Título: La arena del relojAutora: Mayte EstebanFormato: Versión KindlePáginas aprox.: 84.
Resumen oficial.
Juan José Esteban siempre ha querido recoger sus recuerdos. Lo deja hasta la jubilación, pero una enfermedad terminal se interpone en su camino.
Escrita a dos voces, La arena del reloj empuja al lector a la reflexión, a mirarse a sí mismo. Mientras el protagonista va repasando su vida, la autora, su hija, expresa los sentimientos que le produce la enfermedad de su padre.
Empatía, emoción, rabia, rebeldía ante lo inevitable, discurren ante nuestros ojos mezclados con los recuerdos personales. La Historia de una intrahistoria, con sus luces y sombras, con la subjetividad que adquiere lo vivido al ser recordado.
Es difícil acoplarla a ningún género literario concreto, y quizá esa peculiaridad también la hace diferente.
La arena del reloj aborda universales comunes a todos los seres humanos. ¿Quién no ama a su familia? ¿Quién puede despedirse de ellos sin romperse de dolor?
Impresión personal.
Cuando nacemos se pone en marcha el mecanismo invisible de nuestro reloj vital. En ese momento, la persona que atiende el parto señala la hora del nacimiento y siempre he tenido la sensación de que, lo que hace en realidad, es darle la vuelta a un gran reloj de arena.Qué bonito y qué trágico este párrafo. Y no lo digo por la vida de una misma sino por aquellas vidas de tantos seres queridos que te rodean cuyo reloj te parece que vaya demasiado rápido. El tiempo como la arena del reloj o el agua se nos escapa de las manos y eso es lo que Mayte Esteban nos trae en esta corta novela en la que me he encontrado con una autora que consigue conectar conmigo, que me hace sentir y con la que a veces me fundo. A veces, como ella, me he visto sentada al lado de la cama de mi propia madre mientras hacíamos la diálisis tres días a la semana y hablábamos del futuro (casi siempre del mio) y, sobre todo, del pasado (del suyo). Podréis entender por ello que me haya sentido muy identificada con lo que Mayte y su padre nos cuentan, sumándole a todo ello, que casi todos los usos y costumbres que se mencionan sobre el mundo rural, los he vivido (y algunos aún los vivo) directamente. Por ejemplo,
La matanza...como parte de una tradición que nos resistimos a perder. Hay incluso pueblos en los que se organiza la matanza en la plaza como una fiesta popular cuyo significado es dar a conocer una tradición a los más pequeños. En mis tiempos la matanza era también una fiesta porque en tiempo de hambre hasta ver lo que después se convertirá en comida alimenta. En aquellos momentos era una necesidad matar el cerdo...
Mi madre y mis hermanos de matanza
Cómo no verme en estos pasajes con todos mis hermanos y primos subida al pilón del gran patio de mi tía presenciando con nervios y temor el momento en que se mataba al cerdo y el estruendo de sus chillos lo inundaba todo; el olor de las arbolagas, el trabajo del matancero y a mi familia haciendo salchichones, chorizos y morcillas, llevando los colgaderos al "doblao" para que sequen.En realidad, La Arena del reloj es una historia muy íntima y personal de la autora con su padre antes de un desenlace que resulta inminente aunque no se quiera. El dolor ante lo que ya se sabe perdido aunque no se acepte, aunque siempre pensemos que cualquier brizna de aire viene llena de esperanza. Nos defendemos por adelantado de ese dolor aunque sabemos que tarde o temprano la arena se agotará y no habrá nada que la detenga en su caída libre.
Pero también, a través de la historia personal de Juan José, el padre de Mayte, me he encontrado con un libro histórico, de la historia de la España de la posguerra y la dictadura franquista en una zona rural cualquiera de este país. Mayte nos habla de pueblos de Guadalajara o de Madrid, pero yo que escribo desde Extremadura también puedo contar como ella cómo mi madre vivía el luto, esa negrura que se me antojaba eterna en ella, la llegada de los motores Diesel alemanes para la maquinaria que se usaba en el campo, los pueblos del Plan Badajoz y los pantanos, los coches familiares y su evolución, las ferias ganaderas en el pueblo, pero, sobre todo, mis vecinos, esos vecinos que eran como de mi propia familia, tanto que los llamábamos tíos y nos daban regalos en los Reyes Magos y paga los días de fiesta.
Los vecinos eran importantes porque se contaba con ellos cuando había algún problema y proporcionaban ayuda y compañía.
En conclusión, no hace falta que os diga que me ha encantado esta historia tan desnuda que me ha contado Mayte Esteban, tan sincera y tan íntima. Me he sentido Mayte en muchas ocasiones, me ha emocionado pero también me ha hecho sonreír más de una vez, cuando me he visto reflejada en algunas situaciones similares. Tampoco hace falta que os diga que voy a volver a leer a Mayte Esteban porque acabo de terminar su Detrás del Cristal y aún lo estoy digiriendo antes de reseñarlo. También me ha encantado.
Una frase sencillamente escrita pero profunda en lo que expresa, con la que me identifico plenamente:
En este mundo tan distinto al que me cuenta ya nadie le importa a nadie.