La llegada de sangre española a la dinastía Grimaldi puede encuadrarse, en cierto modo, en las vicisitudes por las que ha pasado esta familia en los últimos poco más de cien años, vicisitudes de índole política o sentimental, pero que permitieron de alguna manera la continuidad de la dinastía y del principado.
Por Valentín Ruesga Herreros
En 1889 accedió al trono de Mónaco el príncipe Alberto I, que había servido en la Marina española y que era muy conocido por su afición y su apoyo a las investigaciones oceanográficas. Tenía un solo hijo, Luis, habido de su matrimonio con María Victoria Douglas-Hamilton. Luis había nacido en Baden-Baden en 1870 y de joven había ingresado en el Ejército francés, pero ya bien entrado el siglo XX permanecía soltero y si a su muerte no tenía descendencia legítima cabía la posibilidad de que el trono de Mónaco pasase a manos del duque de Urach, que aunque de nacionalidad alemana, era el pariente más cercano de los Grimaldi.
Pero Francia no podía admitir esta posibilidad en unos momentos de duro enfrentamiento con Alemania, que adquiriría su carácter más violento con la Primera Guerra Mundial. Así las cosas, si no se aseguraba una sucesión plenamente aceptable en el principado, Francia podría aducir razones de seguridad para anexionárselo, desapareciendo de este modo Mónaco como estado formalmente independiente.
Sin embargo, aunque no se hubiese casado, Luis Grimaldi sí que tenía descendencia. Estando su regimiento de guarnición en Argelia, había mantenido relaciones con Marie Juliette Louvet Piedefer, una artista de cabaret francesa (otras fuentes la presentan como lavandera), divorciada del fotógrafo Achille Delmaet, con quien había tenido dos hijos; fruto de sus relaciones con Luis Grimaldi había sido una hija, Carlota, nacida en 1898 también en Argelia, en la ciudad de Constantina.
Luis Grimaldi había admitido su paternidad y había reconocido a su hija en 1911, acogiéndola en el seno de la familia; se suponía que así se evitaría la posibilidad de que Mó-naco pasase a manos de Guillermo de Urach, con los consiguientes problemas que podrían surgir con Francia.
Algún tiempo después estallaba la Gran Guerra y Luis se incorporaba de nuevo al Ejército francés, en el que sirvió con distinción. Pero entretanto había surgido un problema en la transmisión de los derechos hereditarios: de acuerdo con la legalidad vigente entonces no era suficiente que Luis Grimaldi hubiese reconocido a su hija para que ésta pudiese adquirir aquellos derechos, sino que debía adoptarla formalmente. Así es que con la anuencia del presidente de la República Francesa, Raymond Poincaré, Luis adoptó a Carlota el 16 de mayo de 1919. El príncipe Alberto I le otorgó el título de duquesa de Valentinois, adquiriendo Carlota plenamente los derechos sucesorios.
Asegurada la sucesión del principado monegasco en la hija de Luis Grimaldi, había que asegurarla a largo plazo con el matrimonio de Carlota, de forma que en 1920 se casó con Pedro de Polignac, de aristócrata familia francesa. Y este matrimonio fue el que permitió mezclar la roja sangre española con la sangre azul, azul pálido, de los Grimaldi.
La sangre española fluyó por dos arterias diferentes, una desde el norte, desde La Pernía, en la Montaña Palentina, y otra desde el sur, desde Puerto de Santa María, en la provincia de Cádiz. Y comenzando por explicar la ascendencia perniana, diremos que en 1796 había nacido en San Juan de Redondo Gregorio Mier Terán, en el seno de una familia de prestancia en el pueblo. Casado con María Celis Dosal, emigró a México donde amasó una buena fortuna, hasta el punto de haber recibido en alguna ocasión el apodo, hiperbólico, de “El Rothschild mexicano”.
El matrimonio tuvo un hijo y tres hijas y de éstas, Luisa, la mayor de los hermanos, casó con Isidoro de la Torre Gil, empresario nacido en Puerto de Santa María y afincado en México, uniéndose así los dos ramales de la sangre española. Isidoro de la Torre Gil había nacido en 1814, hijo de Isidoro Francisco de la Torre Cossío y de Josefa Gil Carsi, que habían contraído matrimonio en 1808. La familia emigró a México y allí pudo alcanzar una posición acomodada y bien relacionada.
Isidoro y Luisa tuvieron seis hijos; la primogénita, Susana, casó en París el 8 de oc-tubre de 1881 con Majencio de Polignac Lenormand de Morando. Este matrimonio tuvo siete hijos, el último de los cuales, Pedro María Javier Rafael Antonio Melchor fue quien se casó en Mónaco el 19 de marzo de 1920 con Carlota Luisa Julieta, que tal era el nombre completo de la hija de Luis Grimaldi.
Pedro de Polignac adoptó el apellido de su esposa para dar continuidad a los Grimaldi; no era la primera vez que en la familia de los príncipes de Mónaco se cambiaban los apellidos para mantener el Grimaldi en primer lugar: al morir en 1731 el príncipe Antonio I sin haber tenido hijos varones, heredó el principado su hija Luisa Hipólita, casada con Jacobo de Goyon-Matignon, quien había renunciado a su apellido para adoptar el de su esposa; Luisa Hipólita murió poco después de su padre, sucediéndola el príncipe Jacobo, que dos años después renunció al trono en favor de su hijo Honorato III Grimaldi.
Dos años después del casamiento de Pedro y Carlota murió Alberto I, heredando el trono de Mónaco su hijo, que sería Luis II y que gobernaría el principado hasta su muerte en 1949.
Pedro y Carlota tuvieron dos hijos, Antonieta y Rainiero, pero el matrimonio no duró mucho; en 1930 se separaron y en 1933 obtuvieron el divorcio, mientras que en 1944 Carlota renunció a sus derechos sucesorios en favor de su hijo Rainiero, que vendría a ser príncipe de Mónaco a la muerte de Luis II. En 1977 falleció en París la duquesa de Valentinois.
Como resumen de todo lo expuesto podríamos decir que si se alternan, como es habitual, los apellidos del padre con los de la madre, Rainiero III habría llevado el apellido De la Torre en el tercer lugar y Mier en el séptimo, poniendo el primero el Grimaldi en vez del Polignac y quedando los ocho primeros apellidos como se indica en el cuadro.
Rainiero III
Grimaldi
Polignac
De la Torre
Louvet
Lenormand de Morando
Douglas-Hamilton
Mier
Piedefer
Alberto II llevaría los apellidos de origen español en el quinto lugar y en el decimo-tercero; claro está, que para conocer la lista completa de los apellidos del actual príncipe de Mónaco entre los que estarían incluidos aquéllos, necesitaríamos conocer unos ocho de Grace Kelly, lo cual parece poco menos que imposible.
Tanto la artificiosa forma a la que hubieron de recurrir los Grimaldi para mantener la dinastía como la ascendencia española de los últimos príncipes no suelen exponerse detalladamente en la literatura habitual donde aparecen y mucho menos en las referencias oficiales monegascas, en las que se silencian estos aspectos.
Imágen: josé luis estalayo
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