La revista Rocamador fue una aventura poética que nació de las conversaciones que mantenían José María Fernández Nieto y Marcelino García Velasco en la rebotica del primero, y debe su nombre al consejo de un poeta catalán, Jaime Ferrán, que por eufónico le atrajo, y así fue bautizada. Esto ocurría en 1955 y tuvo vida hasta l968.
Marcelino García Velasco
En la correspondencia que mantuve muchos años con Vicente Aleixandre, en una de sus cartas, sostiene que las tres revistas de poesía que más le gustaban eran Caracola, Ágora y Rocamador, y prefiero esta por más juvenil. De su puño y letra está escrito y hecho público en mi libro Cartas viejas compuesto con más de 80 que me escribió nuestro Premio Nobel.
Tuvo tres formatos, por tres intentos de silenciarla por parte de los políticos defensores del Régimen, y en el tercero, desde la Secretaría de Información del ministerio que dirigía Fraga, su cuñado, Robles Piquer, propició su muerte. Y todo porque José Mª Fernández Nieto, en un Congreso literario en San Sebastián, censuró el apoyo que prestaba a la poesía, que en el criterio del palentino debía ser otro y, además, opuesto.
Los mejores poetas españoles pasaron por ella y si faltó alguno fue porque no supimos su dirección. Por ella tuve relación y amistad con Claudio Rodríguez, Jesús Hilario Tundidor, Manuel Alcántara, Vicente Aleixandre, Gabriel Celaya, Ramón de Garciasol, Francisco Pino, Victoriano Crémer, Antonio Gamoneda, Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo, Juan Ruiz Peña, Ángel García López y muchos más.
Como nació con la subvención del Círculo Cultural del Movimiento, tuvimos que poner su escudo, que Rafael Oliva disimuló con un círculo que acogía el escudo de la ciudad y las cinco flechas eran diez puntos de unos vectores que apenas sobresalían y le daban apariencia de una rueda dentada. La segunda época salió con una bajada de subvención y con unas flechas enormes en la contracubierta y en el culo. Más tarde fue retirada la ayuda económica por motivos que no eran políticos, pero el señor Fragoso del Toro, gobernador civil, los consideró así. Y después de un año de silencio José Mª Fernández Nieto dijo: pues la pago yo. Y esta tercera época fue la más importante y duró desde el número 14 al 45, ya sin flechas ni alusión al Régimen. Esas flechas molestaron a algunos e hicieron correr por las tertulias madrileñas que la revista la hacían entre un falangista -que no lo era y sí farmacéutico- y un canónigo -yo nunca pasé de maestro de escuela y en aquella época solo era estudiante de Magisterio-.
Su historia y los 45 números están recogidos con su nombre en un CD publicado por la Institución Tello Téllez de Meneses.
Los poetas que más han influido en mi obra, y que más he admirado, han sido Claudio Rodríguez, Antonio Machado, Vicente Aleixandre y Francisco Pino, dicho queda y en orden de magisterio. El primero por su lectura en Palencia de su libro DON DE LA EBRIEDAD, los dos casi chiguitos, cambió mi expresión poética y me hizo distinto. Fue un poeta visionario que llevaba a su vida lo que había visto de niño y de joven y lo convertía en poesía. No es cierto, como opinó un crítico de lengua inglesa -callo su nombre- que Claudio debía más a los libros leídos que al tinto de Toro o el pan de Carvajales. Nadie se había acercado a cantar la devoción a un árbol lugareño
que todo un mes de primavera,
no siente lo espontáneo de su sombra,
la sencillez del crecimiento..."
Si esto sale de un botánico, las nubes son palmeras.
No sé -como tantos- qué es la poesía ni quiero que me pregunten por ella. Sí, eso sí, qué hago y esto se nutre de dos elementos básicos: memoria y testimonio. Memoria del tiempo en que vivo y testimonio de lo que veo durante ese tiempo en la tierra en que vivo. Soy por tanto rico pues poseo memoria, tiempo y tierra y lo que en ellos cabe. El poema, no podía ser de otro modo, se nutre de vida personal, es decir: la vida del poeta. Creo, así, que será inevitable que el poeta cante y cuente de sí mismo que es lo único que de verdad conoce. Lo autobiográfico es, por lo mismo, obligado, porque recuerdos, experiencias, sentimientos han de ser personales. Nadie puede dar autenticidad a lo que le es ajeno, y el canto, si no es auténtico, no crea emoción y sin emoción, posiblemente, no haya poesía. Estética sin humanidad se queda solo en arte para los ojos y de un modo superficial.
Rilke ya afirmaba que los versos no son más que la expresión de experiencias personales.
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Marcelino García Velasco, Cartas Viejas
Imágenes:
José María De Sara Muniosguren, Leónnoticias
Marcelino García Velasco, imagen De Lucien leGrey commons.wikimedia
Varios números de Rocamador, Hemeroteca Curiosón