En este capítulo de la serie "La aventura del pensamiento" Fernando Savater se centra en otra figura clave del pensamiento occidental: Aristóteles. Aristóteles, a diferencia de su mentor Platón, no creía que existieran otros mundos distintos al que nosotros conocemos. Está de acuerdo con que existen "ideas" que determinan lo que son las cosas, pero éstas no se hallan en otro mundo sino en lo particular. Materia y forma se encuentran unidas en lo que denomina sustancia. Nosotros los humanos obtenemos conocimiento en primer lugar a través de los sentidos y es gracias a nuestra razón que podemos abstraer la esencia de las cosas y crear conceptos bajo los que agrupar todo tipo de objetos con características comunes.Según Aristóteles todo se encuentra en permanente cambio. El cambio puede ser sustancial cuando se trata de la aparición o desaparición de una sustancia -nacimiento y muerte- o accidental cuando la sustancia en sí no varía y solo se produce una modificación en su apariencia. Para explicar el mecanismo de cambio acuña la noción de ser en potencia para designar todas aquellas cosas en las que una sustancia en particular puede transformarse y la noción de ser en acto para referirse a la sustancia como tal. Cambio es el paso de potencia a acto y quien promueve este cambio es Dios. Dios tiene forma pero no materia, es acto pero no potencia y, como primer motor, es inmóvil y eterno. Dios no forma parte ni del mundo sub-lunar donde se halla todo lo corruptible, como animales y plantas, ni del mundo supra-lunar, donde se halla lo eterno e incorruptible, como los astros.Aristóteles clasificó las ciencias en tres ramas: en primer lugar las productivas, es decir, aquellas que implican la producción de objetos útiles y bellos. En segundo lugar las prácticas, que se ocupan de la sociedad y la acción humana e incluye a la ética y la política. Finalmente las ciencias teóricas, que se limitan al saber y abarcan el conocimiento puro; la física, la astronomía, la matemática y la metafísica.En el ámbito de la ética define que la finalidad de ésta no es otra que la de permitirnos alcanzar la felicidad, la nuestra y la de los demás. Para encontrarla hay que hacer hincapié en las virtudes, las cuales siempre representan el equilibrio de un rasgo humano; por ejemplo, no hay que ser ni excesivamente valiente ni un cobarde, se debe encontrar el término medio. La encargada de promover tales virtudes para obtener el bienestar de la población es la política.
Vea también: "La aventura del pensamiento: Platón", "La aventura del pensamiento: David Hume", "La aventura del pensamiento: John Locke".