Magazine
Hoy es un día muy importante en el calendario litúrgico. Celebramos, con gran solemnidad, la festividad de la Ascensión del Señor a los Cielos. Después de su resurrección, Jesús se apareció a sus discípulos en numerosas ocasiones y les dio las últimas instrucciones para la importante misión que les encomendaba. Debían instaurar el Reino de Dios en el mundo: un reino de paz y justicia. Una vez recibido el Espíritu Santo, se les abrió el entendimiento y se repartieron por el mundo, dando testimonio de su fe en Cristo resucitado con gran valor y decisión. No miréis al Cielo. Jesús ha vuelto al Padre, como había anunciado e intercede por nosotros. Nos prepara un lugar a su lado junto a los bienaventurados. Veinte siglos después de aquel hecho histórico fundamental para los creyentes, es necesario que sigamos la misión que nos ha encomendado de realizar una transformación de esta sociedad donde hay tanto dolor y tantas injusticias. Volverá al final de los tiempos como lo había anunciado. No es momento de dudas y vacilaciones. Salgamos a las plazas y calles con un mensaje de esperanza. Es la hora de la conversión, del cambio profundo, de destruir estructuras caducas y ofrecer un mundo nuevo basado en el amor, la comprensión y la justicia. No tengáis miedo. Abrid puertas y ventanas. Que este mensaje de renovación interior y exterior pueda llegar a todos. Ésta es nuestra fe y éste mi testimonio. Que Dios os bendiga. Amén.