No lo sé, y no tengo ya ni fuerzas ni ganas de buscarlo, si siguen vigentes aquellos viejos artículos de la LEY DE REGIMEN LOCAL (LRL), vigente cuando yo estudiaba Derecho, algo así como en la prehistoria,que establecían que tanto los alcaldes como los interventores municipales se llevaban ni más ni menos que el 1X1000 del importe de los presupuestos de obras municipales. ¿A que ahora sí que se explican todos ustedes esa ola gigante de obras públicas municipales que nos invade?
Pero hay algo más, mucho más, esto no es fruto del estudio sino de la intuición: estoy completamente seguro de que todos los alcaldes del Reino son importantes accionistas de las sociedades anónimas que construyen aparcamientos subterráneos debajo de todas nuestras calles mientras los ayuntamientos de las mismas las convierten en peatonales con lo que logran dos cosas: hacer inmensamente ricos a sus alcaldes y empobrecer paralelamente a los vecinos de las mismas que contemplan impotentes como desaparecen por arte de esta mala magia los aparcamientos de sus vehículos de manera que o tienen que venderlos o aparcarlos en estos aparcamientos públicos, propiedad mediante sociedades anónimas interpuestas de sus queridos alcaldes.
Esta es la causa de esa guerra a muerte que se he entablado entre los vecinos de una calle de Burgos y su regidor municipal, estos vecinos, que Dios los bendiga por haber tenido los reaños suficientes para luchar por sus inalienables derechos, saben que tienen la batalla perdida pero consideran una obligación absolutamente ineludible luchar a muerte contra esa canallesca oligarquía política absolutamente fascista que está convirtiendo a este desdichado país, que adora sus cadenas, en una colonia de esclavos.