Revista Opinión

La banalidad del asesino etarra

Publicado el 22 octubre 2014 por Cronicasbarbaras

“El carnicero de Mondragón”, Josu Zabarte, 20 atentados, 17 asesinatos, 30 años en prisión, dice que “No me sé el nombre de las víctimas. Son otras cosas las que no me han dejado dormir”, “Yo autocrítica haré cuando el otro frente la haga. Todas esas tonterías que dicen de los arrepentidos”.

Así comienza una entrevista de Ángeles Escrivá en un diario nacional al etarra Zabarte, que con 70 años lleva uno libre, tanto como en vigor la derogación de la Doctrina Parot, que dejó en la calle a medio centenar de personajes así, y tres del alto el fuego de ETA, Damocles que sigue armada y sin disolverse.

Zabarte habla como si fuera un trabajador, un verdugo profesional: “Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado (...) Asesinar es cuando tú buscas lucro personal”.

 Por tanto, niega ser un psicópata. Pisiblemente tampoco es un malvado, sino algo peor: un eficiente funcionario que mata para obedecer una ideología y que cumple con el deber que le encomienda su banda, la Patria.

Es “la banalidad del mal” expresión de la filósofa alemana Hannah Arendt (1906-1975) expuesta en su libro “Eichmann en Jerusalén” sobre el juicio en Israel a aquel burócrata de nazismo que enviaba judíos a la cámara del gas porque era un trabajo rutinario.

Es la capacidad de algunas ideologías patrióticas, revolucionarias o religiosas de crear burócratas de la muerte capaces de matar uno, cien mil o seis millones por el sentido del deber, sin remordimiento.

Aparecen con suma facilidad y nada los desvía del objetivo; en España se vio entre los activistas de los dos bandos de la guerra civil, con ETA, con el islamismo ahora, y ya vuelve a intuirse en demasiados patriotas de ciertas regiones.

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SALAS

Tira Salas 4892


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