La atribución externa de los errores consiste en culpar a terceros de los fracasos y errores que uno comete. Esta atribución externa de los errores, culpar a los demás de lo que uno ha hecho mal, es muy común en la infancia pero no por ello debemos dejar de trabajarlo con nuestros hijos. ¿Por qué nuestros hijos culpan a otros de sus errores? y ¿qué podemos hacer para que nuestros hijos acepten sus fracasos como propios y aprendan a asumirlos?
Muchos niños tienen la tendencia a culpabilizar a los demás o a buscar excusas que expliquen sus errores, sus fallos o travesuras. Es lógico y también comprensible, ya que lo que intentan es escurrir el bulto para que nadie les riña y huir así de la culpa que supone romper algo, suspender o pelearse con uno de sus hermanos o amigos. Nosotros mismos en alguna ocasión habremos hecho lo mismo siendo niños, no obstante hay que enseñar a nuestros hijos a aceptar los errores y no cargar las culpas a un tercero.
La atribución externa de los errores, los fracasos, fallos y travesuras intenta evitar la responsabilidad que comporta asumir que uno es el causante de un mal. Entendiendo este mal como cualquier hecho que comporte un daño a uno mismo o a terceros. Daño que puede ser emocional, físico o académico. Cierto es que en ocasiones los errores, fracaso o fallos se deben a cuestiones externas a uno mismo, factores que uno no puede controlar y que son fruto del azar, la mala suerte o realmente de un tercero en juego, pero de lo que aquí trato es de cuando uno, por sistema, culpa al otro o a la mala suerte para salir indemne de una situación.
En cierto modo la atribución externa de los errores protege al niño pero debemos hacerle entender que culpar a los demás de lo que uno no hace bien no es bueno para él. Al mismo tiempo debemos tener presente que tampoco es bueno hacerle creer que tiene la culpa de todo, es decir, educar consiste en enseñar que las conductas tienen consecuencias y que éstas pueden ser positivas o negativas, pero que a veces las cosas ocurren sin más, los accidentes ocurren y no podemos evitar algunos de ellos. Por decirlo de otro modo, el niño debe aprender que lo malo no sucede siempre por culpa de los demás, en ocasiones nosotros hacemos cosas que tienen repercusiones desagradables como por ejemplo suspender si no se estudia lo suficiente.
¿Qué podemos hacer los padres?
En primer lugar educar en la práctica de la sinceridad y en la evitación de la mentira, educando con el ejemplo, no mentir delante de ellos ni culpar a otros de nuestros fracasos. Analicemos cómo nos comportamos nosotros y evitemos ser un mal modelo a seguir.
Lo ideal es que eduquemos a nuestros hijos para que sean capaces de analizar de forma objetiva lo que pasa a su alrededor y poder evaluar de quién es la responsabilidad en cada caso. Éste es un trabajo lento que dará sus frutos en un futuro porque es más fácil culpar al otro que aceptar el error, pero debemos insistir pacientemente.
Evitar ser demasiado estrictos y rigurosos o tener un control excesivo sobre la conducta de nuestros hijos ya que este estilo educativo promueve la mentira para evitar ser reprimido o castigado.
imagen cortesía www.photl.com
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