Creíamos superada la división de España en derechas e izquierdas enfrentadas, pero ese monstruo ha vuelto. Pensábamos que ese fantasma del pasado había muerto en la Transición, cuando cantábamos "libertad sin ira" y parecía que nos uníamos y perdonábamos, pero era mentira. Los peores seres de nuestro mundo, que son los políticos, nos han instalado de nuevo en la división y el odio, al borde de nuevos enfrentamientos civiles. ---
El bipartidismo trajo de nuevo la división de España en dos bandos enfrentados, con una derecha, representada en el PP, y una izquierda, capitaneada por el PSOE, pero parecía que la idea de España y de la Constitución estaban por encima de todo y que la lucha cainita estaba lejos. Más tarde, cuando aparecieron nuevos partidos como Podemos y Ciudadanos, pensamos que al romperse la dicotomía bipartidista España se haría plural y abierta a distintas tendencias y enfoques. Pero aquella sensación también era falsa. La llegada de VOX no ha mejorado las cosas porque la división se ha hecho más intensa, si cabe.
Hoy, después de las elecciones del 28 de abril, nos topamos de frente con una España nuevamente dividida en dos bandos enfrentados e irreconciliables, el de las derechas y el de las izquierdas, dos conceptos anticuados y falsos que los miserables políticos han resucitado, incluso con acusaciones de fraude electoral, como ocurrió en vísperas del conflicto armado de 1936.
Fuimos ilusos y torpes al pensar que la dicotomía izquierda-derecha había quedado superada en España y que la verdadera división en la política española sería, como en otros países modernos del mundo, entre demócratas y autoritarios o, como mucho, entre adoradores del Estado y defensores de la libertad individual.
En muchos países se veía claramente que la vieja división estaba en retroceso y que ya no tenía sentido la vigencia de dos conceptos tan viejos como la derecha y la izquierda. Algunos politólogos dijeron que la distinción entre izquierda y derecha ya no existe, que la vieja idea de una izquierda representante del proletariado oprimido contra los intereses de una derecha defensora de las grandes empresas y de los empresarios es cosa del pasado. La demolición del Muro de Berlín parecía significar el fin de ese mundo dicotómico, en el que las derechas y las izquierdas luchaban y hasta llenaban las calles y campos de cadáveres.
Pero algunos filósofos, como el español Fernando Sabater, advertían del peligro: "Algunos afirman que ya no puede hablarse de izquierda ni derecha y que solo cabe un prágmatismo político universal. Sin embargo, esos términos que han orientado a tantos durante un par de siglos se resisten a ser enterrados".
¡Y como se resisten!, al menos en España, donde un Pedro Sánchez que parece surgido de las tumbas de Largo Caballero y del general Franco, ha planteado las últimas elecciones como una cruzada contra la derecha y, secundado por un PSOE que también parece emerger de los campos donde se libró la "Batalla del Ebro", no ha tenido reparo alguno en dividir el país en dos bandos irreconciliables, un reto que sus adversarios han aceptado con una terrible falta de criterio y de solvencia moral.
La victoria de Sánchez y de su cruzada contra la derecha parece significar la muerte de aquellos intentos que se despliegan en el mundo, desde finales del siglo XIX, para que una “tercera vía” aproxime ambas posiciones ideológicas, rechazando la validez absoluta tanto de un extremo como del otro, profundizando en la democracia y anteponiendo valores y rasgos como el desarrollo tecnológico, la educación y los mecanismos de competencia regulada, caminos para alcanzar el ansiado progreso, el desarrollo económico y el desarrollo social.
Algunos fantasmas del pasado, como el español Pedro Sánchez, sin respeto por las nuevas ideas y sin miedo a provocar otra orgía de sangre, han apostado, desde la política, por traernos de nuevo el pasado hasta nuestro mundo, cerrando los caminos de la esperanza y abriendo de par en par las puertas del conflicto y el odio. Y lo peor de todo es que su apuesta por la división y el retorno del odio le ha dado la victoria.
Los asesinos de la "Tercera Vía" y los que desentierran el odio son los culpables de que la democracia esté en retroceso y de que un nuevo mundo amenazante esté despuntando en Europa, rompiendo las viejas armonías y espíritus de concordia. Las extremas derechas nacen porque las izquierdas han optado por la reedición del pasado. Las extremas izquierdas crecen porque los fascismos regresan también. Derechas e izquierdas, por culpa de los políticos más miserables de la historia moderna, regresan con las fauces sedientas de víctimas, inyectando miedo y pesimismo en un mundo que parecía orientado hacia la cooperación, la solidaridad, el pluralismo, la globalización y la conquista de nuevas metas de concordia, igualdad y progreso, dentro de la civilización.
España, una vez más, se ha convertido en el escaparate de lo peor del planeta Tierra, en repugnante ejemplo del regreso del pasado al presente, para ensombrecerlo y corromperlo, porque en ningún otro país de la Europa que nos rodea, hasta ahora y desde la Segunda Guerra Mundial, se ha vivido, como en la España de los Sánchez, Iglesias, Zapateros, Rajoy, Casados, Puigdemont, Junqueras, Rufian, Otegui y otros ejemplares de la insólita fauna ibérica, una apuesta tan intensa, insensata, estúpida y miserable por el retorno de la vieja, peligrosa y sanguinaria dicotomía izquierda-derecha, causante de decenas de millones de muertos en el pasado.
Francisco Rubiales