José Ignacio Echeverría, presidente de la Asamblea de Madrid ha decidido cerrar el hemiciclo a los madrileños. Hasta nueva orden, Echeverría –también conocido como el conde-duque del Metrobús (siendo concejal de transportes dijo que no existía este documento, el más usado por los madrileños)— impedirá que los verdaderos dueños de la Comunidad de Madrid –los madrileños— puedan asistir a las sesiones de la Asamblea.
Estos chicos son así. No pueden soportar las críticas y con la excusa de que desde la tribuna ha habido protestas ante medidas tomadas por la mayoría pepera --la última ha sido la semana pasada contra la privatización de la Sanidad--, el conde-duque del Metrobús ha decidido cortar por lo sano. No aceptar las críticas, cerrando las puertas a los asistentes. Desde ya, a la Asamblea sólo podrán entrar los diputados.
Este señoritingo sigue las consignas de su querido partido. Las críticas no son buenas, hay que cortarlas y al poder ser de raíz. Y así lo ha hecho. Ha demostrado quien manda allí y priva a la gente de asistir a su casa. Porque lo que este tipejo no ha entendido es que la Asamblea de Madrid no es suya, es de los madrileños, y él, naturalmente, con esta medida no entiende que está despreciando a los madrileños. Si el reglamento de la cámara no permite las críticas desde la tribuna, que las corte y si es preciso que desaloje a los que las emiten, como lo ha hecho en algunas ocasiones. Pero claro, con esta excusa, cumple dos objetivos, el primero hacer ver quién manda –el pobre tampoco ha mandado mucho hasta ahora— y el segundo, evitar que la plebe pueda entrar en un sitio tan honorable como la Asamblea y permitirse hacer críticas. Ésta es su solución. La más fácil, la más totalitaria, la menos democrática. Muerto el perro (es lo que deben ser para él los madrileños) se acabó la rabia.
Por cierto, que al igual que con el pago del euro por receta, parece que el PP está tomando Madrid como conejillo de indias, y luego extender la medida en todos los sitios donde gobierna. Veremos si a la medida de Echeverría no le siguen parlamentos donde los peperos son mayoria, como el de Valencia, o el mismo Congreso de los diputados, en los que también se han dado casos, últimamente, de críticas abiertas desde la tribuna. Y es que la libertad de expresión les produce urticaria.
Teoría pepera de manual ante un problema: “Si tienes un problema trata de quitártelo de en medio y pulverizarlo para que no vuelva a ocurrir, cueste lo que cueste y sin importarte la forma.”
Otro ejemplo del cumplimiento de esta teoría es lo que dijo la Alcaldesa de Madrid cuando pasó el drama del Madrid Arena. “En lugares municipales no se van a celebrar más fiestas de este tipo”. O sea, se prohíben todas las fiestas y se evita el peligro de que ocurra otra vez. Todo menos hacer que las cosas funcionen bien, que sale más caro y se corren más riesgos. La solución tendría que ser que se pongan los medios para que no vuelva a ocurrir, cumpliendo todos los protocolos necesarios, pero claro eso es más difícil.
Pues igual en la Asamblea, en vez de cumplir con la ley y si los asistentes actúan de forma no permitida se les invite a marcharse, lo mejor para este señor es que no haya asistentes, así lo soluciona. Quien evita la ocasión, evita el peligro. Además, se cumple otra premisa importante, acallar como sea las críticas a los gobiernos peperos. Como diría Franco: Las críticas han de ser constructivas (o sea alabanzas), las demás son delitos. Y ya saben ustedes que el inferior por el mero hecho de serlo, será severamente castigado, otra premisa más que aplica el PP sin temblarle el pulso.
Salud y República