Revista Cultura y Ocio

La arquitectura industrial de Jean Prouvé

Publicado el 15 septiembre 2011 por Alberto Vil @cajonAV
La arquitectura industrial de Jean Prouvé"¿Tu padre a qué se dedica?". Cuando le hacían esta pregunta en la escuela, Catherine Prouvé, uno de los cinco hijos que tuvo Jean Prouvé, no sabía qué decir. ¿Diseñador?, ¿arquitecto?, ¿ingeniero?, ¿artesano?... El interrogante no era sencillo de contestar. Porque a decir verdad el genio francés era todas esas cosas a la vez. Un visionario cuyas manos eran tan importantantes como su cerebro.
Considerado uno de los más grandes artistas del siglo XX, hijo de un pintor modernista -Víctor Prouvé- y de una pianista, Jean Prouvé nació en París en 1901, aunque pasó su infancia en Nancy, muy cerca de la frontera con Alemania, en Lorena. Allí se formó artísticamente en la Escuela de Nancy donde comenzó trabajando la forja del metal.
Poco le importaba el debate suscitado alrededor de su profesión. El protagonista lo zanjaba considerándose a sí mismo un 'constructor' de ideas prácticas. Más tarde, otras voces doctas en la materia resumirían su 'disperso' talento dentro del campo de la arquitectura y la ingeniería. Una de ellas sería Le Corbusier, con quien además coincidió en la Unión de Artistas Modernos, fundada en 1929, colaborando estrechamente.
Catherine Prouvé contaba esta anécdota durante la presentación de la segunda gran retrospectiva de su padre en España, inaugurada en Madrid el pasado 7 de septiembre en la prestigiosa galería Ivorypress.
De la mano del matrimonio Foster -Elena Ochoa y Norman Foster-, y con el comisariado del renombrado arquitecto y catedrático Luis Fernández-Galiano, "Belleza fabricada" trae a nuestro país una diversa muestra de todas las facetas de Prouvé. Dibujos originales, maquetas arquitectónicas, fragmentos de edificios, varias piezas de mobiliario -entre las que se encuentra la cama Antony-, documentación audiovisual y hasta la exhibición de una auténtica Casa 6X6, una de las aportaciones de las que más orgulloso se sentía Prouvé, quien poseía un alto compromiso social con su tiempo. Miembro de la Resistencia francesa, una vez terminada la Guerra, diseñó este tipo de vivienda prefabricada para dar cobijo a los miles de refugiados y deshauciados surgidos de la contienda.
Con ello demostraba Prouvé ser un hombre de praxis, ajeno en la mayoría de los casos al debate estético que pudieran generar sus obras. Para muchos, la gran contribución del artista francés sería aunar arte e industria. Despojar a la palabra diseño de su particularidad efímera o exclusivista y aplicarlo, en cambio, a la producción industrial. Por eso, el valor económico alcanzado por algunas de sus obras suponía para él una contradicción, ya que habían sido creadas para que cualquier persona pudiera acceder a ellas.
Ese cocepto de servicio social respecto de su profesión, señalaba su hija, era clave para entender las aspiraciones de su padre. Llego a ser director de una fábrica autogestionada con más de 300 obreros en Maxéville y sentía profundo respeto por la gente que trabaja junto a él. Por eso repartía los beneficios de manera equitativa para que los propios arquitectos, obreros o ingenieros pudieran invertir en sus propias ideas y desarrollarse profesionalmente.
POR PRIMERA VEZ EN ESPAÑA. Uno de los mayores atractivos de Belleza fabricada es que muchos de los objetos incluidos visitan por primera vez nuestro país. Procedente de los fondos del Centro Georges Pompidou, de los archivos de Meurthe-et-Moselle de Nancy y de la galería parisina Patrick Seguin, la muestra también comprende otras tantas fotografías de la amplia trayectoria de Prouvé. Desde proyectos personales, como la conocida Maison Tropicale -una casa prefabricada equipada con sistemas de climatización- o su propia vivienda en Nancy -localidad de la que fue alcalde y en la que moriría en 1984-, hasta obras mayores de ingenieria, como el Palacio de Exposiciones de Grenoble -realizado junto a su hijo Claude Prouvé-, la fachada de la Universidad de Berlín -restauración de la que se ha ocupado recientemente Norman Foster- o el Pabellón del Centenario de Aluminio, en París.
En algunos de estos edificios Prouvé volcó parte de sus retos técnicos. En cuanto a ingeniería, hizo valer el muro cortina y el sistema de celosías espaciales, que permitía respirar a la construcción física, pero también se preocupó de todo lo referente a los materiales. Éste supuso otro de los campos que más interesó al arquitecto francés durante toda su vida. Introdujo el uso del aluminio y, junto a la madera, supo optimizar las posibilidades de ambos.
COMPROMISO VITAL. En otras facetas de su carrera, Prouvé nunca dejó de estar en contacto con la profesión. Como consultor, colaborando en la Torre Nobel (1966), en la Defènse, que significaría el primer rascacielos construido en Francia; como profesor, dando cursos en el Centro Nacional de Artes y Oficios, o, trece años antes de morir, en 1971, como presidente del concurso que otorgó a Renzo Piano y a Richard Rogers la planificación del Centro Georges Pompidou -heredero directo de su legado y situado en pleno centro de París.
Siempre interesado en transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones, una de las pretensiones del ingeniero francés fue que su obra tuviera un uso útil y efectivo en el futuro y que los nuevos arquitectos supieran adaptarla a su tiempo. Junto al deleite de la expresión artística él propugnaba una utilización social, cívica e industrial del diseño. Por eso, Elena Ochoa, apelando a aquella Casa 6x6, se preguntaba durante la presentación de la exposición si la actualización del legado de Prouvé no sería solución para algunos de los problemas básicos que sufren millones de refugiados en todo el mundo.
Más info: Belleza fabricada se expone del 7 de septiembre al 12 de noviembre de 2011 en la galería Ivorypress (Comandante Zorita, 48). Entrada gratuita. Horario: de 10 a 14 h y de 16.30 a 20 h. Sábados de 11 a 14 h. (Cristina Álvarez Cañas.expansion.com)
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