goodhace ya algunos años y, desde luego, es uno de los libros de SEP que más me gustan; los diálogos entre los protagonistas son dignos de una entrada para ellos solos. Pero cuando leí que traducían la frase: «Kenny Traveller was lazy»como «Kenny Traveller estaba perezoso», tuve suficiente.
Y es que de nada nos sirve a las lectoras y escritoras de romántica intentar dignificar el género para que ocupe el lugar que se merece dentro de la literatura, si la mala praxis del negocio en sí tira por tierra todos nuestros esfuerzos. Pero ya lo de ayer fue… uf, no sé ni cómo denominarlo. ¿Acogotante? Precisamente de este tema hablaba el otro día con unas cuantas amigas cuando un par de ellas empezaron a hacer chanzas de la traducción de Esposa por la mañana (Married By Morning), de Lisa Kleypas. Tanto se pitorrearon del tono de la traducción y de los eufemismos que utilizaba el traductor —que en este caso se trata de un varón—, que me picó la curiosidad y, habiendo comprado hace ya más de un año un ejemplar que aún no había tenido tiempo de echarme al coleto, me puse a leerlo con fruición.Mi indignación fue tal que, si me valiera, se lo devolvería a Ediciones B envuelto con lacito de raso para que lo expusiera en su sala de tesoros. Perlascomo éstas, por poner algún ejemplo: «…—Cosita hermosa; relájate y déjame tocarte, déjame...Catherine sintió los huesos y los tendones de la mano de Leo, mientras éste deslizaba un dedo dentro de su flor. Contuvo el aliento, poniendo todo el cuerpo en tensión ante aquella exquisita invasión» por: «"Innocent darling. Relax and let me touch you, let me…" She felt the intricate workings of bone and tendon in the back of his hand as his finger slid farther into the fluid softness. She caught her breath, her body grasping helplessly at the careful intrusion». O esta otra: «…Le encantaba oír los sonidos que hacía él, aquellos tenues gruñidos, esas palabras sueltas, su respiración ronca... Cada vez resultó más fácil recibir sus acometidas, y sus caderas se alzaron de manera instintiva con cada una de ellas, mientras la carne resbaladiza de Leo se sumergía en su caverna. Catherine flexionó las rodillas para facilitar las embestidas, y él se estremeció, expeliendo un sonido gutural que parecía ser fruto del dolor» por: «She loved the sounds he made, the quiet groans and fragmented words, his roughcast breathing. It became easier to take him, her hips lifting naturally with each forward motion, slippery flesh plunging and grasping. Her knees bent, angling to cradle him. His body trembled roughly, a grunt of something that sounded like pain coming from his throat».En fin, no voy a entrar en hacer un análisis sintáctico y morfológico de estas frases en castellano y tampoco voy a cometer la osadía de transcribir mi propia versión desde el inglés pero, por Dios… «¡cosita hermosa!», «¡flor!», «¡cueva!»… ¿Dónde narices están esas palabras en el original? ¿De verdad cree el traductor que esto es lo que nos gusta a las románticas? Señor mío, estoy harta de leer a Kleypas y, hasta este momento, jamás he visto que la autora denomine la vulva o la vagina de una mujer con semejantes sinónimos, ni en inglés ni en ninguna de las traducciones al castellano que han caído en mis manos. Para su información, este concepto se suele traducir de mil maneras, incluso como «coño», pero jamás como «flor o cueva».Y ya no quiero decir nada del hecho de que, después de que la protagonista se acuesta con el héroe en cuestión, Leo, y tienen durante el temitaunas conversaciones de lo más desinhibidas, Catherine sigue llamándole de usted hasta el final del libro, incluso en privado. Que sí, que ya sabemos que en aquella época los matrimonios usaban en voseo, pero también somos conscientes de que la licencia narrativa se utiliza con ligereza y que lo que, desde luego, no era habitual era ese tipo de relación matrimonial que deja patente su autora. Y mi queja en este caso va dirigida a la editorial, ¿no podían ustedes exigir a sus traductores que al menos conozcan el género que van a trasladar al román paladino?Sí, amig@ pecador@, una es masoca, pero tanto…Así que ya sabes… si no quieres sufrir esta semana, no te dejes embaucar por Amor o chantaje ni por Esposa por la mañana. Es un consejo; las historias lo valen, pero la traducción…